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La inflación, sin control: agosto cerró con una cifra histórica y el Gobierno se prepara para un septiembre peor

Funcionarios manejan números que son los peores en 30 años. Los precios se aceleran a pesar de que ya se nota un deterioro del consumo
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El relevamiento de precios que periódicamente elaboran en el equipo económico dio que la inflación de agosto cerró en el 11%, aproximadamente. Hay que remontarse más de 32 años -hasta marzo de 1991- para observar un IPC semejante al del mes pasado. Si el INDEC termina convalidando esta medición extraoficial -pero que coincide con las que efectuaron las consultoras privadas-, la inflación de agosto incluso habrá sobrepasado la que existió a la salida de la convertibilidad: en abril de 2002, la inflación fue del 10,2%.

Justamente, uno de los hechos más relevantes del actual proceso refiere a la velocidad en el traspaso de los mayores costos por la devaluación a los precios finales. El denominado «pass through» se da prácticamente de manera automática. Algo que en 2002 no existía. La salida de la convertibilidad, a fines de 2001, se demoró algunos meses en impactar en el índice.

La crisis inflacionaria que atraviesa la economía desde hace tantos años aceleró también esa dinámica en la formación de los precios.

Las coberturas que de por sí se toman por la incertidumbre se potencian cuando existe un evento, como la devaluación del 14 de agosto, cuando el salto del dólar fue del 22% (27% a lo largo del mes). En este contexto, la inflación que cerró el año pasado en torno del 5% a 6% mensual, este año llega a los dos dígitos tras el salto cambiario.

En el propio equipo económico calculan que la inflación de septiembre podría ser incluso más alta. Por eso mismo, Sergio Massa tomó la decisión de congelar hasta después de las elecciones los pasajes en el transporte público del AMBA (colectivos y trenes). Lo mismo sucederá con el precio de los combustibles, y con el costo de las prepagas en el caso de las familias con ingresos inferiores a los $2 millones mensuales.

Inflación: ¿septiembre será peor?

Tanto las consultoras como en el elenco oficial suponen que la inflación de este mes será más elevada que la de agosto. Sebastián Menescaldi, economista jefe de Eco Go, argumenta que los principales ajustes se dieron durante la última parte del mes pasado -tras la devaluación- y que eso le deja un arrastre relevante para este septiembre.

El congelamiento de algunos precios regulados -como los mencionados más arriba, desde el transporte hasta la medicina o los combustibles- no llega a compensar los fuertes aumentos en otros rubros.

«El peso de los ítems regulados en el índice es de apenas el 20%», dice Menescaldi a iProfesional.

Al contrario, otros rubros, desde los alimentos hasta la indumentaria y los precios de los productos importados, tienen el mayor peso dentro del IPC. Y se trata de rubros que se dispararon tras el salto del tipo de cambio.

«Se perdieron todas las anclas», juzga el economista Menescaldi. «No lo son ni las expectativas ni tampoco el acuerdo con el Fondo», completa.

Al contrario, el acuerdo con el FMI fue el que abrió las puertas a la devaluación, que fue efectuada a pesar de que el Banco Central se encuentra vacío de dólares y el Gobierno no tiene credibilidad ni poder político para implementar o bancar un plan económico, aunque más no sea por un corto alcance.

Con la inflación recalentada, es probable que en septiembre se visualice un escenario económico más frío, con menos consumo y menos inversiones. Todo a la espera de que se defina el cuadro electoral. 

Precios en alza y consumo en rojo

El mercado de Hacienda de Cañuelas es testigo de lo que sucedió en las últimas dos semanas.

Tras las fuertes subas de precios de la hacienda en pie -que acumularon 62% en seis semanas, tras la puesta en marcha del «dólar maíz» y de la devaluación después-, siguió un súbito achicamiento de la demanda.

Aun cuando en las carnicerías los cortes de las carnes no llegaron a encarecerse lo mismo que en Cañuelas, lo cierto es que el consumo igual se derrumbó a partir de mediados de agosto. De acuerdo a datos del gremio de los abastecedores -una especie de nexo entre el mercado mayorista y el comercio minorista-, las ventas derraparon por lo menos un 35% en los barrios del AMBA.

Esa merma de la demanda por parte de los consumidores, notable por cierto, puede actuar como disciplinador de los precios. Por lo menos en las carnes, que registraron un violento incremento en pocas semanas.

El resto de los rubros no tendrá motivos para reaccionar de la misma manera. Más cuando el Gobierno sigue tomando restricciones a las importaciones, y las cotizaciones de los dólares financieros ya flotan alrededor de los $800.

En ese sentido, los precios de los productos importados vienen mostrando subas mucho más empinadas que el resto. Y la tendencia no tiene motivos para enfriarse si el bloque de las importaciones se hace más férrea.

De hecho, el Fondo Monetario Internacional le acaba de reclamar al Gobierno un dramático ajuste de las importaciones. En concreto, pide una contracción del 30% de lo que la Argentina le compra a otros países, de manera de cumplir con el mandato de acumulación de reservas en el Banco Central.

La exigencia aparece en el último «staff report» que los técnicos del FMI publicaron tras la revisión de las cuentas del país.

Ahí se deja en claro que el Gobierno acumula una deuda -en dólares- creciente con los importadores, y que necesita ponerse al día con ese pasivo, al tiempo que también debe acumular reservas en el BCRA para asegurar los próximos pagos de los vencimientos con el organismo internacional. 

«La deuda a corto plazo con los importadores aumentó en alrededor de 16.000 millones de dólares entre finales de 2021 y julio de 2023», publicó el FMI.

La situación, como se aprecia, no tiene motivos para cambiar. Al menos hasta el cambio de administración, las chances más grandes es que el escenario vuelva a complicarse antes que a mejorar.