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¿Qué esperar ahora que no hay cepo?

Por Guido Aschieri
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La reelaboración del esquema cambiario implica que, por el momento, el colapso que hubiese significado una devaluación abrupta queda aplacado. El Gobierno busca los medios para mantener la continuidad de la relación actual entre precios e ingresos sin que le signifique un factor de desgaste.

Hacia el final del viernes pasado, se confirmó la concreción de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que habilitó desembolsos por 20 mil millones de dólares, 15 mil de los cuales son de libre disponibilidad. 12 mil pasaron a formar parte de las reservas del Banco Central este martes. En conjunto con otros organismos internacionales y acuerdos alcanzados con bancos, se calcula que el monto total de ampliación de las reservas llegará a los 23,1 mil millones de dólares.

Pasadas las diez de la noche, se transmitió una Cadena Nacional en la que el Presidente Javier Milei, rodeado de sus funcionarios, anunció triunfante que se rompió “el último eslabón de la cadena que mantenía nuestra economía nacional atada al piso hacía ya 15 años”. Es decir, se abandonaron los controles de capital, el aborrecido cepo cambiario que, a pesar de ser reprobado, se sostuvo durante el primer año de gobierno.

La modificación, que recibió la pomposa denominación de “Fase 3 del programa económico”, consiste en unificar el mercado cambiario adoptando un esquema de bandas:

  • Las personas humanas pueden acceder libremente al mercado cambiario.
  • Para los exportadores se elimina el dólar blend, que habilitaba a liquidar el 20 por ciento del valor de las exportaciones realizadas al dólar financiero. 
  • Si el tipo de cambio cae a un valor por debajo de los 1.000 pesos por dólar, el BCRA interviene en el mercado comprando dólares hasta que la divisa vuelva a ese valor. Si supera los 1. 400, el BCRA vende dólares para reducir el tipo de cambio.
  • Los dos límites de la banda se actualizan mensualmente, incrementando su valor en un 1 por ciento.

Los plazos de pago de importaciones también recibieron un rediseño, tendiente a acotar los plazos:

  • Las importaciones de bienes pueden pagarse a partir del ingreso aduanero, cuando antes era pasados los 30 días. En el caso de las MiPyMES, el plazo era de 30 días a partir del ingreso aduanero, y pasó a ser de 30 días a partir del despacho en puerto de origen.
  • Las importaciones de servicios se pagan al momento de la prestación, en lugar de los 30 días corridos que regían anteriormente.
  • Los bienes de capital se pagan con un anticipo por el 30 por ciento de su valor, el 50 a partir del despacho en puerto de origen y el 20 restante tras el ingreso aduanero. Anteriormente, estaba habilitado el pago anticipado del 20% para MiPyMEs.

La liberación de las restricciones cambiarias, así fuera parcial, es algo que cabía esperar. De hecho, con mayor pericia, podría haberse ejecutado luego de la primera devaluación por parte del Gobierno, en diciembre 2023. En vez de eso, el Gobierno organizó un esquema que condujo a una debacle de las reservas acumuladas en el primer año.

Desde el inicio de 2024, el dólar financiero sobre el que se intervenía tuvo un alza significativa, lo que finalmente trajo aparejada la inestabilidad de los precios. El Índice de Precios al Consumidor repuntó en marzo, alcanzando una variación anual del 3,7 por ciento. En septiembre tuvo un alza del 3,5 por ciento, y desde entonces varió entre el 2,7 y el 2,4.  La variación de Alimentos y Bebidas fue del 5,9 por ciento, igual que la de la Canasta Básica Alimentaria. 

Lo último es un dato preocupante, porque cuando los alimentos se vuelven impulsores del alza de los precios, quiere decir que se está ante un proceso que puede exacerbarse. Además de sus propias implicancias, fuerza una presión al alza sobre los salarios que, aún en tiempos de debilidad para los trabajadores, es difícil de resistir sin provocar una erosión del poder político.

La reelaboración del esquema cambiario implica que, por el momento, el colapso que hubiese significado una devaluación abrupta queda aplacado. Pero eso no conlleva un cambio en la orientación de la política económica, ni en sus consecuencias.

Sobre lo último, es necesario hacer algunas aclaraciones. El Gobierno lo presenta como una transformación radical, que facilita la realización de inversiones. Y algunos de sus detractores parecen pensar que por sí mismo equivale a un relanzamiento del carry trade, conducente a un desastre.

En verdad, es la totalidad de política del Gobierno la que lleva a malos resultados. Al carecer de la capacidad de impulsar una recuperación de los ingresos, si se tuviese el interés, se opta por priorizar la estabilidad de precios. Es la manera que se encuentra de mantener el empobrecimiento sin conflictos, aunque con el tiempo se vuelva insostenible.

Cuando se hace evidente que la economía no crece ni mejoran sus perspectivas, y los ingresos siguen estancados, sobreviene la necesidad de llevar adelante innovaciones de política. Entonces entran en escena las liberaladas, abriendo la economía y relajando el control financiero. Lo primero contribuye a un deterioro del saldo comercial y lo segundo da lugar burbujas financieras que, al concluir, desembocan en corridas cambiarias.

Ese fue el desenlace de la tablita de José Alfredo Martínez de Hoz, un plan muy similar a la política que lleva adelante este Gobierno. Y también Martínez de Hoz era un especialista en obtener préstamos del exterior, muy venerado en los comienzos del gobierno militar. Con el paso del tiempo la falta de resultados en política económica condujo a que los militares le demanden explicaciones, y la debacle se volvió a la vez indisimulable e incontrolable.

El esquema actual merece un último comentario. La distancia existente entre las bandas da por sí misma un incentivo a presionar para que el tipo de cambio se acerque a su techo. Si bien el Gobierno se reserva la posibilidad de intervenir dentro de la banda si lo considera necesario, en una situación de corrida se sabría que el recorrido hasta alcanzar el valor que conduce a la intervención es extenso, y por eso hay un rango amplio para la ganancia especulativa. 

No se trata de una fijación firme del tipo de cambio, que en un sistema de bandas requeriría un rango de flotación mucho más acotado. Seguramente esto hubiese significado una devaluación explícita, con un mayor efecto sobre los precios, pero también resolvería la pérdida de reservas, resultando en una estabilización duradera.

En síntesis, el Gobierno busca los medios para mantener la continuidad de la relación actual entre precios e ingresos sin que le signifique un factor de desgaste. 

Al no poder revertirla, no logra consolidarse como opción política, por lo que se pretende reemplazar la fuente de ganancias del mercado interno por “el lado de la oferta”. En términos prácticos, menores impuestos, y mayores facilidades crediticias, que conviven con una mayor tasa de interés para contener el tipo de cambio.

A la larga, el resultado no puede ser un incremento de la actividad económica, porque las condiciones para la recomposición del mercado y la inversión no están dadas. Entonces lo racional es realizar ganancias por medio de la especulación financiera. Ahí reaparece el carry trade.

Ese es el proceso que se incuba en lo que resta de este mandato presidencial. Dependerá de la solidez de los sectores políticos opositores el darle forma a una alternativa que permita superar sus consecuencias.

Fuente yahoraque.com