Por segunda vez en la historia habrá un balotaje presidencial en la Argentina. La primera vez fue en 2015. Entonces Mauricio Macri y Daniel Scioli se enfrentaron mano a mano. En un escenario de primera vuelta en tres tercios, no tan marcados como los de este año, quien quedó fuera de esa instancia decisiva fue Sergio Massa, que ahora ocho año después enfrentará en segunda vuelta a Javier Milei.
En la inmensa mayoría de los países del mundo, el sistema de balotaje es simple: gana aquel que obtiene la mitad más uno de los votos. Caso contrario, las dos fórmulas más votadas concurren a una segunda vuelta. Pero la Argentina le sumó una particularidad.
Cómo es el balotaje a la argentina
Hasta la reforma de 1994, la sociedad argentina votaba de manera indirecta, en una elección de segundo grado; esto es, a través del Colegio Electoral. En un sistema muy similar de los Estados Unidos, las fórmulas presidenciales sumaban una determinada cantidad de electores. Reunido el Colegio Electoral, la primera mayoría era proclamada vencedora y ratificada por el Congreso. Podía ocurrir un juego de alianzas si la fórmula más votada no tenía mayoría propia pero, en rigor, ese obstruccionismo nunca se concretó: siempre gobernó la fórmula más votada.
Ese sistema se utilizó a nivel de las elecciones para gobernador y cayó en desuso a la par de la última reforma constitucional. En algunas elecciones provinciales sí se impidió el triunfo del candidato más votado. Por ejemplo, en 1987, la UCR no pudo acceder al gobierno de Tucumán por el bloqueo que Antonio Bussi impuso en el Colegio Electoral, facilitando que la suma de sus votos a los del peronismo le dieran la gobernación al PJ. En Corrientes, los comicios de 1991 derivaron en una situación rocambolesca entre liberales autonómicos, justicialistas y radicales: la obstrucción derivó en la intervención federal.
En 1994, cuando la reforma propiciada por el Pacto de Olivos, se suprimió el Colegio Electoral y nació el sistema de segunda vuelta, con elección directa. La Nación se constituye así en «distrito único». El artículo 97 establece que «cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta, hubiere obtenido más del cuarenta y cinco por ciento de los votos afirmativos válidamente emitidos, sus integrantes serán proclamados como Presidente y vicepresidente de la Nación». Ese 45 por ciento opera como el 50 por ciento más uno de la mayoría de los países.
Pero hay más. El artículo 98 marca otra posibilidad para ganar en primera vuelta sin haber llegado al 45 por ciento: «Cuando la fórmula que resultare más votada en la primera vuelta hubiere obtenido el cuarenta por ciento por lo menos de los votos afirmativos válidamente emitidos y, además, existiere una diferencia mayor de diez puntos porcentuales respecto del total de los votos afirmativos válidamente emitidos sobre la fórmula que le sigue en número de votos, sus integrantes serán proclamados como Presidente y vicepresidente de la Nación». En otras palabras: 40 por ciento o más de los votos, con 10 puntos de diferencia sobre el segundo, evitan el balotaje.
Así, un candidato que gana con el 41 por ciento contra el 29, de acuerdo al artículo 98; o que en base al artículo 97 se impone 47 a 43, esquiva la segunda vuelta y es consagrado presidente, cuando esos guarismos son de ballotage en países como Uruguay, Chile o Brasil.
Conviene recordar al momento de producirse la reforma de 1994, aun imperaba con fuerza el bipartidismo entre el PJ y la UCR, que menguó por el costo político para el radicalismo por haber acordado con Carlos Menem. Desde la recuperación de la democracia, solamente Raúl Alfonsín había sacado más del 50 por ciento, en 1983, y Menem había orillado el 47 por ciento en 1989, 10 puntos más que la UCR. Desde el punto de vista de la letra de 1994, la elección de 1989 hubiera sido triunfo en primera vuelta.
Una sola segunda vuelta desde 1995
Menem fue reelecto con holgura en 1995. Llegó al 49,94 por ciento. Con un sistema simple de ballotage era escenario de segunda vuelta (y seguro triunfo del entonces presidente). Pero no solamente le había sacado 20 puntos al Frepaso, sino que además había cruzado el umbral del 45 por ciento.
En 1999, Fernando de la Rúa ganó con el 48 por ciento frente al 38 de Eduardo Duhalde. También pasó del 45 por ciento y se lo consideró ganador en primera vuelta, cuando en un sistema de 50+1 era escenario de balotaje.
El primer balotaje propiamente dicho tendría que haber ocurrido en 2003. La fragmentación posterior al estallido de 2001 hizo imposible que alguien soñar con pasar el 45 o sacarle diez puntos al segundo con un piso de 40 por ciento. Carlos Menem no lo creyó así. Se jugó y la noche del 27 de abril de 2003 comprobó que había perdido la mitad de los votos de 1995. Sacó el 25 por ciento. Segundo resultó Néstor Kirchner, con el 22. La segunda vuelta estaba estipulada para el 18 de mayo, pero Menem se bajó cuatro días antes.
En 2007, Cristina Fernández de Kirchner logró el 45 por ciento de los votos. Presidenta en primera vuelta, superando por 22 puntos a Elisa Carrió. En 2011 se logró el triunfo más categórico desde 1983: el 54 por ciento de CFK, con 37 puntos de diferencia respecto de Hermes Binner.
2015 ofreció el único antecedente de segunda vuelta. Daniel Scioli obtuvo el 37 por ciento, tres puntos más que Mauricio Macri. Sergio Massa logró el 21 por ciento. Esos guarismos forzaron un ballotage: nadie había llegado siquiera al 40 por ciento y la diferencia era de tres puntos. Macri se impuso en el segundo turno.
En 2019, el entonces presidente se fue derrotado en primera vuelta: Alberto Fernández llegó al 48 por ciento y le sacó 8 puntos, en una elección similar a la de 1999. Traspasar la frontera del 45 por ciento lo depositó en la Casa Rosada.
El caso de 1973
Pese a la normativa constitucional vigente, hay un caso en la historia argentina del siglo XX con elementos similares a los que rigen desde 1994. Hasta esa reforma, el mandato era de seis años, sin reelección directa, y pasó a ser de cuatro con una reelección. Las reformas previas nunca tocaron la duración del mandato, sí la posibilidad del segundo período en la reforma de 1949 que habilitó la reelección de Juan Domingo Perón.
En 1973, cuando la salida electoral al gobierno de facto de 1966, se votó no en lo estipulado por la Constitución de 1853 (reinstaurada por la Revolución Libertadora en 1957), sino en base a una reforma del Código Electoral. Así, si bien estaba establecido el mandato de seis años, se votó presidente para un período de cuatro años. Y se impuso un sistema de balotage, inédito hasta entonces.
La idea de Alejandro Agustín Lanusse era aglutinar al voto antiperonista en segunda vuelta, confiado en que Héctor Cámpora no llegaría al 50 por ciento. Pero el delegado de Perón alcanzó el 49,5 por ciento. La segunda fuerza fue la UCR, con el 21 por ciento. Ricardo Balbín desistió de competir.
Además de esa elección para un mandato de cuatro años con sistema de segunda vuelta, los comicios de 1973 ofrecieron otra novedad que los emparenta con el sistema actual: la elección directa de los senadores, más un tercer senador por la minoría. Antes y después de esa elección, y hasta 1994, los senadores eran dos por provincia, elegidos por las legislaturas locales, con mandato de nueve años. Los dos senadores eran del color político del gobernador, con mayoría en el parlamento local. Lanusse trató de amortiguar un Senado hegemonizado por el peronismo (como había ocurrido en 1946, y garantizó un piso del 33 por ciento para otras fuerzas con senadores por la minoría.
Esa lógica, acortando el mandato a seis años, se retomó en 1994. Los senadores pasaron a ser electos por voto directo a partir de 2001, cuando completaron su mandato los últimos senadores elegidos por nueve años. Se acortaron los mandatos de los senadores electos por las legislaturas en 1995 y 1998 y con el nuevo siglo la Cámara Alta se renueva por tercios cada dos años a través de las urnas y con el tercer senador para la segunda minoría de cada provincia.
El 22 de octubre a la noche se confirmó que la carrera a la Rosada de 2023 necesitará de un segundo turno en cuatro semanas.
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