Editorial – El País
El veredicto de culpabilidad emitido el martes contra el expolicía de Minneapolis Derek Chauvin por la muerte de George Floyd, acaecida en mayo de 2020, constituye un punto de partida imprescindible en una larga tarea que le espera tanto a las autoridades como a toda la sociedad estadounidense: revertir una preocupante situación donde se mezclan el abuso de autoridad, el empleo desproporcionado de la violencia y el racismo en numerosos casos donde los protagonistas son agentes del orden.
Resultan más que justificadas las escenas de alegría en diversos puntos de Estados Unidos al conocer el resultado. Las imágenes de Floyd asfixiándose en el suelo mientras el policía ahora declarado culpable no levantaba la rodilla de su cuello, a pesar de los desesperados gritos de la víctima diciendo que no podía respirar, dieron la vuelta al mundo y desencadenaron la mayor protesta antirracista del país desde los tiempos de la lucha por los derechos civiles de la minoría negra en los años sesenta. Las manifestaciones registradas a lo largo de todo el país también expresaban el hartazgo por los repetidos episodios de los últimos años de personas pertenecientes a minorías fallecidas durante procesos de detención o simplemente identificación a manos de agentes de la policía.
A falta de establecer la pena, el proceso contra el exagente Chauvin ha trascendido los hechos que se juzgaban en la sala. Resulta fundamentada la sensación de impotencia de muchos estadounidenses ante lo que consideran, con razón, una sistemática actuación abusiva de las fuerzas del orden, especialmente en contra de la minoría afroamericana. Desgraciadamente, los episodios son constantes, y en cambio las condenas por la acción de los policías son escasas. En el caso de Chauvin, claramente ha sido clave la existencia de un vídeo que grabó toda la escena. Estaban cargados de razón quienes antes de la sentencia se preguntaban cuántos casos similares han pasado inadvertidos simplemente porque no estaban grabados.
El veredicto, pues, es muy importante. Pero es igualmente crucial que toda la reflexión que ha rodeado a estos dramáticos hechos sirva para una persecución y eliminación real de las prácticas policiales injustificables. Correcta parece la iniciativa, anunciada ayer por parte del Departamento de Justicia, de revisar si hay fallos sistémicos en la acción policial de Minneapolis. Sin embargo, limpiar la “mancha en el alma de la nación” estadounidense —como la definió el presidente Biden— requiere mucho más. Una acción exhaustiva en múltiples frentes para erradicar el racismo, la discriminación y la desigualdad subyacente en la sociedad que se proclama la democracia más poderosa del mundo.
Gentileza de Other News
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