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[Audio] Locura y soledad en el cine

Por Pablo Argañarás Lic. en Cine y Televisión
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En la antigüedad el exilio era el peor castigo.  Deambular en soledad por terrenos inhóspitos sin la posibilidad de alguna vez regresar al lugar de dónde una se tuvo que marchar.  La soledad tuvo desde el inicio de la humanidad una connotación punitiva.  Quizás por la naturaleza intrínseca del ser humano.

Los más valientes no son aquellos que ganan batallas o conquistan territorios.  Los valerosos son quienes soportan la soledad.  Sin perder el equilibrio ni la cordura.  Quizás el peor enemigo del ser humano es estar a solas consigo mismo.  Más aún en la actualidad donde estamos híper conectados, sin un segundo de soledad real ni virtual.

Tener la valentía de estar solo en un mundo súper vinculado a los extremos de una ficción.  Ir en contra de la corriente que pregona una pseudo compañía.  Tener la suerte de coincidir con alguien.  Ser compañero de otro.  Salirse y abrirse de uno mismo para ser plural.

El cine hizo lo suyo al presentar a personajes solitarios y errantes.  “Leaving Las Vegas”, “Muerte en Venecia”, “Perdidos en Tokio”, “Her”, “Shame” y muchas otras más son ejemplos de filmes en donde se observa la soledad encarnada en historias desoladoras.

La locura implica la soledad.  En la falta de cordura nunca hay un otro.  Es el ensimismamiento y la falta de comprensión.  La cárcel mental de uno mismo.  La incapacidad de conectar con otros.  La imposibilidad del entendimiento.  La marginación auto impuesta o ex profeso por los demás.

En el cine a este tema se lo trató desde mil artistas diferentes. Con los tabúes propios del tópico en cuestión.  Desde «Los tres chiflados», hasta el desvarío de Tom Hanks en «Náufrago», hablando con un otro, la pelota Wilson.  Personajes tortuosos y torturados por sus patologías, desde «Atrapado sin salida» con Jack Nicholson, «Claroscuro» con Geoffrey Rush, «Contra viento y marea» con la gran Emily Watson.  El cine de los distintos, de los enclaustrados en su locura.  Encerrados en manicomios.  Cárceles para los diferentes.  Para quienes no se adaptan y quedan al margen.

Actualmente está de moda presentar en series y filmes la demencia de asesinos seriales como si fuesen grandes celebridades y especies de rockstars.  Quizás falten producciones «terapéuticas».  Que narren historias de personajes que sobrellevan y superan patologías.  También sucede que quizás esto no sea redituable para el morbo reinante en nuestros tiempos.  El deleite de ver sufrir a otro que no es uno.  La real y cabal locura del macabro goce del padecer de un otro.  Lo cruento y el nuevo género del cine de la crueldad.  La pornografía de la violencia.  La locura que esté en boga su consumo.

El que esté libre de locura que arroje la primera piedra.  El que se considere sano que levante la mano señalando quienes están mal de la cabeza.  En un mundo en dónde todo está catalogado las diferencias cuestan.  Comprender lo diferente requiere empatía y sabiduría, ambas virtudes en extinción.  Tal vez por eso se cae en el estereotipo de los personajes «locos».  Sin matices, sin grises ni pincelada alguna, en un mar de locura homogénea.  La locura porque si, caprichosa.

Creo que el séptimo arte le debe a su público filmes que sean serios en el tratamiento del tema y desde la producción de los mismos.  Que no sea en el marco del tratamiento de una comedia, o peor aún comedia negra.  O un drama exagerado.  Sino que se aborden estas cuestiones con la justeza de filmes emblemáticos como pueden ser “Una mente brillante”, “El príncipe de las mareas”, “Pescador de ilusiones”, “En busca del destino”, “Taxi driver”, entre muchas otras ejemplares películas que abordan la locura y la soledad.   Las producciones audiovisuales se deben a ellas mismas el tratamiento de más y mejores producciones que traten estos tópicos de manera seria.  Un tema tan antiguo como la humanidad misma y tan tabú como lo fue siempre.