En la Argentina se repite, cada tanto, el mismo diagnóstico: “el peronismo está terminado”. Sin embargo, la historia política del país demuestra lo contrario. Ningún ciclo de crisis interna, derrota electoral o recambio generacional logró borrar una identidad que atraviesa más de siete décadas.
El peronismo no se extingue; se adapta. Cambia de rostro, de discurso y de territorio, pero mantiene su vigencia como cultura política y como estructura de poder.
Las recientes elecciones, lejos de anunciar su desaparición, evidenciaron el fin de una etapa: la del peronismo hegemonizado por el kirchnerismo. Lo que hoy asoma es un proceso de reconfiguración, con liderazgos más territoriales, menos ideológicos y más anclados en la gestión.
En ese mapa en transición, el zamorismo se ha consolidado como una expresión singular del nuevo peronismo provincial.
Desde Santiago del Estero, Gerardo Zamora ha construido un modelo de poder estable, basado en la obra pública, la planificación, el orden institucional y la disciplina política. Un modelo que, lejos de la confrontación permanente, privilegia la gobernabilidad, la previsibilidad y el desarrollo sostenido.
Mientras otras provincias se vieron sacudidas por crisis políticas o endeudamientos estructurales, Santiago del Estero logró una administración sólida, con equilibrio fiscal, expansión de infraestructura y una imagen de gestión que trasciende fronteras.
Gerardo Zamora representa así un peronismo de resultados, más que de consignas; un liderazgo que, sin estridencias mediáticas, ha consolidado una provincia donde el Estado cumple un rol planificador y activo, pero con control político y eficiencia administrativa.
Su reciente asunción como senador nacional no implica un cierre de ciclo, sino una proyección nacional. Desde el Congreso, puede convertirse en una figura de equilibrio entre regiones y bloques, un articulador del federalismo real frente al centralismo porteño.
En tiempos de liderazgos efímeros y discursos vacíos, Zamora encarna algo distinto: la continuidad, el trabajo y la gestión como valores políticos.
Puede el zamorismo ser un indicador del nuevo ciclo del peronismo?
Sí, si logra traducir su experiencia provincial en una narrativa nacional de reconstrucción.
La Argentina que viene no necesita promesas, sino certezas. Y en ese escenario, figuras con experiencia territorial y capacidad de gestión pueden ocupar el espacio que dejan los grandes relatos agotados.
En un país cansado de crisis, el modelo del norte puede empezar a ser escuchado en el centro.

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