La Copa América está a la vuelta de la esquina. La expectativa por el pitazo inicial es enorme y los ojos del mundo del deporte estarán puestos en Estados Unidos. Allí estará la marea argentina que, al igual que en Qatar o en cualquier competencia dónde esté la Selección, se hace notar y late al ritmo de 48 millones de corazones celestes y blancos.
Dentro de ese grupo de hinchas estará Matías Celestino, comerciante de lotería de Isidro Casanova, quien es un habitué en este tipo de torneos. Sin embargo, esta edición tendrá un gusto especial: la compartirá con su esposa y su pequeño hijo, Benito Lionel.
Esta no será la primera vez de Matías junto a la Selección, pero sin dudas será emotiva e inolvidable. En charla con TN, contó su pasión por la Albiceleste, sus vivencias “en las buenas y en las malas”, cómo fue ser parte de los 20 mil argentinos que vieron la consagración en Lusail y la sensación de atravesarlo junto a su pequeño hijo, a quién le transmitió este sentimiento.
“Argentina es un estilo de vida. Todos los días tengo algo puesto de la Selección. A veces me preguntan ‘de qué cuadro sos’ y yo digo que soy más de la Selección que de Boca”, reconoció.
Ese primer viaje sin dudas fue inolvidable y comenzó con una premonición que se mantiene hasta estos días: “Cuando me senté en el avión, un periodista peruano que estaba al lado mío me preguntó ‘¿A qué número de Mundial vas a ir?’, ‘el primero y el único’, le dije. Y me respondió ‘Estás en un problema, la persona que asiste a un Mundial no deja de ir nunca’. En el momento dije ‘Está loco este tipo’, pero dicho y hecho: me enamoré”.
Sin embargo, a diferencia del momento que se vive actualmente, Matías comenzó a seguir a la Selección cuando no era fácil y las decepciones eran más recurrentes que las alegrías: “Ahora es lindo porque estamos en las buenas, pero en las malas te la tenés que bancar, te quedas 10 días sin querer saber más de fútbol. Vivimos muchas: el 4-0 con Alemania, quedar eliminados octavos, casi quedar afuera en primera fase en Rusia”. A pesar de cualquier resultado negativo, la pasión se mantiene: “Es hacer lo posible cada cuatro años para poder estar”.
El sentimiento de quedar eliminados en un torneo importante es indescriptible, pero Matías, desde la experiencia, lo pudo retratar a la perfección: “Cuando te quedas fuera de un Mundial parece que se viene el fin del mundo”.
El punto de inflexión para no dejar de acompañar a la Selección argentina y a Lionel Messi
El Mundial de Sudáfrica 2010 tuvo todos los condimentos, pero el resultado fue desgarrador. Toda la expectativa por tener a Diego y Messi juntos, terminó de la peor manera: “Verlo al 10 cómo estaba. Me acuerdo que dijo que ‘Alemania fue una piña de Ali’. Estábamos muertos. No queríamos mirar más fútbol ni nada. Nos partió el alma verlo a Lionel, que estaba en su apogeo en Barcelona, llorar como un nene. Cuando lo abraza Diego… De ahí en más dijimos ‘tenemos que bancar a Lionel en todas’. Sufrimos un montón. Pasaron un montón de cosas”.
Esa época difícil de la Selección argentina generó algo diferente en Matías, que se juró acompañar a Messi cómo fuera, pero el precio no fue barato y no necesariamente por el dinero. “Yo me peleé con familiares, con amigos, con un montón de gente bancando a Lionel. Algunos no sé si querían que le vaya mal o qué, que decían que no sentía la camiseta, que era más español que argentino. Yo me volvía loco. Era una cosa tremenda. Un pibe que no tenía ninguna obligación, lo mandaban acá, se tomaba el avión. Uno piensa que el futbolista está en el paraíso, pero debe ser jodido, más él que está allá arriba, como le pasó a Diego. Dificilísimo”.
Seguir a la Selección como una tradición familiar
“A los Mundiales fuimos con mi hermano los dos solos”, contó Matías. Los sacrificios para poder estar, juntar peso sobre peso, se convirtieron en parte de la rutina. Sin embargo, esta Copa América es atípica y tiene los ojos de todo el mundo encima. Eso se reflejó en los valores de las entradas directamente.
“Esta vez es una Copa muy cara, demasiado cara. Las entradas no tienen un valor nominal como en el Mundial, que primera fase tiene un valor fijo, acá un partido de Argentina vale cuatro veces más que un México-Jamaica”, afirmó.
Como si fuera poco, esta vez la compañía es más grande por lo que los esfuerzos se multiplicaron: “Esta vez somos tres porque voy con mi mujer y mi hijo. Son tres vuelos, tres entradas en cada partido, 18 vuelos internos. Son muchos sacrificios”.
En este trabajo en equipo, el reconocimiento no falta: “Si no fuera por mi mujer que se puso la familia al hombro de bancar lo que es la casa, no sé. Todo mi dinero que cobraba iba todo para la tarjeta de crédito. Hace un año saqué el vuelo, ya estoy acostumbrado a buscarle la vuelta como para ahorrar un mango”.
“Desde hace ocho meses las salidas con mi nene son ir a la plaza, tomamos mate y él juega en los juegos de la plaza. Nos privamos de ir al cine, de ir a comer afuera, de comprarme ropa, así por tres. Los gustos que le damos al nene de decir ‘quiero esto’ yo trataba de que se olvide como para cuidar el mango a full. Nunca llegué tan justo como esta. Nunca hice tantos sacrificios. Por suerte ya estamos en la recta final y vamos a ver qué pasa”, reconoció.
La llegada de su hijo como un talismán
La mala racha de la Selección argentina se cortó en el 2021 con una Copa América inolvidable que terminó con consagración en el Maracaná ante Brasil. Para Matías esto tiene un claro responsable: su hijo Benito Lionel.
“En el 2020 nació mi hijo y se cortó la mala racha”, aseguró entre risas. Ese nombre tan característico no fue una casualidad y estaba destinado. “Cuando hicimos la primera ecografía nos dijeron que era una nena. Yo iba muy ilusionado, pero no teníamos pensado nombre. Hicimos la segunda nos dijeron que era un nene y me miró mi mujer como diciendo ‘Ya está, estoy condenada a que sea Lionel’, ja”, recordó Matías.
Esta rutina ligada a la Selección se trasladó a toda la familia: “Mi mujer también lo disfruta porque lo vivimos como un estilo de vida. Argentina es un estilo de vida. Todos los días tengo puesto algo de la Selección. A veces me preguntan ‘De qué cuadro sos’ y yo digo que soy más de la Selección que de Boca”.
Este sentimiento se transmitió a las nuevas generaciones y hoy en día, con solo tres años, su hijo sigue el mismo camino. “Lo vive así también. A veces cuando va al jardín, si no se pone el buzo del Dibu abajo no quiere ir, tengo que remarla para llevarlo. Está loco”, comentó.
Seguir acompañando después de la gloria máxima
De la misma manera que se le pregunta a Lionel Messi, a Ángel Di María o a cualquier campeón del mundo ‘cómo se sigue después de Qatar’, Matías tiene ese sentimiento. Sin embargo, su respuesta fue contundente: “Todo el sacrificio que hicimos fue para poder ver con mi hijo una competencia de Lionel, que no sabemos si va a ser la última, entonces me la jugué”.
Esta Copa América la vivirá diferente, no como una revancha, ni como un desahogo, sino un disfrute absoluto y una forma de agradecer por el camino recorrido: “Es ir para agradecerle, pase lo que pase. Si se da de que llega a levantar la copa de vuelta lo viviré con mi nene, y si no se da es un ‘gracias por todo’. Al Fideo también. Lo felices que nos hicieron va a ser para toda la vida. Yo voy a ser viejo y comiendo un asado y nos vamos a acordar de ese momento que es inolvidable. Hablo y empiezo a transpirar, ja”.
Matías y su hermano fueron parte de los 20 mil hinchas argentinos que inundaron las calles de Doha entre noviembre y diciembre de 2022 a puro cántico, bandera, alegría, asados y más. Y no fue un inicio sencillo, incluso hizo dudar a más de uno. “Siempre con mi hermano vamos desde el día uno a uno después de la final. Por la gloria o a bancarla hasta el final”, aseguro.
Esa banca hasta el final estuvo muy cerca de cumplirse: “Tuvimos el traspié con Arabia. El partido contra México fue el peor primer tiempo de la historia: yo había llegado hacía cinco días y me quedaban 25 en Qatar, que es un país malísimo, ja. Lo más lindo es tomarse una cerveza, la previa y entrar a la cancha, acá tomábamos agua, nos queríamos morir”.
Todo estuvo saldado con la apasionante final ante Francia en la que la Selección argentina de Lionel Scaloni dio un recital sobre el césped del Lusail. Pero esa melodía tuvo un cambio inesperado. “Fue una locura. Con muchos nos mirábamos y decíamos ‘Esto no puede ser real’, no estábamos acostumbrados a que fuera tan fácil. Y bueno, dicho y hecho, en dos minutos se nos cayó el mundo. Empezamos a sufrir, había murmullos en la tribuna, pensamos lo peor”.
Tal como estaba marcado, el final de la historia fue con gloria para la Albiceleste. Sin embargo, en pleno festejo, a Matías lo atravesó una sensación inédita y que le cambió para siempre su mentalidad. “Viví una ambivalencia: de sentir que estaba en el lugar indicado, el lugar soñado y en una final del mundo, pero no tenía a mi hijo al lado. Era una mezcla de alegría y tristeza. ‘Prefiero verlo en la tele al lado de mi nene’, pensaba en ese momento”.
Por eso, en esta Copa América podrá vivirlo al lado de su hijo, pero desde el estadio, en vivo y en directo. “Si salimos campeones de vuelta, ahí no sé qué va a pasar, se me va a borrar el casette”, señaló con una sonrisa. Pero ya tiene una imagen que le da vueltas en la cabeza: “Si se llega a dar, nos vamos a volver locos en un abrazo con mi hijo”.
Las entradas que le faltan para la fiesta completa
A pesar de los sacrificios, Matías todavía no tiene terminado el rompecabezas que representa este viaje por Estados Unidos. Las largas distancias, los precios dinámicos y demás imponderables complican la situación.
“Están carísimas las entradas”, reiteró. Hasta ahora, junto a su familia tienen gran parte del álbum de figuritas (o tickets) lleno, pero aún le faltan algunas: “Yo tengo el primer y segundo partido, cuartos de final y semifinal. Me falta Perú y la final. Necesitamos tres encima ahora”.
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