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[Audio] ¿Sirven los premios en el arte?

Por Pablo Argañaras, Lic. en Cine y Televisión.
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Desde la antigüedad, la forma circular o de herradura de las coronas ha sido un símbolo de poder y eternidad. Los antiguos egipcios llevaban una tipología de corona, a modo de tocado de novia, hecha solo de flores y recibía el nombre de guirnalda.
Los antiguos griegos comenzaron la tradición de utilizar las coronas de hojas de laurel, «laurus nobilis», como recompensa de honor para los vencedores en concursos artísticos, deportivos y militares. El uso del laurel tenía un significado distintivo y de diferente sentido: literal y simbólico. Al florecer rápidamente y ser de hoja perenne, el laurel representa la victoria como algo duradero, mientras que las flores representan el respeto por los muertos, en forma de ofrenda, algo que se efectúa desde la antigüedad. También, el laurel es originario de la región mediterránea, y fue consolidándose como un símbolo importante de victoria, logro y status. También, en la antigua Grecia y Roma, muchas coronas estaban hechas de lana y hojas como el mirto o la hiedra, y adornadas con diferentes flores. En las olimpiadas celebradas en la Antigua Atenas la corona de laureles entregada a los ganadores los elevaba a la categoría de dioses.
En el Imperio Romano las hojas de laurel se empleaban para realizar las coronas triunfales de emperadores y generales victoriosos. Los antiguos romanos continuaron la tradición de la corona como recompensa por el triunfo. Vistieron a sus líderes y al personal militar con coronas de laurel, roble o mirto. Los dioses y las diosas antiguas eran representados a menudo en el arte y la literatura con plantas específicas dedicadas a ellos.
De estas épocas remotas a la actualidad se crearon incontables premios para cada disciplina. Se dividieron estos en categorías y se eligen jurados calificados para tal fin. Ellos deberán ser profesionales idóneos, con estudios superiores de grado y postgrados, personas de bien, con gran factura de moral y ética. En resumen, las personas intachables son las que deben ser incorporadas a los jurados. Los ganadores cumplen los requisitos (saberes, aptitudes, calidad de factura del trabajo,etc.) de acuerdo a la fundamentación de selección realizada por los miembros del jurado. Esto es un trabajo exhausto que lleva mucho tiempo, rigor de análisis y acuerdos por parte de los miembros del tribunal.
La legitimación de un premio radica en la credibilidad de la institución organizadora, las aptitudes profesionales, morales y éticas de los jurados y la claridad en cuanto a segmentación de categorías y los criterios de selección de las personas y obras ganadoras. Sin esto, se tiñe todo de subjetividad y de falta de seriedad, tirando por el suelo el prestigio de esos premios.
Todas las ramas del arte, de las ciencias y del deporte, entre otras disciplinas, poseen premios que son avalados o no por el sector al cual pretender representar.
Lo que debe quedar claro es que quienes ganan no son los mejores y quienes pierden no son los peores. Sino que quedan o no con las condecoraciones de acuerdo a la subjetividad de los jurados. Tomándolo así, es una ínfima muestra del público objetivo. Así, los ganadores, en realidad no lo son tanto, al igual que los perdedores. Quienes quedan primeros deben taparse bajo un manto de humildad y quienes quedan últimos deberán trabajar en su buena estima. La Biblia reza: «…en el reino del Señor los últimos serán los primeros…», esto es coincidente a veces en los premios y en otras ocasiones no tanto.