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Qué chances hay de que se apruebe la eliminación de las PASO en el Congreso

Las posibilidades para el oficialismo en Diputados son francamente bajas, pero la media sanción no es una hipótesis disparatada. El primer paso será ordenar el frente interno y no permitir ninguna fuga. Y después salir a "cazar" votos en la oposición.
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Lo que se insinuaba como una tímida expresión de deseo de gobernadores del Norte Grande, fue creciendo en volumen a medida que distintos actores del peronismo se fueron dando cuenta de la conveniencia política de suspender las PASO del 2023. Hace meses que el rionegrino Luis Di Giácomo, del interbloque Provincias Unidas -aliado al oficialismo-, viene amagando con la presentación del proyecto de ley en ese sentido, pero no lo concretó hasta pasada la media sanción del Presupuesto.

Después del fracaso del año pasado, cuando el entonces presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa se colgó una pesada «cruz» -según sus propias palabras- por no haber podido darle al Poder Ejecutivo el instrumento fundamental para la planificación económica, no quería que ningún tema pudiera poner en riesgo la aprobación del Presupuesto. Por eso Di Giácomo puso el freno de mano. Pero bastaron horas apenas para que un aliado como el rionegrino presentara el proyecto, con un timing acomodado evidentemente a la estrategia del Frente de Todos.

En Juntos por el Cambio algunos imaginaron que si colaboraban para que saliera el Presupuesto, el oficialismo iba a declinar su avanzada para suprimir las PASO. Desde la Coalición Cívica se jactaban de no haber «caído en la trampa» en la que supuestamente cayeron los radicales que le votaron el Presupuesto al Gobierno. «La ingenuidad de los bloques de la oposición que dieron quorum y aprobaron el presupuesto en la confianza que el oficialismo, agradecido no derogaría las PASO, enternece», tuiteó la diputada «lilita» Marcela Campagnoli.

El operativo está en marcha, y cada vez son más los actores del peronismo que muestran sus cartas. Sergio Massa fue el primero en blanquear su oposición a las PASO. Tiene sentido: si logra tranquilizar la economía y mostrar en marzo o abril del año que viene una tendencia clara de desaceleración inflacionaria, podría buscar ser el candidato único del Frente de Todos. La vicepresidenta Cristina Kirchner no se pronunció, pero sí lo hizo ayer el ministro de Interior, Eduardo «Wado» de Pedro, un alfil suyo en el Gobierno, lo cual da una pista bastante certera de dónde se está parando la líder del kirchnerismo en este debate. De Pedro también dijo que los gobernadores están intentando persuadir a Alberto Fernández, cada vez más acorralado. 

Como presidente en ejercicio, bajarse de la contienda electoral, después de haber confesado un año atrás sus aspiraciones reeleccionistas, sería como asumir que su gestión fue un fracaso. Por eso Fernández sigue estimulando las PASO como mecanismo para dirimir los liderazgos. El titular del PJ bonaerense y líder de La Cámpora, Máximo Kirchner, tiene otros planes para él, y en una entrevista radial reciente le bajó el precio como candidato: » Siendo él presidente, sería raro que compita con otros compañeros». 

La decisión de impulsar a fondo en el Congreso la anulación de las PASO se va a tomar en una mesa bastante más chica de la que se imagina. El massismo y el kirchnerismo ya levantaron el pulgar, mientras que en el albertismo siguen reticentes. Los primeros necesitan que el presidente discipline a algunos propios que ya dijeron que no están dispuestos a resignar las PASO, como Leandro Santoro. 

Más difícil será que Fernández pueda modificar la postura de los cinco representantes de los movimientos sociales (Leonardo Grosso, Eduardo Toniolli, Juan Carlos Alderete, Verónica Caliva y Natalia Souto), temerosos de que Cristina Kirchner, quien se perfila otra vez como la dueña de la lapicera, los borre de un plumazo de las listas de unidad.

Hay otros diputados peronistas que revistan en una zona gris, como el bonaerense Eduardo Valdés y el chaqueño Juan Manuel Pedrini, poco afectos a eliminar las PASO según declaraciones recientes, pero se trata de dirigentes más orgánicos que pueden ser puestos fila india con facilidad. En definitiva, se someterán a lo que defina la conducción política. 

El oficialismo tendría como socios en esta cruzada a los cuatro diputados de Provincias Unidas, a los tres de Córdoba Federal, a Rolando Figueroa del Movimiento Popular Neuquino y, quizás, a tres libertarios encabezados por Javier Milei. El único que se desmarcaría en ese sentido sería José Luis Espert, quien ya está demasiado comprometido a la estrategia electoral de Juntos por el Cambio. A Milei, complicarle la interna a Juntos por el Cambio (que necesita como el aire las PASO para unificarse), es un caramelo demasiado tentador, ya que compite prácticamente por la misma base social. 

Otro incógnita es qué harían los cuatro diputados del Frente de Izquierda, que en 2009 denunciaron las PASO como una herramienta «proscriptiva» del entonces gobierno de Cristina Kirchner. Ahora se inclinarían por el rechazo, fieles a su tradición de oponerse a casi todo lo que provenga del oficialismo de turno. Y hay dos diputados del bloque SER, Felipe Álvarez y Claudio Vidal, con un comportamiento demasiado errático en la Cámara baja como para poder predecir cómo se posicionarán en este debate. Claramente, el oficialismo deberá darles algo a cambio si los quiere adentro.

Por el mantenimiento de las PASO están anotados todos los integrantes de Juntos por el Cambio, más allá de alguna duda que pueda venir del lado de los diputados que responden al gobernador jujeño Gerardo Morales. También los tres diputados de Identidad Bonaerense, los dos socialistas santafesinos y el mencionado Espert.

Las chances para el oficialismo son francamente bajas, pero la media sanción no es una hipótesis disparatada. El primer paso, para tener alguna posibilidad, será ordenar el frente interno y no permitir ninguna fuga. El pronunciamiento negativo de los diputados que responden a los movimientos sociales aleja la meta. 

Si lograra la media sanción en Diputados, en el Senado el oficialismo podría hacer valer su mínima ventaja, sumando a los tradicionales aliados, pero allí tampoco tiene asegurado las lealtades y las alianzas son bastante más frágiles que un año atrás.