Se observan fijamente, de manera profunda y penetrante. De repente se cierran sutilmente los ojos de ella primero, luego los de él. Esto sucede a la par que sus labios se acercan y suavemente se rozan. De manera lenta se acarician. Jamás abrirán los ojos durante el beso. Menos aún se observará la lengua de ninguno de los dos. No se verá el accionar de las manos. Ella siempre más baja en estatura que él. Luego del beso la mirada de ambos de enamoramiento y ternura. Seguramente luego del ósculo vivirán felices para siempre. En resumen… el clásico beso de las películas Hollywoodenses. Palabras más, palabras menos, siempre sucede así. Y es irreal. Nosotros tratamos toda nuestra santa vida de comparar nuestros humildes y terrenales besos con los de la pantalla plateada… Esos son de película y nuestra llana vida es la real.
Besos eran los de antes decía mi abuela. Mi abuelo subía y bajaba la cabeza asintiendo, dándole la razón. Obviamente haría eso sino luego mi abuela cobraría venganza. Le apagaría el calefón en medio de una ducha caliente en una fría noche de invierno. No había margen para mi abuelo el «tano», pobre él, de contradecirla a «la griega Mery». Besos eran los de antes… Los de Rita Hayworth, los de la Lollobrigida, los de Marilyn, los de la Loren, los de «la dolce» Anita Eckberg. Besos eran los de antes…
Besos secos, ínfimos de zaguán. Besos tímidos y robados. Vistos de reojo por el padre de ella. Besos con timidez. Sin saliva involucrada. Besos en la mano, en la boca, en la frente. Con los ojos cerrados. Con las manos detrás de la cintura. En la oscuridad bailando lentos. A la salida de la escuela en la plaza. Mientras nos hacíamos «la cuca» sin que nos vieran nuestros compañeros. Besos formales. Aburridos ósculos a la vista de todos. Besos desganados. De compromiso. De pacto sellado. Tristes besos de casamiento. De alianza. De «para toda la vida»… Besos a escondidas. Ocultos. Prohibidos. Besos desesperados. Mientras las ropas vuelan. Besos de despedida, tristes, de miradas húmedas. Besos desconsolados, sollozantes. Esquivos, a media boca. Con el desdén de quien se arrepiente y mueve el rostro para que el desafortunado alcance a rozar solo la mitad de los labios esquivos. Besos de madre, padre, tíos, abuelos. Besos al colectivo, al tren, al avión al barco que se va… Besos de niños, de adolescentes, de jóvenes, de maduros. Besos de viejos. Besos bajo la lluvia, en la ventolera, en plena siesta o de noche. Besos desparejos. Irregulares. De edad, credo o condición social disímiles. Besos atormentados, desconsiderados, desubicados. Locos besos en lugares indecibles, irreproducibles. Besos recatados, pacatos y sosos. Besos con fecha de vencimiento. Caduco y vigentes. Veloces y en cámara lenta. Parejos, con diferencia de altura. Se besan entre ellos. Entre ellas. Todos se besan. Todos nos besamos. Nunca es como en la pantalla. Siempre es diferente. Nadie besará como se besan Totó y Elena en la cabina del Paradiso. Nadie nunca se besará como Mickey Rourke y Kim Basinger en 9 semanas y media. Somos reales, personas de carne y hueso. Y obstinadamente queremos ser como ellos…
Besos de emoticones, de redes sociales. De Facebook, Whatsapp, de Instagram. Besos por webcam. Fríos, pandémicos, distantes, de pantalla. Besos eran los de antes. Con rouge en el papel perfumado de una carta manuscrita. Esperado por semana contando los días… Esos eran besos virtuales y no macanas…
Te mando un beso, te dejo un beso, chau beso grandote, besos y abrazos… y a la hora de besarnos… nada. La apatía de la presencialidad. Nada más hermoso que el beso imaginado. Añorado y deseado. El inexistente beso creado por nuestra imaginación. El imitado y copiado. El beso original. Charles Chaplin y Buster Keaton besando a sus «parteneres» de mil y un formas estrambóticas. Jerry Lewis y Jim Carrey haciendo las mil y un caras y gesticulaciones luego de un beso. La dama y el vagabundo eternos con su beso accidental mientras comen un espaghetti compartido. El beso de la mujer araña de Puig llevado a la pantalla por Hurt y Juliá. Besos perversos. Nunca dichos. Subexpuestos. Besos adivinados en las líneas de ajuste de un canal sin el decodificador pago. Besos pagos. Besos regalados, ad honorem. Besos caritativos, que curan y sanan. A granel, a montones. Besos por doquier. Miles de besos.
Nunca como los de ella, nunca como los de él. Jamás. Los guardamos en la memoria. Para nosotros solitos. Cerramos los ojos y es como si fuese ayer. Los abrimos y en cada beso de una película romántica yanqui está implícito ESE BESO. El que nunca jamás olvidaremos. El que llevaremos a la tumba. El indecible. El único. El más tierno. Aquel beso del primer amor…
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