“Así como nunca pudo existir el peronismo sin Perón, en este etapa no puede sobrevivir el peronismo sin Cristina. El liderazgo de ella es tan grande que solo se terminará el día que se muera. Ya intentaron armar un peronismo sin ella y no prosperó. Mientras tanto, todos los que quieran estar en el frente, tendrán que aprender a convivir con ella. El único que lo supo hacer fue Massa”.
Un dirigente de primera línea del kirchnerismo, muy cercano a la ex presidenta, utilizó esa definición para razonar y describir el momento actual del peronismo. Una convergencia de factores históricos, intentos fallidos, discusiones intermitentes, egos reprimidos y limitado coraje para el debate político.
El señalamiento al líder del Frente Renovador no es casual. Tiene un argumento que lo sostiene. Una década atrás, Massa fue uno de los principales oponentes a CFK. Enfrentó su poderío en las elecciones legislativas del 2013 y le ganó. En el camporismo lo llamaban traidor con naturalidad. Contribuyó en el armado de espacios políticos para competirle al kirchnerismo. Pasó por todas esas etapas antes de confluir en el Frente de Todos para sacar a Mauricio Macri de la Casa Rosada.
Después de la salida de Martín Guzmán, tomó el mando del ministerio de Economía y creció en influencia. Cuando fue candidato a presidente logró que la entonces vicepresidenta casi no aparezca en la campaña electoral, dejando en claro que no era conveniente que el foco se pusiera en ella. Aprendió a convivir con esa sombra sin perder poder propio. Siempre estuvo en la cancha. Siempre. Igual que CFK.
Por todo eso, y porque Cristina Kirchner ha sabido mantener gran parte de su poder indemne, es que sigue ocupando un rol protagónico estelar en la vida del peronismo. El último argumento para sostenerlo lo selló la jueza federal María Servini, cuando rechazó el planteo de Ricardo Quintela para postergar las elecciones del PJ Nacional. Va a conducir el partido después de sangrar en un camino de espinas que el riojano le planteó recorrer.
Quintela no pudo tener la documentación en regla para competir sin dejar margen a los cuestionamientos internos. Así lo consideró la Junta Electoral partidaria y la justicia federal. Fue un doble bloqueo que desinfló con rapidez el argumento del robo de avales. Por impericia o por falta de capacidad para resguardar los avales, el “Gitano” quedó en el camino. Y CFK recuperó parte del poder perdido en el recorrido.
Hasta ayer a la mañana, cuando se conoció el falló de la jueza federal, había dos rebeldes en pie: Ricardo Quintela y Axel Kicillof. El primero hizo un buen intento por restarle poder a la figura de la ex presidenta. La evitó, la confrontó y la llevó al límite en un proceso electoral interno. Pero no pudo llegar a la meta final. Atrás suyo se congregaba una fila de dirigentes que hace tiempo buscan que llegue a su fin la conducción del kirchnerismo. Se quedaron sin el premio mayor. Ni siquiera compitieron.
En su estrategia de autonomía sin confrontación explícita, Kicillof se dio cuenta rápido que tenía que desmarcarse del riojano y su idea de ir a fondo por la conducción del PJ. Por eso se encargó de repetir en varias oportunidades que Quintela no era su candidato. Y, al mismo tiempo, dejó que su silencio sobre la candidatura de CFK se haga espeso y permanezca latente. No se mueve ante las presiones del La Cámpora.
El camporismo y el cristinismo nunca le creyeron al Gobernador su independencia del proyecto de Quintela. Lo relacionaron con la presencia en la lista opositora de dirigentes cercanos al intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, que es uno de los principales armadores de la estructura política de Kicillof. O con la recepción que le hizo Juan José Mussi -otro aliado del conurbano- al riojano en Berazategui.
Rápido de reflejos, Kicillof se manifestó en contra de la judicialización de la elección del PJ. El miércoles por la noche, la vicegobernadora bonaerense, Verónica Magario, anticipó el apoyo a la lista de CFK frente a la decisión de Quintela de patear la pelota al juzgado de Servini. La matancera es socia política del gobernador, más allá de compartir la fórmula. Hay quienes dicen que avanzó en soledad frente al silencio de su compañero, aunque parezca demasiado raro que se mueva sin avisarle a quien está respaldando en la disputa interna de poder.
Esos movimientos tácticos no le alcanzaron al Gobernador para poder calmar la ira de los seguidores de Máximo Kirchner. Tampoco le interesa hacerlo. “No trabajamos para agradarle a La Cámpora”, suelen decir en las oficinas más influyentes de La Plata. Y repiten que el problema es con ellos, no con CFK. No avalan la teoría que indica que si tenes un problema con La Cámpora, tenes un problema con la ex presidenta.
Del otro lado del mostrador la mirada es diametralmente opuesta. “El problema es con Cristina porque quiere construir una historia sin ella. La quiere correr del camino. Lo que pasa es que no lo dice de frente, no lo blanquea”, aseguró un dirigente con peso en la estructura política camporista. En la orga está instalada la hipótesis de que Kicillof quiere fortalecer su liderazgo en detrimento del de Cristina, caminar hacia el centro para capturar ese electorado y constituir un frente electoral donde convergan sectores que están afuera de Unión por la Patria (UP).
Axel tiene su estrategia y su proyecto. No hay una mirada colectiva. Con su accionar sabe que desgasta a CFK. Porque expone que su conducción tiene falencias que antes no tenía”, se sinceró un camporista con influencia dentro del mundo K. No es el único que entiende que la jugada del gobernador bonaerense es generar autonomía y hacerlo plantándose frente a la ex presidenta. No lo puede ordenar y, en consecuencia, su liderazgo es menos fuerte.
Además, creen que Kicillof y sus aliados territoriales eligieron a La Cámpora como rival interno para realizar un corrimiento hacia el centro y demonizar a la agrupación. Lo ven como un error de cálculo sin sentido porque advierten que él es el candidato natural y que solo debía esperar el momento indicado para saltar al primer plano. Pero se apresuró, empezó con la campaña antes de tiempo y desató la interna. Así lo piensan. El costo político interno de su actitud es una gran incógnita.
“No hay nadie que pueda decir con exactitud cuál es el problema que tiene Axel con nosotros. ¿Qué le hacemos? No hay problemas en el Gabinete, no hay problemas en la estrategia parlamentaria. ¿La canción fue el problema? Por acción u omisión, quiere jubilar a Cristina. De eso no se hace cargo”, sostuvo, con ironía, un funcionario camporista. La canción es la que le cantaron en el último acto que Máximo Kirchner encabezó en La Plata.
En el grupo político de Kicillof el principal problema que señalan es el método de conducción. Sienten que siempre están a la espera de lo que defina Máximo Kirchner y sus lugartenientes. Dicen que lo que se busca es someter al Gobernador y que se lo destrata. Que no le dan el lugar que le corresponde por el rol que tiene y que no se lo ayuda en la gestión. Todo en un contexto donde es el único nombre propio con proyección presidencial real y consistente.
Un ejemplo claro del ninguneo al que dicen que es sometido es la forma en la que se enteró del operativo para que CFK sea candidata del PJ. El economista conoció la decisión a través de las redes sociales. La ex mandataria nunca le dijo que quería ocupar la presidencia del partido ni le planteó la necesidad de que movilice a los gobernadores para haya un apoyo compacto. En ese momento el problema no era Quintela, sino las señales de autonomía que Kicillof había marcado a través de sus aliados territoriales.
El kirchnerismo atraviesa una etapa de reestructuración y discusión interna. Cristina Kirchner sigue estando en lo más alto de la estructura política pero su palabra no tiene el alcance que supo tener. Es parte de un cambio que se está procesando internamente. Un tironeo constante entre lo que fue, lo que es y lo que quiere ser. Y a la luz de ese proceso, la figura de Kicillof empieza a tener más relevancia y peso específico.
En La Cámpora aún creen que Kicillof va a ordenarse y que terminará cerrando filas con la ex presidenta. Lo proyectan de esa forma porque siguen pensando que CFK es la única capaz de ordenar al peronismo después de la derrota. A la espalda del Gobernador hay posturas disímiles. Algunos piensan que la construcción política es sin ella. Otros que es con ella pero con el mandatario provincial teniendo más protagonismo.
La ex vicepresidenta y el gobernador bonaerense tendrán que convivir. No hay margen para otra cosa. Sería muy difícil para Kicillof erigirse como un candidato nacional sin el apoyo de ella. Y, en definitiva, no es lo que quiere. Y para CFK se convertiría en una espina dolorosa y molesta tener un armado político interno que la desgaste día a día y condicione el poder de su palabra. Hay un cambio de era en marcha. Una discusión de poder que partirá la historia de la fuerza política que fundó Néstor Kirchner.
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