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"Contra Mitre" columna editorial del Dr. Luis Alen, Director de la Licenciatura en Justicia y Derechos Humanos de la UNLa.
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Por Luis Hipólito Alen – Megafon/Universidad Nacional de Lanús

En un nuevo ejercicio de la hipocresía a la que nos tienen habituados la derecha vernácula y sus medios de desinformación masiva, la aparición de la foto de un festejo de cumpleaños de Fabiola Yáñez, celebrado en la residencia presidencial de Olivos, provocó un vendaval de críticas, denuncias, pedidos de renuncia y proyectos de juicio político al Presidente Alberto Fernández. Convengamos en primer lugar que Alberto cometió un grosero error al permitir esa celebración. Error por el cual pidió disculpas públicas al menos en dos oportunidades. Pero veamos la cosa en su real dimensión. Lo primero que debe señalarse es la maniobra inocultable que se desprende de la publicación de la foto. El festejo de marras ocurrió el 14 de julio de 2020. La cronista del pasquín fundado en 1870 por Bartolomé Mitre, Guadalupe Vázquez, que ostenta el dudoso antecedente de haber trabajado para Jorge Lanata, y una relación que no se sabe si dura todavía, o si ya se extinguió, o cuánto duró, o de qué tipo fue, con Juan Pablo Biondi, vocero presidencial, la exhibe como fruto de una investigación. ¿Quién puede creer que eso fue así y no que la foto fue cuidadosamente guardada, en una de esas operaciones de difamación a las que la Tribuna de Doctrina nos tiene acostumbrados, para su utilización justo en medio de la campaña electoral? Por si acaso, la reportera devenida en ocasional estrellita del paraíso de las denunciantes no ahorra epítetos y opiniones agraviantes contra el Presidente y la Primera Dama, y en el programa Comunidad de Negocios, que se exhibe por LA NACIÓN+, se despacha opinando que “todo lo que el Gobierno podría haber hecho mal, lo hizo mal”. (A propósito, qué bien elegido el nombre para el programa. Queda totalmente claro que no es un programa periodístico y que quienes lo conducen -y sus entrevistados- no ejercen el periodismo sino que se dedican a los negocios). 

Sigue Vázquez aclarando que no tiene miedo, y que el ataque que dice haber recibido “fue el mismo modus operandi de ir por la vida privada del mensajero. Me llama la atención como usan todo el aparato estatal para alimentar algo tan sucio”. Si no fuera parte de una embestida siniestra, causaría gracia que la escriba acuse a los demás de lo que ella practica. Porque queda claro que se mete con la vida privada de la pareja presidencial, y usa para ello todo el enorme poder del aparato comunicacional que pretende dirigir la vida de los argentinos e imponer condiciones a cualquier gobierno que la gente elija. 

La empleada del grupo Mitre-Saguier sigue derrochando el odio, principalmente contra Fabiola Yáñez, a la que acusa de haber hecho un despliegue obsceno “en sus redes sociales donde mostraba su privilegio como primera dama mientras todos estaban encerrados y empobreciéndose”. Vale reiterar, a modo de aclaración, que habla de la compañera de Alberto y no de la nieta oficial de la televisión, siempre objeto de alabanzas que destacan su vestimenta y sus filosos pensamientos, como aquel en el que nos enseñó que los niños de hoy son los hombres del mañana. Pero esas mesazas siempre dispuestas a embestir contra el populismo y a servir de tribuna para cualquiera que quiera destilar veneno contra el gobierno son un ejemplo a seguir para el neomitrismo, cada vez menos ilustrado. Por las dudas, ante las críticas que recibió de muchas mujeres y el nulo apoyo que concitaron sus ataques, dijo que no esperaba solidaridad del colectivo feminista porque “Es una hipocresía con fines espurios y no con convicción. El feminismo es un movimiento muy legítimo, pero lo están bastardeando como han bastardeado la causa de los derechos humanos”. Como si sus antecedentes y su actual empleo nos pudieran hacer suponer que está a favor del feminismo o de la causa de los derechos humanos. Vamos, tranquila Guadalupe, no te preocupes que a nadie se le ocurriría tal cosa.

 Lo cierto es que tras la tan oportuna aparición de la foto de marras, una variopinta legión de falsarios, inmorales, profesionales de la mentira, inescrupulosos de toda laya, odiadores seriales, mamarrachos a sueldo, despreciadores de mujeres, perseguidores de toda disidencia, agraviantes diplomados, vociferantes melenudos y desmelenados, diputados y disputantes, se lanzaron feroces al ataque en nombre de una ética y una moral que jamás practicaron y reclamando una decencia que les es ajena, erigiéndose en tribunos de una república a la que humillaron y prostituyeron cada vez que pudieron, para aullar a coro su despecho y exigir o la renuncia de Alberto o su destitución. Lo único bueno del episodio es que, en su supina ignorancia, muchos de los denunciantes confesaron sus propias felonías. Si la reunión de Alberto y Fabiola hubiese sido un delito, ¿qué otra cosa fueron las repetidas marchas de los opositores a cualquier cosa? ¿Dónde están los expedientes en los que se reclama la prisión de los que concurrieron entusiastamente a los encuentros en los que en nombre de la libertad se agredía a los periodistas de un canal de noticias tratándolos de delincuentes y corruptos solo por trabajar en un medio que no comulga con las ideas de los neoliberalfascistas? 

A ver, en derecho existe una doctrina que es la llamada de los actos propios. Para simplificar, significa que si yo llevo adelante cualquier tipo de acto, libre y voluntariamente, después tengo que responsabilizarme por las consecuencias del mismo, y no puedo acusar a otro que ejecute el mismo acto. Puesto en la cuestión de la tan nombrada foto, si yo acuso a Alberto Fernández de haber violado las normas sanitarias respecto del aislamiento social preventivo y obligatorio por haberse reunido con un número no permitido de personas, entonces si yo participé de las marchas que se llevaron a cabo el 25/05/2020, el 06/06/2020, el 20/06/2020, el 09/07/2020, el 01/08/2020, el 17/08/2020, la noche del 01 al 02/09/2020, el 06/09/2020, el 13/09/2020, el 19/09/2020, el 28/09/2020, el 12/10/2020 o el 08/11/2020 (por citar solo a las que se efectuaron el año pasado), o si convoqué a las mismas, cometí el mismo tipo de acto que ahora digo que es delito. Muchachos, están confesos, vayan pidiendo la eximición de prisión. ¿Será previendo esto que alguna santimbanqui hizo el ridículo disfrazada de presidiaria? 

Joaquín Morales Solá cuenta el 15/08/2021 “La historia detrás de una foto escandalosa”, y dice que “La fiesta de cumpleaños de la primera dama, Fabiola Yáñez, sucedió el 14 de julio de 2020, cuando el país llevaba cuatro meses de una cuarentena estricta, que destruyó la economía, afectó la estabilidad emocional de las personas y les negó a los jóvenes el derecho a la educación”. Como siempre, casi todo lo que dice el corresponsal del genocida Operativo Independencia es mentira. Porque aunque Fabiola Yañez cumplió años el 14 de julio de 2020, no fue la cuarentena estricta la que causó todos los males que Morales cree que ocurrieron. Como cualquiera con dos dedos de frente puede imaginarlo, la causante de los problemas que el gobierno de los Fernández tuvo que afrontar cuando recién comenzaba su mandato fue la pandemia universal. Solo alguien que quiera retorcer perversamente la realidad puede atribuir a una medida de cuidado las consecuencias que Morales detalla cual si fuera Juan el apóstol hablando del apocalipsis. 

El 15 de julio de 2020, un día después del cumpleaños tan citado, don Joaquín se las agarraba con Rodolfo Canicoba Corral, que estaba pasando a engrosar las filas de los jubilados. Eso sí, no se privaba de augurar al país empobrecido (por sus amigos, cabe acotar) más sufrimientos por venir. Como la imagen de Alberto estaba todavía en auge, el escriba no se animaba a cañonearlo por completo. Ahora, con los comicios a la vuelta de la esquina, saca toda la artillería de falsedades, manipulaciones y desinformaciones varias. Ni la niñez ni la adolescencia en edad escolar vieron negado su derecho a la educación. Por el contrario, se les garantizó el mismo a través de modalidades que no expusieran a ningún estudiante, ni a sus familias, al riesgo de contagio. Ese descuido solo pasó en la ciudad autónoma donde el alcalde Larreta creyó alimentar su ambición presidencial exponiendo a estudiantes y familias al flagelo del coronavirus. Pero el jefe comunal es la gran esperanza de la derecha y no hay que castigarlo. 

La economía, castigada por el COVID19 en todo el mundo, lentamente se va recuperando y con pandemia y restricciones, las inversiones son en este poco más de un año y medio de gobierno mayores a la catástrofe producida por el dormilón serial y su pandilla de saqueadores. La estabilidad emocional de los conocidos de Morales, de la cual uno puede dudar con cierta base, viendo cómo ejercen su derecho al sufragio, parece más afectada porque el gobierno no se cae pese a tanto embate en su contra, que por alguna cuarentena. Total, les queda Miami para ir a vacunarse. 

Pero sigamos con las mentiras de Joaquín. “En esos días, el Presidente había comenzado una exitosa negociación con Pfizer para abastecer con esa prestigiosa vacuna al mercado argentino. Esas conversaciones se frustraron después, cuando el Gobierno optó por la vacuna rusa Sputnik V, opción que terminaría en un naufragio. El laboratorio ruso no pudo enviarles a los argentinos en tiempo y forma la segunda dosis esencial”. Si había algún éxito posible en esas negociaciones era para el laboratorio, y no para los argentinos. Pfizer trataba de imponer condiciones imposibles de aceptar, aprovechando la tragedia del virus para engordar sus arcas, cumpliendo con la ley del capitalismo salvaje: solo importa la ganancia. El Instituto Gamaleya, productor de la Sputnik V, proveyó a la Argentina de millones de dosis de su vacuna y además, selló un acuerdo por el cual en estos días las dos dosis se producen en nuestro país, que se ha transformado en uno de los pocos productores de vacunas que hay en el mundo. 

No hay naufragio cuando, solo para citar un ejemplo, más del 95% de los adultos mayores de la provincia de Buenos Aires ya están vacunados. Lo que naufraga es el buque insignia de la oposición, rejunte de malandras peleados entre sí por ver quién se queda con algún cargo expectable, y que frente a su total carencia de propuestas y a la imposibilidad de explicar los desastres producidos entre el 2015 y el 2019, se aferran a la foto del cumpleaños como un náufrago del Titanic al último salvavidas disponible. Pero basta con la foto. O por lo menos, con esa foto. Porque esta oposición desunida y tramposa vive corriendo el eje del debate. 

Ahora nos quieren hacer creer, frente a las próximas elecciones, que lo que importa es que Alberto cenaba con su compañera y algunos amigos en la quinta de Olivos, y no. Hay mil cosas que debatir. Y si alguien tiene que dar respuestas son ellos. Porque si hay una foto que no puede ser explicada por tanto opositor indignado, es la que retrata la reunión del 19 de julio de 2018, en horas de la noche, en la residencia de Olivos. Sus protagonistas fueron Mauricio Macri, Juliana Awada, Nicolás Dujovne, Luis Caputo, Marcos Peña y Christine Lagarde. 

En su edición del 20/07/2018, LA NACIÓN contaba que “Además, participaron el Primer Subdirector del FMI y su número dos, David Lipton; el Director del Departamento del Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, y el jefe de la Misión para la Argentina, Roberto Cardarelli”. Una invasión con todos los tanques. Claro que para la Tribuna de Doctrina todo pintaba de color rosa: “La presidenta del Fondo le dio un fuerte respaldo a la marcha del programa de recorte fiscal establecido en el acuerdo con el organismo”. Refrescando memorias perezosas, digamos que la ofensiva del Fondo redundó en el endeudamiento del país por más de cuarenta y cuatro mil millones de dólares. Eso, porque al asumir Alberto Fernández rechazó recibir otros miles de millones que hubieran elevado mucho más, todavía, la deuda argentina. Por cierto que ese dinero no se usó para otros fines que no fueran el financiamiento de la fuga de capitales, aunque Lagarde, según LA NACIÓN “manifestó su apoyo al liderazgo de ambos ministros. Luego de decir que la reunión con el ministro de Hacienda fue ‘muy productiva’, aprovechó para ‘reiterar el apoyo del FMI al plan de reforma de las autoridades argentinas’». Así nos fue. Comparemos. Que se sepa, más allá del error admitido por Alberto y el impacto que produjo en la sociedad, la cena de cumpleaños no ocasionó daños a nadie. Por el contrario, la cenita de Macri con Lagarde y compañía nos puso la soga al cuello, profundizando la crisis que el gobierno de tránsfugas causó, con préstamos con vencimientos a los cien años. ¿Dónde están los gorilas aulladores que se quejan del cumpleaños, cuando se les pide explicación por esa otra foto y sus consecuencias? 

Perdonen por la vehemencia, pero cuando uno ve a estos cruzados de la impudicia reclamar contra el Presidente, sin haber tenido ni siquiera un mínimo de decencia que los llevara, por ejemplo, a pedir perdón por las denuncias infames realizadas contra Cristina y sus funcionarios. ¿Dónde está Ocaña avergonzada por haber falseado la denuncia por el Plan Qunitas, con la consecuencia del daño contra la salud de niñas y niños, y el costo para el Estado por la destrucción de materiales y la guarda de supuestas pruebas? ¿Dónde los que denunciaron a Cristina, Axel Kiciloff y Alejandro Vanoli por la operatoria del dólar futuro, que ellos mismos aprovecharon para enriquecerse? Nada, ni los escuchamos ni los vamos a escuchar. Porque no tienen vergüenza y están dispuestos a causar más daños. 

El 17/08/2021, Carlos Pagni califica “Alberto Fernández, talibán de sí mismo”. De movida no más, se las toma con la foto y dice una de sus no verdades: “¿Por qué todos entendemos rápido la foto de Olivos? Porque todos estuvimos encerrados sin poder festejar, reunirnos o hacer las miles de cosas que nos prohibieron hacer. Entonces, cuando ves esa fiesta, ese cumpleaños, entendés inmediatamente de qué se trata”. No todos estuvieron encerrados, Pagni. Los lectores de LA NACIÓN que se lanzaron a las plazas, a la residencia de Olivos, a cacerolear y gritar su odio y sus insultos, a golpear camarógrafos y cronistas, no estuvieron encerrados. Por otra parte, todos podían salir, a pasear su perro, a hacer sus compras, a retirar remedios de las farmacias. No hubo encierros totales. Ni hablar de los viajes del fanático de Netflix. O de los que cruzaron el río, porque ahora en Uruguay ya no está el Frente Amplio en la presidencia. O los que se fueron a cualquier parte, porque si ahora hay quienes reclaman porque no pueden volver, es porque antes pudieron irse. 

Pagni insiste: “para decirlo con una imagen candente, Alberto Fernández es un talibán de sí mismo. En dos sentidos: por la pasión desenfrenada con que se defiende y por la agresividad con que se lastima”. Parece que el escriba hubiera esperado encontrarse a un Alberto indefenso. Le molesta ver que en lugar de un Presidente manso y entregado, aparezca un Fernández que dice cosas bien claras y ciertas. Cosas que lastiman a los que se llevaron puesto al país, a sus instituciones, a su gente, solo para llenarse los bolsillos, ellos y sus patrones del exterior. “Llamó la atención el discurso del Presidente en La Matanza, estaba muy enojado, se dio manija, dijo que estuvo todo el fin de semana leyendo a los hipócritas. Y no creo que se refiriera solamente a los periodistas”. Parece advertirse una cierta cola de paja, que hace que Pagni, siempre servicial con el poder, identifique como hipócritas a los periodistas. No, los periodistas no, solo los que escriben columnas de mentiras y falsedades en las páginas de LA NACIÓN y su primo el clarinete mentiroso. 

Hay un viejo refrán que dice que al que le quepa el sayo, que se lo ponga. Alberto dijo, y esperamos que así sea, que “nunca ustedes me van a escuchar tener que pedir disculpas porque cerré el Ministerio de Salud o el Ministerio de Educación o el Ministerio de Trabajo”; “nunca me van a tener que escuchar pedir disculpas porque me arrodillé frente al Fondo Monetario Internacional (FMI) y endeudé a la Argentina y a generaciones de argentinos»; «nunca me voy a tener que disculpar por hacer un negocio con los parques eólicos, ni haber creado una mesa judicial que persigue y hostiga a los opositores». Sobre los encuentros que mantiene en Olivos, aclaró que “En Olivos me encuentro con gente que me necesita y con amigos y amigas, pero no me encuentro con empresarios a los que les doy ventajas y negocios del Estado. Mis hermanos no se benefician con la venta de una empresa propia después de que las autopistas aumentan». También recordó que “había una gobernadora que se jactaba de no abrir más universidades ni hospitales». 

Fiel a su costumbre, nada dice Pagni de todo esto. Son los enojos del Presidente. Pero si en tanto productor de columnas que en lugar de informar desinforman, en tanto escriba de páginas repletas de mentiras directas o de sugerencias insidiosas, en tanto replicante de denuncias falsas que nunca se acuerda de contar cuando esas denuncias se caen, hubiera un mínimo de honestidad intelectual, sabrían que en su enojo Alberto puso sobre el tapete las cosas que se deben discutir, porque hacen al modelo de país que se pretende. Uno que privilegie la especulación financiera, la desindustrialización, la precarización laboral, los negocios con los amigos y parientes, el endeudamiento sin límites, la entrega del patrimonio nacional, o uno que busque un país de iguales, con una salud pública fuerte y provista del equipamiento necesario para hacer frente a cualquier crisis, con un reparto equitativo de las riquezas, con educación pública gratuita y de calidad, con respeto por los colectivos disidentes, con una impronta feminista, con la defensa irrestricta de los derechos humanos, con Memoria, Verdad y Justicia.

No sé si Alberto hará todo eso. Estoy seguro que los candidatos que LA NACIÓN mira con simpatías no lo harán. También estoy seguro de que no van a querer debatir sobre ninguno de estos temas, porque el pasado los condena y porque quieren repetirlo. Porque se quejan de la visita de los amigos de Fabiola, pero son genuflexos cuando quienes vienen de visita son los representantes del capital sin patria ni bandera. Miren la foto que corresponda. Después enójense con aquellos que lo merecen. 

Una pequeña caricia para la autoestima: gracias José Manuel Ubeira, Aníbal Fernández y Julián Guarino por los saludos de los caníbales. Es bueno saber quiénes nos leen.