“Como gesto de ceder, podría él empezar por volver a la Argentina para hacer esos reclamos”, la frase, escuchada en los pasillos del Coloquio de IDEA de boca de una directora de una importante compañía, sintetiza el malestar que generaron las palabras del CEO y matemático Sebastián Ceria. El argentino, radicado en los Estados Unidos desde 1988, abrió la reunión en Mar del Plata con dos mensajes fuertes: “Los primeros que tienen que ceder son los empresarios”, dijo ante el dilema que plantea el encuentro (Ceder para Crecer); y luego aseveró que no está bien hablar mal del país cuando uno está afuera. Esa declaración se da a horas de que el expresidente, Mauricio Macri, cuestionara al país desde su gira europea, además de considerar que es una democracia fracasada.
«Nada es casual, no hay coincidencias», contaron personajes que conocen Ceria desde bastante antes de desembarcar en el Sheraton de Los Troncos. Titular del Centro de Estudios Fundar y CEO de Qontigo, el empresario es una rara avis o bicho raro que rompió la lógica de un Coloquio ultra conservador pero, sobre todo, de mensajes muy esterotipados (la tríada baja de impuestos, fin de la grieta y reforma laboral). Así, se inscribe en el pequeño pelotón de los que se animaron a patear el tablero.
Las ovejas negras
Un repaso rápido: en la edición 47 del Coloquio, año 2011, el entonces titular de la empresa textil El Cardón, Gabo Nazar, aseguró que «los empresarios argentinos son una maquina de fugar dinero». Años más tarde, el sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga, de fluidos contactos con el sector privado, cuestionó en el Coloquio del 2016 a los que dicen que «los beneficiarios de los planes sociales no quieren trabajar». Y luego, en 2019, Carolina Castro, la primera mujer en la mesa chica de la Unión Industrial (UIA), consideró ante esa misma platea como central el rol del Estado y hasta se animó a hablar de «distribución de la riqueza».
Los casos de estudio, entre los que ahora aparece el de Ceria, son pocos porque el sistema de IDEA está preparado para evitar filtraciones de este tipo. Es un ambiente sin riesgo político para el establishment, desde el armado de los paneles hasta los coordinadores de los debates. Casi un imperio del pensamiento único calculado para evitar dolores de cabeza.
Ceria llegó al Coloquio luego de una charla con los titulares de IDEA, Roberto Murchinson y el presidente del encuentro, el expresidente de Toyota, Daniel Herrero, otro de los que supo diferenciarse del establishment habitual. Es más, el lema del Coloquio, «Ceder para Crecer», es un concepto que ideó Herrero hace unos años, pero con el sentido de interpelar a los poderes que están más allá de la habitual crítica empresaria al Estado y los sindicatos. Pícaro, Herrero está convencido, como Ceria, que el empresariado tiene que modificar muchas conductas y no esquivar los debates sobre el rol del poder real.
«Hay gente a la que no le gusta lo que dijo y a otra que sí, pero él pone la plata donde quiere», consideró ante este diario un empresario que está en Mar del Plata y lo conoce hace tiempo. Quienes lo frecuentan afirman, de hecho, que cree en la diáspora argentina y fomenta que los que están en el exterior no sólo inviertan en el país, sino que se comprometan con los contextos. Ceria vive en Londres, su empresa está en Alemania y financia y financió proyectos varios. Uno de los importantes, durante el Gobierno de Cristina Kirchner, en 2011, recibió la aprobación y el aval para el proyecto Cero+Infinito, un nuevo edificio en la facultad de Ciencias Exactas en el que recibió el apoyo del entonces ministro Lino Barañao y el científico e investigador del CONICET Jorge Aliaga.
Una tribuna sin dueños
El Coloquio de IDEA es un universo poco representativo de la realidad del empresariado en la Argentina, por diferentes razones. La primera y más fuerte, un estigma histórico: no participan dueños de empresas y se hacen fuertes los gerentes de compañías, en general de servicios y multinacionales. Es decir, las opiniones son de directivos que, en muchos casos, se mueven en un microclima de opinión diferente del que atraviesan los que pagan salarios.
Hubo casos muy puntuales de presencia de dueños. Pasaron, esporádicamente, Luis Pagani, de Arcor, Paolo Rocca, de Techint, y el supermercadista Alfredo Coto. Pero los gigantes prefieren hacer política, más concreta y con opiniones reales, cara a cara con el poder político y lejos de los flashes. Naturalmente, el envío de gerentes es útil para fijar algunas posiciones, pero son las muletillas convencionales.
La expo, lugar en el que conviven el trabajo y el placer, tiene además algunos hitos que reflejan la confusión que suele vivirse en esos ámbitos. Dos casos: el ex presidente de Brasil que podría volver a serlo el 30 de octubre, Lula Da Silva, fue la estrella internacional del Coloquio del 2012. En aquel momento, el brasileño eclipsaba al empresariado local, que lo veía como el capitalista moderno dentro de un bloque regional en el que convivían personajes menos simpáticos para el establishment, como CFK, Evo Morales y Hugo Chávez. Cuando entró al salón, le pidieron foto hasta los mozos del Sheraton. Años más tardes, ya fuera del poder y corrido por la Justicia, muchos empezaron a cuestionarlo. Hoy, por esas cosas del establishment, en los pasillos de IDEA vuelve Lula a ser bien visto.
Otro caso que grafica el Coloquio. En 2019, el coqueto salón de celebraciones del Golf Club que está justo frente al Sheraton, albergó una celebración muy curiosa. IDEA decidió homenajear al periodismo que por entonces publicó la historia de los Cuadernos de la Corrupción. Ese premio, entre bebidas y canapés, lo entregaron buena parte de las empresas que habían sido apuntadas por presuntos pagos de coimas al poder político.
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