Por Gustavo Cirelli – Telam
La mujer que hoy cumple 93 años es una de las personas más importante de la historia argentina. Entonces lo que sigue será una suerte de semblanza amorosa de una figura indómita que abraza con ternura (realmente) inimaginable a quienes quiere y protege con calor maternal, y que enfrenta con convicción (realmente) huracanada a los que considera, sin mayores eufemismos, enemigos del pueblo. Porque ella, alguien que fue parida a sus casi 50 años por el desgarro abierto de la desaparición de sus hijos Jorge y Raúl y de su nuera María Elena, no anda por la vida midiendo sus palabras para caerle en gracia a nadie. Literalmente a nadie.
Mucho menos para arropar la tibieza de quienes creen en el manual de la corrección política y que, cafecito en mano, critican las bravuras verbales de la mujer que socializó la maternidad cuando junto a otras Madres, en abril de 1977 comenzaron a marchar en torno a la Pirámide de Mayo frente a las fauces mismas del poder genocida, días en que el terror cubría todo en la Argentina, menos el coraje de las mujeres que reclamaban la aparición con vida de sus hijos y sus hijas. Y entonces la mujer que incomoda a propios y extraños porque no dice lo conveniente sino lo que siente y cree, esa mujer imperfecta y única, ya estaba ahí junto a Azucena, Esther, Mary y tantas otras, poniendo el cuerpo como lo hace hoy, más de 44 años después.
Quien conoce a Hebe Pastor de Bonafini más allá de lo que relatan sobre ella los mismos que imponen por decisión o aceptan por genuflexión los discursos dominantes sabrán que puertas adentro es tan austera como protectora de sus viejas compañeras de lucha, las cuida con la misma firmeza que bajo el sol abrazador en alguna marcha de la Resistencia o empapada, tal vez, por una fría lluvia de agosto, siempre en su Plaza de Mayo, dirá que no se negocia la memoria revolucionaria de sus hijos e hijas, que no se claudica, que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Pero, además, Hebe, -todas las Hebe que la hacen única- impulso la creación, entre tantas otras cosas, de una universidad y de una radio (antes fueron un diario y libros), porque en la educación y en la comunicación también está la siembra de su acción incansable.
No la frenó ni el asma ni el coronavirus. Remarcó un par de meses atrás, desde la plaza -obviamente- el posicionamiento de la Asociación que preside frente al endeudamiento externo y el Fondo Monetario Internacional, y en sus palabras expresó y contuvo a una porción del electorado de la coalición gobernante, pero a la vez convocó sin miramientos a votar a Frente de Todos en las legislativas de medio término.
Bajo qué parámetros, desde que punto de vista, se analiza o se cuestiona a la mujer que a horas de cumplir 93 años fue distinguida como “Doctora Honoris Causa” por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, de la República Dominicana, que destacó su lucha por los derechos humanos. Que en la intimidad de su casa en La Plata sonríe y dice agradecida -días antes de la distinción- “a mí que nunca fui a la universidad me darán un Honoris Causa”.
A ella
A la que hace 20 años enfrentó junto a un puñado de Madres la represión criminal en la Plaza de Mayo de la Alianza delarruista el 20 de diciembre cuando la policía esparció plomo y muerte por el centro porteño. Las imágenes permanecen nítidas en la memoria: Hebe y las Madres gritándoles en la cara a los uniformados por la liberación de los detenidos; Hebe y las Madres plantándose ante los caballos envalentonados de la policía. Hebe y las Madres en las puertas de las comisarías exigiendo la libertad de los detenidos. Pasó hace 20 años y ayer nomás durante la represión de 2018.
Ella, la que le dijo a Macri “para la mano” cuando muchos aún buscaban una brújula para saber qué tan desorientados estaban después de la derrota de 2015.
¿Qué autoridad tienen las bellas almas de cristal para señalar alguna pelusa en su historia?
Ríe Hebe al contar la perplejidad de quien atiende el teléfono en su casa platense cuando el llamado llega desde el Vaticano y del otro lado de la línea Francisco pregunta por ella. Habla con el Papa porque Bonafini y Bergoglio se enfrentaron en Buenos Aires y se reencontraron en Roma en el invierno de 2016, en el que fue hasta la fecha el último viaje al exterior de la presidente de la Asociación Madres de Plaza de Mayo que convirtió al mundo en un pañuelo llevando su lucha a cada rincón del planeta. A solas, Hebe y Francisco zurcieron sus diferencias con palabras. Y pensar hacia adelante.
Porque hay algo asombroso (algo más) de Hebe y sus 93 años: piensa más en el futuro que en el pasado, pero no en términos de legado sino de construcción. Cada lunes toma mate con jóvenes, habla con ellos, los escucha. Cada semana, hace mucho más por los otros y otras que lo que trasciende. Cada semana, como hace 2277 jueves, vuelve a la plaza. Y marcha. En esos minutos, de esas tardes volcánicas, lo cotidiano se vuelve mágico.
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