Si se “estabilizan” las condiciones económicas del presente y se deja el desenvolvimiento económico librado a la espontaneidad de las fuerzas que actúan sobre ella, el resultado no es ni será una mayor tasa de inversión ni de crecimiento.
Cuando Álvaro Alsogaray se hizo cargo del ministerio de Hacienda en 1959, bajo la presidencia de Arturo Frondizi, despertó las críticas de Rogelio Frigerio por reducir las dificultades de la economía argentina a la inflación, originada según Alsogaray en “la emisión sin respaldo”. Frigerio también lo criticó por adoptar políticas económicas perjudiciales.
En un texto titulado El país de nuevo en la encrucijada: la falacia de la estabilización monetaria sin expansión económica, Frigerio se refería al estado de la economía en 1958 observando que “el desarrollo no era posible sin un saneamiento de la economía que debía comenzar por la estabilización monetaria”, pero que “la estabilización sin desarrollo era solo una apariencia, y en tanto exista precariamente, lo será en perjuicio de las masas populares, se hará imposible la creación del mercado nacional que necesita nuestra industria y ésta entrará en un proceso de recesión irremisible”.
Esta apreciación sobre las políticas que Alsogaray buscó poner en práctica se hizo más extensa en otras intervenciones de Frigerio, dirigidas hacia las explicaciones conceptuales que esgrimía el referente de la política económica entre los militares antiperonistas.
A la luz de los hechos recientes, se vuelve interesante repasar la discusión. La búsqueda de la estabilización como prioridad sobre el crecimiento, con diversas formas y fundamentos, fue adoptada por gobiernos posteriores. Lo repiten Javier Milei y sus funcionarios, quienes sostienen que de esta forma se generan las condiciones propicias para invertir. Como insiste Luis Toto Caputo ante los empresarios.
En un texto publicado en Clarín durante 1975, Frigerio señala que la inflación no es causa sino consecuencia del subdesarrollo. Los precios tienden a incrementarse como consecuencia de la insuficiencia de la estructura productiva para responder a la demanda. Para Frigerio, pretender “emitir menos” por sí solo conlleva a la paralización del comercio y a la iliquidez, lo que redunda en una merma de la actividad económica y un incremento de la desocupación.
Otra actitud sobre la cual se explaya es la pertinacia de los liberales para obstruir los incrementos de salarios en aras de contener la inflación. Frigerio consideraba que, en un ciclo de crecimiento, los salarios en alza refuerzan la demanda, y el propio incremento de la producción permite que su aumento sea absorbido sin provocar presiones sobre los precios.
La explicación de la inflación que esboza Frigerio es perfectible. La presión sobre los costos es la que provoca la inflación, más que la rigidez de la producción por sí misma. E inevitablemente los aumentos de salarios juegan un papel en ella.
No obstante, su conclusión es correcta. La búsqueda de la estabilización como fin en sí mismo no es otra cosa que la estabilización del nivel de ingresos existente, que en este momento ya no se corresponde con los patrones históricos de la sociedad argentina, sino que se trata de una población empobrecida.
En cambio, si el objetivo es el crecimiento económico, es posible diseñar políticas que lo apuntalen, y permitan llevar adelante incrementos salariales sin provocar una inestabilidad de precios.
Lo que es una conclusión absolutamente gratuita es la inversa. A saber, que si se estabilizan los precios el crecimiento económico sobreviene de manera automática, y de esa forma crecen los ingresos. Con lo que se concluye que, a la larga, se constataría un mayor bienestar que el resultante de una política direccionada.
Si se “estabilizan” las condiciones económicas del presente y se deja el desenvolvimiento económico librado a la espontaneidad de las fuerzas que actúan sobre ella, el resultado no es ni será una mayor tasa de inversión ni de crecimiento.
Por el contrario, la inversión tenderá a adecuarse al reemplazo del equipamiento cuya utilización quede agotada, con los niveles de incremento de la capacidad productiva reducidos a un mínimo determinado por el aumento de una población cuyo nivel de vida, a grandes rasgos, permanece estancado. Consecuentemente, lo que el Gobierno predica y propicia con sus políticas económicas es una estabilización del subdesarrollo.
La planificación del crecimiento es el único camino posible si se busca lograr una modificación sustancial de la estructura productiva y las condiciones sociales en Argentina. Eso conlleva actuar simultáneamente sobre los sectores determinantes para que el crecimiento industrial alcance continuidad –esencialmente, energía, automóviles y la producción de insumos difundidos-, y sobre el nivel de ingresos, para consolidar un nuevo nivel de bienestar.
En ese aspecto es evidente que el Gobierno actual opera en el sentido contrario, y las consecuencias de sus acciones son la de una permanencia en el estancamiento. Sus consecuencias, en el corto plazo, no son inocuas, porque dejan un mayor bagaje de dificultades para resolver, y una situación social más deteriorada.
La búsqueda de mejorar los ingresos sin modificar las relaciones políticas que reproducen este estado de la economía argentina pueden alcanzar diferentes grados de éxito, pero siempre de carácter transitorio. A la larga, la economía subdesarrollada impone sus limitaciones, y los movimientos comprometidos con los cambios en las condiciones de vida no pueden madurar si no se encuentran con hechos concretos que les den arraigo.
Por esa razón, parece oportuno promover el debate de ideas y transformaciones prácticas en conjunto con el de alternativas políticas. Con su ausencia, se corre el riesgo de que las iniciativas del campo popular sean insuficientes para dar vuelta la página de la estabilización del subdesarrollo, predominante en la política argentina moderna.
Fuente yahoraque.com
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