En un contexto peligroso, dominado por la decisión de Milei de meterse en el conflicto de Medio Oriente, y en una situación social de desinflación recesiva, los libertarios quieren que la provincia de Buenos Aires reaccione como la ciudad. Si no pueden polarizar ya con Cristina candidata, tratarán de hacerlo con su imagen. El peronismo, mientras tanto, tiene menos de un mes para definir candidaturas. Y está atrasado en términos de mensaje sintético, atractivo y esperanzador.
Por si quedaban dudas, Su Excelencia el Presidente Javier Milei volvió a escalar hacia el peligro de guerra. Un riesgo sobre todo, para el país que gobierna, una débil nación llamada Argentina, situada lejos de Oriente Medio y desprovista de los elementales medios de prevención y defensa. La primera vez fue el 15 de junio. Mediante un comunicado de la Oficina del Presidente, Su Excelencia condenó “el vil ataque perpetrado por la República Islámica de Irán contra el Estado de Israel”. La segunda vez fue el jueves 19 de junio, durante una entrevista en La Nación Más con Esteban Trebucq: “Irán es un enemigo de la Argentina”, dijo.
Su Excelencia actuó de manera consistente con su declaración inicial sobre política exterior, según la cual el Gobierno se alinearía con los Estados Unidos y con Israel. Y cuando hay guerra, como en este caso, alinearse no significa expresar simpatía por uno u otro país sino establecer una alianza geopolítica y estratégica. En este caso, además, ese nivel de incondicionalidad viene acompañado de un inédito aislamiento de la Argentina respecto de la región, empezando por Brasil y el Mercosur, al que Milei desea destruido en su esencia de mercado común, y una desconexión de la zona más dinámica del comercio mundial representada por los Brics ampliados. Anunciar que no integraría ese grupo a partir del 1° de enero de 2024 fue la primera medida de política exterior de Su Excelencia.
Sin compañía de los vecinos ni apoyo multilateral, la Argentina queda inserta de manera irresponsable y solitaria en un conflicto sobre cuyo fondo los gobiernos democráticos coincidían hasta ahora: reconocimiento al Estado de Israel y al derecho de los palestinos a tener un Estado soberano, paz justa y duradera, embajada en Tel Aviv y no en Jerusalén, reclamo a Irán de que comparezcan los sospechosos citados por la Justicia argentina en la investigación del atentado a la AMIA de 1994.
En guerra, la gente busca refugio. Su Excelencia parece preferir el desafío de exponer a un pueblo entero a un peligro que se suma al que ya vive todos los días por la caída de ingresos y la destrucción de toda forma de salario indirecto.
Todo es válido en el plan de los libertarios para destruir los sectores más eficientes y autónomos del Estado –llámense hospital Garrahan o ARSAT– y enfrentar las elecciones con una deflación recesiva digna de 2001. Su esperanza es que, como ocurrió con Carlos Menem en los comicios de 1995, cuando la desocupación se acercaba al 20 por ciento, los votantes tarden en caer en la cuenta de que no sólo no tienen presente sino tampoco un futuro mejor.
En términos electorales los recursos políticos de Karina Milei y Santiago Caputo, los dos encargados de una rosca que a Su Excelencia dice no gustarle, están dirigidos a las elecciones provinciales bonaerenses del 7 de septiembre.
Las fuerzas del cielo ya lograron violetizar al PRO. No les costó mucho. Cristian Ritondo, presidente del macrismo provincial y exministro de Seguridad, aceptó ir al pie de La Libertad Avanza sólo a cambio de la promesa de que los libertarios no molestarán al PRO en los distritos donde hoy gobierna.
El objetivo es repetir, palabras más, palabras menos, la consigna con la que ganó Manuel Adorni en la ciudad de Buenos Aires: kirchnerismo o libertad. Polarizar al extremo. Si no es con Cristina delante, con el fantasma de Cristina. Licuar todo voto de ultraderecha, derecha y centroderecha y volcarlo hacia los candidatos libertarios. Sin gorilismo explícito, eso sí: Su Excelencia aspira a mantener o incrementar el voto sociológicamente peronista, sobre todo entre varones pobres y jóvenes, muchos de ellos hijos o nietos de votantes peronistas, que en 2023 sintió que tenía donde canalizar su hartazgo o su malaria.
En los últimos días los libertarios comenzaron a ensayar una herramienta: aprovechar la condena de Cristina Fernández de Kirchner como elemento de polarización.
No hay evidencias de que Su Excelencia haya sido el factor decisivo en el fallo de la Corte Suprema contra CFK. Más bien los indicios apuntan a Mauricio Macri y al núcleo empresario liderado por el Grupo Clarín. Su Excelencia repite, quizás sin entender a fondo las consecuencias que podría tener para él mismo, el mantra de “quien las hace, las paga”. La parte operativa corre por cuenta de la ministra de Seguridad Nacional, Patricia Bullrich. Al tiempo que, con un decreto, convierte a la Policía Federal en una guardia pretoriana del Ministerio, inteligencia propia incluida, Bullrich es la encargada de azuzar a CFK para mantenerla en el candelero no como proscripta sino como foco de conflicto. Es el camino que va de la inversión de la carga de la prueba, practicado por la Justicia hasta llegar al fallo de la Corte, a la fabricación de un punto de aspereza que no sea la dificultad de llegar a fin de mes.
Los discursos de Cristina Kirchner, empezando por el que dirigió, grabado, a la enorme multitud reunida en Plaza de Mayo el 18 de junio, naturalmente mencionaron la proscripción. Pero tocaron en especial la fea situación cotidiana de trabajadores y jubilados, de empresarios chicos y medianos y de médicos.
El desafío del peronismo ahora, en el corto plazo, es la provincia de Buenos Aires, con elecciones el 7 de septiembre para los niveles legislativos no nacionales. La ventaja es que una buena parte de la militancia está tonificada después del acto en Plaza de Mayo. La militancia, no necesariamente el pueblo en general. Otra ventaja es que en la última semana hubo muestras hasta hace poco impensables de confraternidad peronista. Sea por convicción doctrinaria o sea por autodefensa, o quizás por ambas cosas a la vez, la presencia por zoom del gobernador catamarqueño Raúl Jalil en la reunión del PJ con los gobernadores no fue un dato menor.
Ventajas al margen, las cosas ya no pintaban fáciles en las elecciones provinciales antes de la condena contra CFK. Tanto los sectores alineados en el Movimiento Derecho al Futuro como los más afines a La Cámpora venían calculando que para mantener la ventaja del balotaje de 2023, cuando en la Provincia Sergio Massa le ganó a Milei, sería clave ensanchar los votos en el interior bonaerense, subir en la Primera Sección electoral y ganar por el 50 por ciento la Tercera Sección, que incluye entre otros partidos a La Matanza, Lomas de Zamora, Avellaneda, Lanús y Quilmes.
Cualquier persona en condiciones de ser candidata en la Provincia puede competir en la sección que desee. Cristina, que nació en La Plata, no eligió en su momento la Octava sección, justamente la platense. Anunció que sería candidata a diputada provincial por la Tercera. Allí el peronismo al menos en la estadística tiene la historia a su favor. Y, sobre todo, está invicto desde 1983 en el distrito más grande, La Matanza, con más de un millón de personas en condiciones de votar de los cinco millones de la Tercera. Cristina jugaba, pues, a ganadora en el corazón de la Tercera, y ella misma dijo a C5N que sin unidad habría derrota segura pero que la unidad no garantizaba la victoria.
Si esto es así, de las prolíficas declaraciones de Máximo Kirchner en los últimos días no habría que tomar la parte en la que no descarta ser candidato sino otras dos:
*Dijo en Radio con Vos que no le caía simpático competir en lugar de su madre proscripta.
*Declaró, en obvia referencia a la palabra “Kirchner”, que el peronismo no debe descansar en “apellidos milagrosos”.
Salvo que la prisión de Cristina cambie las cosas, al menos hasta hoy la figura del presidente del Partido Justicialista provincial no prima en las encuestas de intención de voto.
Si el plan libertario es generar esperanza en un porvenir maravilloso, elogiar la desinflación como un paraíso y prometer que la macro traerá mejores salarios y alejará el fantasma de quedarse sin trabajo, el desafío peronista será combinar dos agendas: la de la solidaridad con CFK, que sin duda seguirá presente como sucedió el 18 con todas las líneas internas, y un mensaje sintético, esperanzador, emotivo y al mismo tiempo racional sobre por qué es mejor votar a un peronista que a un libertario.
Si la primera parte se desprende de la realidad, la segunda, la del mensaje a futuro, todavía no está redondeada. Es seguro, además, que a esa agenda doble jugará Kicillof, con el añadido de mostrar un tipo de gestión diferente de la de Milei en la provincia de Buenos Aires y difundir qué cosas no se pueden hacer cuando el Estado nacional hurta un cuarto del presupuesto al Estado bonaerense.
Las campañas no están diagramadas. Las fechas, mientras tanto, corren. El 9 de julio deben estar inscriptas las alianzas y el 19 de julio, es decir dentro de menos de un mes, habrá que inscribir las candidaturas. Todo indica que la semana que viene comenzará un forcejeo sordo y que las definiciones se producirán recién al final, contra el cierre. Como corresponde: aunque a veces no parezca, sigue siendo cierto que la única verdad es la realidad.
Fuente yahoraque.com
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