Por José Natanson
Anoche, después de un día tenso pero tranquilo, el rector titular del Consejo Nacional Electoral (CNE), Elvis Amoroso, difundió los resultados de las elecciones: declaró que, con el 80 % de las mesas escrutadas, Nicolás Maduro obtuvo el 51,2% de los votos, frente al 44,2% de Edmundo
González Urrutia. Casi inmediatamente, el chavismo salió a festejar su victoria y pedir que se respete la voluntad popular. González Urrutia, acompañado por María Corina Machado, principal líder de la oposición, rechazó los datos y se proclamó ganador.
¿Es posible hablar de fraude? Todavía no.¿Hay que dar por buenos los resultados? Tampoco.
En Venezuela el voto es electrónico, con respaldo físico. Es decir que cada persona elige en una pantalla en la que fguran todos los postulantes y obtiene un recibo en papel, que mete en una urna. Una vez cerrada la elección, cada mesa envía los resultados a los dos centros totalizadores ubicados en Caracas. Los testigos de mesa (fscales) obtienen una copia de los resultados de cada mesa, de modo que puedan cotejar el documento en su poder con el resultado difundido, ver si los votos de la mesa X en la escuela Y que publica en CNE en su web coinciden con los del acta.
Después, se abren la mitad de las urnas (unas 16 mil) y se comprueba que los votos físicos
coincidan con los de las actas. Construido por el mismo chavismo, el sistema es reconocido como sólido por todos los observadores.
Hasta ahora, el CNE se limitó a la declaración genérica de su titular y no publicó los datos
desagregados por mesa y por centro de votación, lo que impide que la oposición realice el cotejo.
En las elecciones presidenciales de 2012, 2013 y 2018 sí lo había hecho (no lo hizo, en cambio, en el referendo por el Esequibo, una consulta popular concretada este año de la que no participó la oposición). Por otro lado, la oposición denunció que el ofcialismo le impidió acceder a las actas en su totalidad y que sólo dispone del 40% (primero había dicho el 30%). No resulta sencillo saber si esto se debe a las difcultades de acceso impuestas por el chavismo o a la imposibilidad de tener fscales en todas las mesas. En algunas mesas, la transmisión de los resultados se interrumpió anoche. Pero en cualquier caso, con el 30 o el 40 % de las actas sería posible tener una muestra amplia.
En una elección democrática, los resultados no sólo tienen que ser públicos; también tienen que ser auditables. La página web del CNE está caída desde ayer. El gobierno atribuye la demora en la difusión de los datos desagregados a un hackeo, sin ofrecer mayores detalles y aunque el sistema de transmisión no se realiza en Internet sino a través de líneas independientes, por lo que según los expertos habría sido necesario intervenir línea por línea.
La elección se desarrolla en condiciones que, en el mejor de los casos, pueden ser califcadas de semi-competitivas. La principal candidata, Corina Machado, fue inhabilitada. Cuando quiso designar a una sucesora, también fue prohibida por un trámite administrativo, a pesar de que nunca había ocupado un cargo público. González Urrutia fue inscripto sobre la hora, luego de una negociación con el gobierno, y la campaña se desarrolló de manera muy desigual: activistas
detenidos, prohibición a los líderes opositores a moverse en avión, bloqueos. Maduro aparece en el tarjetón electoral 13 veces, y el candidato opositor una sola. Hasta ahora, el chavismo había caído en todo tipo de irregularidades, pero nunca había pasado la línea de alterar los resultados de una elección nacional. Si se comprueba esa sospecha, sería algo nuevo.
Luego de la difusión de los resultados, la reacción de la comunidad internacional fue sugestiva.
Más allá de las posiciones previsibles de los presidentes de derecha, líderes insospechados de imperialismo, como el chileno Gabriel Boric, el colombiano Gustavo Petro y el guatemalteco Bernardo Arévalo, reclamaron aclaraciones y precisiones, sin felicitar a Maduro. El silencio de los dos principales referentes de la izquierda latinoamericana actual, Andrés Manuel López.
Fuente Lemonde Diplomatique.
Recomendados
El día en que el peronismo perdió a los jóvenes
Guerra Santa: esa recurrente obsesión libertaria
Lucha por el poder en La Pajarera