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Prosa y lírica del fútbol

Por Alberto Tasso
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Va a empezar el partido y me preparo para escuchar la transmisión. Prendo la radio, sintonizo, muevo la antena de izquierda a derecha pero no, hay mucha interferencia pero al final lo logro ¡al fin llego a la tribuna d la audiencia!

Crecí al lado de una radio así que recuerdo los programas de los años ’50, desde el radioteatro (Los Pérez García) al Glostora Tango Club, la cita de la juventud triunfadora. Lo conducían Blanquita Santos y Héctor Maselli. Vale la pena aclarar que Glostora era marca de una gomina, producto usado en esos años para que el cabello del varón quedase rígido y brillante, digamos engominado, como lo usaban Carlos Gardel y Clark Gable.

Pero lo que verdaderamente me entretenían eran las series de Tarzán y Poncho Negro. Los partidos de fútbol me aburrían hasta que me conecté con la línea de Carrizo, Labruna y Loustau y comencé a sentir la emoción del club.

Después de escuchar fútbol muchos años, vivo la cancha en la radio. Escuché a Fioravanti, a Marcelo Araujo, a Osvaldo Turco Wehbe, así como a los relatores santiagueños de Exclusiva y otros medios colegas. De todos ellos aprendí lo que llamo prosa y lírica del fútbol.

Digamos primero que la transmisión radial o televisiva de un partido es tan compleja como la de un cambio de presidente, solo que esta sucede cada cuatro años y aquella todas las semanas.

Cámaras, audio, micrófono, auriculares y botellita de agua son indispensables pero anecdóticas. Lo que importa es la voz, el tono, el ritmo, la capacidad de relatar segundo a segundo una historia que está sucediendo, un movedizo ajedrez donde cada pieza tiene nombre, y hay que recordarlos. 

Son 22 y el relator los conoce hasta por sus apodos. 

¿Hay una lírica en el fútbol? No lo dudo. Además hay una poética que inauguró Bernardo Canal Feijóo con Penúltimo poema del fútbol (1927), que considero su primera jugada. Cuando lo publicó tenía 30 años y jugaba en el Club Mitre, donde también presidió la comisión directiva unos años.

Pero vuelvo al presente. Está por comenzar un partido y me pregunto: ¿Quién lo relatará? ¿Quién hará los comentarios? Escucharé todas las voces, entre ellas la de Alejandro Apo y Víctor Hugo Morales. 

Luego me situaré como narrador y tomando el micrófono diré con voz enfática “El silbato indica el comienzo del juego, patea fulano desde la línea media hacia el campo contrario, se despliegan los jugadores, etc.”

Unos minutos después el o la comentarista haré un balance y así seguiremos, en esta relación moviente, en la que cada equipo tiene su estrategia y debe acomodarla a la que usará el otro. 

La vida social es espectacular como un partido de fútbol. Necesita relatores y comentaristas, además de zagueros, mediocampistas y delanteros. Todos deben responder a la dinámica de lo impensado, según dijo Dante Panzeri en frase inolvidable. Viene el momento de patear, que dibujó Cabal Feijóo.