Marco Trungelliti demoró cuatro años y ocho meses en volver a competir en la Argentina. Desde que en febrero de 2019 sacudió el circuito de tenis profesional al confesar cómo rechazó un intento de soborno (significaba entrar en una red de arreglos de partidos y apuestas) que en forma indirecta desencadenaría en sanciones para tres tenistas argentinos, el santiagueño endureció su posición sobre la organización del circuito y el desbalance del sistema, se convirtió en una suerte de denunciante y bandera del fair play, pero también sufrió el hostigamiento y el señalamiento de un puñado de colegas que avalaban comportamientos oscuros o miraban con complicidad hacia otro lado. Depresión, angustia, temores, lesiones…, todo eso alejó a Trungelliti del país. “Intentar sanar” y el nacimiento de su hijo, Mauna (de diez meses), lo hicieron cambiar de opinión.
El Challenger de Buenos Aires (con US$ 130.000 en premios), en el Racket Club de Palermo, fue el escenario de la vuelta de Trungelliti a un certamen del país desde que jugara la Qualy del ATP de Buenos Aires 2019. Desde el puesto 236°, no tuvo la chance de ingresar en forma directa en el cuadro principal. Por eso su retorno fue en la zona de clasificación, donde debía ganar dos partidos para obtener un boleto al main draw. Dio el primer paso este domingo: en la cancha central del club porteño y luego de 1h35m, venció al brasileño Pedro Boscardin Dias (430°, 20 años, acompañado desde la conducción por Hernán Titán Gumy) por 7-5 y 6-0. Este lunes, por el último desafío de la Qualy, venció 6-1 y 6-4 al portugués Gastao Elias, de 32 años, actual 366°, 57° en 2016, y finalmente se adjudicó un lugar en el cuadro principal (este martes, por la primera ronda, aproximadamente a las 12, se medirá con el argentino Francisco Comesaña, 126°).
“Me costó un poquito al principio del partido (ante Boscardin Dias), sobre todo. Emocionalmente fue un poco pesado, estuve nervioso y me costó bastante mover las piernas. En el segundo set me adapté mejor. Se me cruzaron un montón de cosas por la cabeza que no venían al partido, claramente. Al final, son situaciones que para subir en el ranking en el que estoy, más allá de las lesiones, tengo que estar a la altura. Si el resultado final es positivo o no, ya es otra cosa, pero por lo menos hay que estar competitivo, es lo más importante”, describió Trungelliti, que alcanzó su posición más destacada (112°) en marzo de 2019, pocos días después de destapar una olla a presión, precisamente en LA NACION.
Trungelliti está radicado en Andorra desde diciembre de 2018. ¿Qué lo motivó a volver a jugar en el país? “Un poco todo -dijo-. Entre mi abuela, que ya está grande y me gustaba que conociera a mi hijo (Mauna). También intentar sanar un poco, porque sino es como se va haciendo una pelota muy grande. Necesitaba venir. Obviamente que hay alguno que otro en el torneo que pone cara fea, pero al estar en una posición mental distinta de la que estaba hace bastante tiempo me permite tomármelo más a risa y entender que la gente tiene sus diferentes opiniones. Siempre me va a costar entender, eso así, que se mida con una vara distinta a unos y a otros. Conmigo creo que muchos han sido demasiado duros y con otros no. Digo esto porque los veo saludando y abrazando a otros como si no pasara nada. O hay una hipocresía terrible o toman esa posición, lo cual es respetable, aunque yo no lo entienda”.
Trungelliti disfrutó, durante muchos momentos, del partido ante Boscardin Dias. Se lo vio de menor a mayor sobre el polvo de ladrillo del Racket, con buenos impactos, sobre todo de revés (un tiro que ejecuta con facilidad y pimienta) y con un puñado de drops (es un jugador con buena mano, como se suele decir). Trunge estuvo acompañado por sus padres, Susana y Luis, que lo vivieron con emoción. También por Nadir, su esposa, claro. Y por Andre, uno de sus hermanos. “Había mucha familia en las tribunas y eso ayuda. Se dio un poco lo que yo quería: sentir sensaciones correctas, sentirme suelto, disfrutar del partido… Mi sonrisa del final lo dice todo, porque todo fue bastante natural”.
“No me arrepiento de no haber vuelto antes”, sentenció Trungelliti luego del partido. Y profundizó: “En condiciones normales volveríamos una vez al año y siendo exagerado, porque tengo cierta edad (33 años), los torneos en Europa están uno cerca del otro, si tengo que irme del torneo y volver a mi casa puedo acercarme para ver a mi hijo…, son muchas las facilidades que da ese tipo de circuitos en comparación con el de Sudamérica. Acá las distancias son mayores, los viajes más costosos. Si no vengo con mi esposa, mi hijo no viene; aparecen otras responsabilidades que antes no estaban. Me siento contento con la decisión de haber venido este año, pero no sé si vuelvo el año que viene. Probablemente no, por una cuestión logística. Esta puede ser la última vez, sin dramatizar absolutamente nada. Porque prefiero otro tipo de circuito y de cercanía”.
Ser el tenista que más abiertamente habló en forma pública sobre la enfermedad de los amaños en el circuito le trajo consecuencias físicas y emocionales. El estrés lo afectó; las lesiones lo persiguieron hasta la actualidad. ¿Qué anhela de acá en más en su carrera? “Como llevo más de cuatro años, desde que explotó todo, que no soy capaz de competir ni mental ni físicamente, tengo esa espina que me duele -reconoció-. Si me tengo que retirar mañana y me preguntan qué hice en los últimos cuatro años, la realidad es que jugué la mitad de los torneos que juega todo el mundo, me mantuve en el ranking pero no es algo que me llena. Hoy por hoy se mantiene ese fuego…, que es lo malo y lo bueno que tiene este deporte, que siempre te da esperanza y te tiene ahí, dándote la galletita. Te la da y te la saca, te la da y te la saca. Hay que aprender a lidiar con eso y cuando me levante de la cama, me mire al espejo y por cinco días seguidos no tenga ganas de entrenar, probablemente sea el final. Me duele no poder jugar treinta semanas al año. Pero el fuego todavía está”.
De padre bioquímico y madre contadora, Trungelliti se formó en el Santiago Lawn Tennis Club, de Santiago del Estero, allí donde nacieron deportistas que trascendieron, como los rugbiers Juan Manuel Leguizamón, Facundo Isa y Tomás Lezana. Fue sparring del equipo argentino campeón de la Copa Davis 2016 durante las semifinales y la final; ese mismo año protagonizó un impacto en Roland Garros, siendo 166°, superando la clasificación y venciendo al croata Marin Cilic (10°) en la primera rueda.
“Cada vez mi sueño fue bajando, dadas las circunstancias -relató Trungelliti-. Primero era ser top 20, después top 40, top 60… Hoy por hoy, hace tres o cuatro años que estoy en el 200. Mi objetivo es tratar de terminar el año con el uno adelante y me haría muy feliz poder competir dos años más o menos en paz, haciendo 25 semanas en estado normal. Si no me da el nivel, ya está, habrá que aceptarlo. El lugar donde vivo (Andorra) me ayuda y me facilita el trabajo físico, porque lo hago en la montaña. Ahí se me hace mucho más fácil. Me gusta esa vida y es lo que me mantiene activo, porque probablemente ya hubiera dejado. A los 25 o 26 años ya estaba bastante cansado, no quería viajar más, los cambios de continente se hacen pesados, el cambio de temporada y pasar del verano al invierno…, son cosas que poco a poco te van matando. Está bastante claro a la edad que se retiran los sudamericanos y los europeos, que juegan hasta los 36-37 años, están cerca de la familia…”.
Trungelliti confió que ser padre lo “ayudó” para seguir en el tenis: “Porque me ponía muy mal cuando perdía. Demasiado, nocivo, depresivo, mal… Pero ahora lo tenés ahí (a su hijo), que no entiende nada, que te quiere siempre contento, que lo cuides, que compartas tiempo… No sabía qué me iba a pasar cuando Mauna naciera: si me iba a tirar por el lado de no salir más de mi casa o si no iba a pasar nada y seguir, compartir momentos. Hoy es una motivación más. Me tiró en forma positiva”.
Además de la competencia en singles, Trungelliti jugará el Challenger de Buenos Aires en dobles, haciendo pareja con Federico Delbonis (debutarían el miércoles), el ganador del histórico quinto punto de la final de la Copa Davis en Croacia 2016, lo cual es muy significativo. El zurdo azuleño, además, fue uno de los jugadores que -en su momento- más apoyó en forma pública a Trungelliti. “El dobles con Fede surgió así: ‘Fede, ¿vamos a jugar el dobles, que no lo hicimos nunca?’. Básicamente no se dio porque él jugaba otro circuito del mío. Acá teníamos miedo porque en la primera lista quedamos afuera. Yo tenía ganas de jugarlo, no sé si como despedida o qué, pero es como bienvenida-despedida, los dos tenemos 33 años, vamos sufriendo de la cadera, de la espalda y puede que no haya muchas más posibilidades. Me da mucha intriga y alegría saber qué es lo que se siente jugar con un amigo”.
Fuente: La Nación
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