Exclusiva | Plataforma de noticias

Audios y Noticias desde Santiago del Estero, para toda Argentina y el Mundo. Exclusiva | Plataforma de noticias

Leandro Morgenfeld: «Milei llevó la sumisión a Estados Unidos a un nivel nunca visto»

Entrevista de opinión realizada al Dr. en Historia Leandro Morgenfeld por Dany Meroya.
¡Compartilo!

Leandro Morgenfeld, doctor en Historia y especialista en Relaciones Internacionales, afirma que la sumisión de Javier Milei ante Estados Unidos “es una subordinación absoluta que no se observó, ni siquiera, en la era de las relaciones carnales» que establecieron Carlos Menem y Washington.

«Benemérito señor director, le pertenezco», le decía el empleado Gianni Lunadei a su jefe, Juan Carlos Mesa, en una exitosa telecomedia de la década de 1980. La frase era tan festejada que se incorporó al lenguaje popular. Una ironía de la adulación servil. ¿Se puede establecer una atrevida analogía entre aquella muletilla y algún rasgo actual de la política?

Quien está en condiciones académicas de desmenuzarlo es Leandro Morgenfeld, investigador del Conicet, docente, magíster en Historia Económica y autor de libros como Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a TrumpNuestra América frente a la doctrina Monroe. 200 años de disputa y Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos, entre decenas de artículos relacionados. Aquí el diálogo con la revista:

–¿Qué beneficios suponés que podría obtener Milei de Washington a cambio de las concesiones que le promete?

–Tal como decís, Milei está llevando adelante una política de postración absoluta de la Argentina. Está llevando las relaciones con Estados Unidos a un nivel de sumisión que no se había visto nunca en la historia, muy superior al de las “relaciones carnales” establecidas por el gobierno de Carlos Menem. Incluso mayor al primer período de la dictadura de Juan Carlos Onganía cuando hubo un entendimiento con Estados Unidos en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional en la Guerra Fría.

–¿Ni tampoco en otros gobiernos de signo neoliberal?

–Durante la presidencia de Mauricio Macri hubo un buen entendimiento con el gobierno de Barack Obama y después con la primera administración de Trump. Ahora es una subordinación absoluta. Es la primera vez que un jefe de Estado argentino estuvo en la ceremonia de asunción de un Presidente en Estados Unidos. Viajó siete veces a ese país en poco más de un año. No se pueden olvidar sus brutales declaraciones siempre en defensa de Elon Musk.

–¿Es viable o posible su intento de reflotar el tratado de libre comercio de las Américas, el ALCA, sepultado por la región Latinoamericana en la histórica Cumbre de Mar del Plata?

–Lo reafirmó en declaraciones a medios estadounidenses. Busca cerrar un tratado comercial bilateral con Estados Unidos y de esa manera se cortaría solo. Es decir, en los hechos, rompería el Mercosur que sólo admite acuerdos en bloque.

–¿Es un ariete de las políticas de Washington?

–Milei muestra ser una cuña muy funcional a Estados Unidos. Pero no solo para destruir las capacidades del Estado argentino y su soberanía, sino también para tratar de destruir cualquier posibilidad de cooperación y coordinación política a nivel regional. Al contrario de lo que se supo hacer en tiempos recientes con la Comunidad Sudamericana de Naciones, la Unasur y la CELAC. Y con gobiernos de derecha muy duros, como el de Álvaro Uribe en Colombia, por poner un ejemplo.

–¿Sería como llevar el modo “topo” al nivel latinoamericano?

–Está dispuesto a dinamitar todo. Y por eso lo aplauden y palmean tanto. Les es muy funcional. Eso en el plano geopolítico. En el plano económico le van sacando cosas. En cada foto que se saca Milei con representantes del trumpismo y con jefes de las principales corporaciones, atrás hay negocios. Como el control de la Hidrovía o la promesa de una base militar en Ushuaia cerca del canal de Beagle y de la Antártida.

–Territorio hacia el cual Trump no giró su mirada, por ahora.

–Es el otro paso bioceánico estratégico para Estados Unidos y para la OTAN. También el caso de la privatización de la metalúrgica IMPSA. O entregar a capitales norteamericanos empresas públicas que Milei quiere privatizar. O el reactor atómico CAREM. O los satélites de ARSAT. Una política de entrega absoluta como no se vio antes en la historia.

–Pero ¿hay un toma y daca que beneficie en algo a la Argentina?

–Lo que puede obtener son algunas inversiones y un apoyo en la negociación con el Fondo Monetario Internacional. Que le manden préstamos frescos. Fondos que puedan sumarse al dinero que entró por el blanqueo. Tener así un colchón financiero para poder llegar con el dólar más o menos estable a las elecciones de medio término en octubre. Y aumentar su caudal político de cara a la segunda parte de su presidencia. Esa es la ecuación que arma Milei.

–Por el momento hay más ruido que nueces para Argentina.

–Se asegura respaldo político con la presidencia de Trump. Por eso el lugar que le dan en mitines y otros encuentros internacionales de sectores ultra reaccionarios como la conferencia de acción conservadora CPAC. Todo se consolidó con su discurso en la reunión en la casa de Trump en Mar-a-Lago en noviembre.

–¿En qué se basa su acumulación política?

–Su actitud le permite tener una acumulación política externa e interna. A cambio de eso, cede soberanía y negocios en forma absoluta. Esto es muy preocupante y una desgracia para la historia de América Latina. Y una desgracia para la historia que supo tener la Argentina de plantear principios en materia diplomática muy importantes. Y ni hablar de la cesión en los reclamos por Malvinas. Son dejados de lado en instancias multilaterales, después de años de haberlos construido, con todo tipo de gobiernos.

Un garrote muy grande

–¿Cuán serias son las advertencias expansionistas de Trump?

–Primero hay que tomarse muy en serio las amenazas sobre la intención de Trump de retomar el control del canal de Panamá. Ya no lo dijo como candidato o presidente electo, sino que lo repitió en su discurso de asunción. Estados Unidos tiene un historial muy nefasto en Panamá. Promovió la decisión de una parte de Colombia en su formación, después de haber tenido allí un control casi semicolonial. Lo hizo con bases militares y usurpación de parte del territorio. Al pueblo panameño le costó décadas de lucha recuperar el control del Canal. De hecho, fueron claves las revueltas y las movilizaciones de los años sesenta. Forzaron las negociaciones del acuerdo que el presidente James Carter firmó con su par Omar Torrijos para una devolución paulatina. Hace un cuarto de siglo que Panamá ejerce soberanía plena.

–¿Es esperable ver otra vez a marines invadiendo Panamá como en 1989?

–En aquel año fue la última invasión militar con más de 20.000 marines causando cientos de víctimas. O sea que no es algo para tomarlo a la ligera. Ahí las bibliotecas se dividen en dos. Todo lo que digamos sobre qué puede pasar a futuro es bueno en términos provisorios. Por supuesto que estamos avanzando en un escenario geopolítico bastante inédito y con una presidencia de Trump distinta a la primera y bastante inédita también.

–¿La actitud de Trump se inserta en el conflicto global con China que opera activamente en el Canal?

–Efectivamente es un sector estratégico. Es uno de los dos pasos bioceánicos entre el Atlántico y el Pacífico. Estados Unidos dice “vamos a reforzar nuestro control”. Lo hace en lo que se llamó históricamente su “patio trasero”, de acuerdo con la Doctrina Monroe para la Seguridad Nacional. Otra lectura es que sea una bravuconada de Trump, como tantas otras. Tal vez consiga, por ejemplo, mejores condiciones en Panamá, país que viene hace unos años en un proceso de mayor entendimiento con China. No solo desde el punto de vista comercial sino desde otros aspectos.

–¿Sería como sacudir el tablero para luego negociar?

–Puede hacerlo para negociar una rebaja de las tarifas de los buques norteamericanos o una mayor presencia militar. También para lograr una política mucho más dura por parte de Panamá para forzar un bloqueo de los centenares de miles de personas que cruzan cada año a través del Tapón del Darién, que es un paso migratorio fronterizo para ir hacia el norte de Centroamérica, a México, y después a Estados Unidos. En fin, es una estrategia como muchas otras de golpear la mesa fuerte y luego negociar. Para cuál de estos dos lugares va a ir, no lo sabemos.

–¿Y cómo reaccionará Latinoamérica? Fue muy fuerte la presión a Colombia para que aceptara la deportación de migrantes.

–Es muy importante analizar cómo está reaccionando América Latina. No solo a nivel gubernamental sino a nivel de sus organizaciones sociales, políticas, sus pueblos. Estoy viendo declaraciones muy importantes de defensa de la soberanía de Panamá. Lo mismo que está ocurriendo con México frente a estas agresiones de un imperialismo casi decimonónico.

–¿Es un retorno a las políticas agresivas de Theodore Roosevelt de principios del siglo XX?

–Está reivindicando Trump la política del ‘Gran Garrote’ de Theo Roosevelt. Tiene un secretario de Estado como Marco Rubio, un halcón trumpista que va a ejecutar una política muy agresiva hacia América Latina. Esto tiene que ver con algo más general: Estados Unidos asumiendo que no puede ser ya una potencia con despliegue global como lo era al principio de la posguerra fría, sino que va a recostarse en el continente americano.

–¿La expansión se extiende a Groenlandia?

–Intenta meter una cuña entre los habitantes de Groenlandia y Dinamarca, de la cual depende. Y avanzar a una estrategia de negociación para anexarse Groenlandia o bien generar un control de ese territorio en mejores condiciones teniendo en cuenta que eso sería clave para acceder al Ártico. Tener un incremento en su posición en el Polo Norte y disputarle a Rusia la presencia estratégica en un lugar que tiene recursos claves. El control, frente a otras potencias, de una de las regiones del planeta menos habitada y con menos reparto del mundo.

–¿Hasta qué punto lo puede tolerar la Unión Europea?

–La duda es si Europa va a seguir con esa deriva de los últimos años. La de ir profundizando su inercia hacia una irrelevancia estratégica subordinándose a Estados Unidos. O si Europa va a plantarse frente a Trump con una posición más autónoma. Hay una crisis que están atravesando algunos de los principales gobiernos de Europa. No se ve un liderazgo como en su momento pudo ser el de la alemana Ángela Merkel, con un caudal político que le posibilitaba mayor autonomía. Como para discutir la cuestión de Groenlandia, el conflicto en Ucrania o el vínculo con Rusia.

–¿Qué pasará con Canadá, la otra pieza del plan trumpista?

–Esa es una muestra más para entender si lo que está planteando Trump es un barajar y dar de nuevo. No sólo con China, el adversario más importante de toda la clase dominante en Estados Unidos. También con sus socios tradicionales. Quiere que la OTAN aumente sus presupuestos militares. Lo mismo dijo de Taiwán, de Japón, etcétera. Y es otra bravuconada que Canadá pase a ser el estado 51º de Estados Unidos. Con la renuncia adelantada de Pierre Trudeau puede haber un cambio de signo político en Canadá. Es todavía muy pronto avizorar si quien gane las elecciones canadienses asumirá la agenda de Trump y, entre comillas, rendirse. Cumplió la promesa de establecer aranceles del 25 por ciento para las importaciones de Canadá y México (por ahora suspendidos). A China le impuso el 10 por ciento. Esto implica llevar la guerra comercial y el proteccionismo de Estados Unidos a una escala superior.

Tenga piedad, Mr. President

–¿Cómo se comportará Trump frente a la firmeza que mostró la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum?

–Trump está preparando el escenario para una futura renegociación tripartita del acuerdo comercial TMEC en el norte de América. Esto sería imponer más condiciones a México que depende fuertemente de sus exportaciones al mercado estadounidense.

–¿Hasta qué punto se puede tensionar la controversia migratoria con México?

–Hay una serie de presiones contra México militarizando esa frontera tan caliente. Incluso si Estados Unidos toma a los carteles de la droga que operan en ese país como organizaciones terroristas, habilitaría la incursión de ataques armados. Esto atañe a todos los países de Centroamérica y Sudamérica. Por México entran buena parte de los inmigrantes indocumentados. Sheinbaum dijo que no va a agachar la cabeza. Trump tiene un discurso e iniciativas absolutamente xenófobas e hispanofóbicas, de estigmatización. Una obispa de Washington se lo dijo en la cara: que tenga piedad. Si Trump cumple con la mayor deportación de la historia, de un millón de personas, esto significaría un desastre humanitario. Esto generaría una explosión de tensiones sociales en la región.

–¿Qué rol puede jugar Trump en Medio Oriente después de llamar a “limpiar” Gaza? ¿A Benjamín Netanyahu no le queda otra que seguir la guerra para mantener apoyo interno y no caer?

–Lo de Netanyahu es complejo y con muchas aristas. Tiene un vínculo personal muy fuerte, muy profundo con Trump. Político e ideológico. La gran duda es si Trump va a forzar un alto el fuego más duradero o le va a dar aire para que escale en un conflicto con Irán.

–¿Es posible que los llamados milmillonarios tecnofeudales, como Musk, alcancen una supremacía mundial?

–Estamos viendo algo inédito. El poder económico más concentrado en Estados Unidos es el de los CEOS de las grandes tecnológicas. Musk, el hombre más rico de la tierra, parece ejercer una especie de copresidencia. Son dos machos alfa que se van a disputar también el poder. Cómo se va a desarrollar el vínculo y el poder supremo político y económico de Trump y Musk es una de las principales incógnitas. Hay que mirar la injerencia de Musk en sistemas y procesos políticos en el mundo. Apoya abiertamente a los neonazis de Alternativa por Alemania de cara a las próximas elecciones. Estamos teniendo algo que nunca vimos en la historia y es la administración directa, casi sin mediaciones, del gobierno de Estados Unidos por las 10 corporaciones que dominan la economía norteamericana.

–¿Qué puede pasar con Cuba y Venezuela?

–Marco Rubio es un cruzado, un halcón. Plantea directamente que hay que impulsar cambios de gobierno y régimen en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y una política muy dura y agresiva contra todos los gobiernos no alineados en la región. Es una muy mala noticia para nuestra América. Pero también es una oportunidad para que, más allá de la diversidad de gobiernos, vuelvan a plantearse mecanismos de coordinación y cooperación política. Que se respeten principios históricos como el de autodeterminación de los pueblos. La no injerencia. Y negociar cualquier tipo de acuerdo con Estados Unidos y otras potencias desde una posición conjunta.

Fuente yahoraque.com