Cuentan que Wolfgang Amadeus Mozart dio su primer concierto a los cinco años y poco después empezó a hacer giras por Europa. Estando en Nápoles, en el Conservatorio de la Pietà, tocaba el piano con tal maestría que alguien del público aseguró que se trataba de un encantamiento producido por un anillo que llevaba en el dedo. Los ánimos solo se tranquilizaron cuando el niño se sacó la joya y siguió tocando con igual talento, desechando cualquier acusación de brujería.
A Vida Fernández Palmeyro no la acusaron de ser maga, pero no hay dudas de que hay mucha magia en esta nena de diez años que toca el piano desde los cinco y la flauta traversa desde los seis, canta y rasguea la guitarra y, recientemente, acaba de descubrir su verdadera vocación: ser compositora.
Fue a partir de un concurso que curiosamente, lleva el nombre de aquel niño músico de Salzburgo: “Hey Mozart”, en el cual resultó ganadora de la categoría Música Sinfónica y se dio el gusto de escuchar la ejecución de su melodía que se llama “Bailarina”, a toda orquesta, en la mayor sala del Centro Cultural Kirchner.
De nuevo como el pequeño Amadeus, Vida viene de una familia de músicos o amantes del arte. Su mamá Yanina toca la guitarra; su papá Sebastián, es profesor de música, además de cantar y tocar en dos bandas, El Más Acá y La Covacha; y su hermano mayor Sasha, que fue quien primero entró en la orquesta del barrio El Pato, en el partido de Berazategui, donde viven para tomar clases de trompeta.
“Entré y me mostraron todos los instrumentos que podían ser, y me encantó la flauta traversa, un poco por el sonido y otro por el modo diferente en que se toca”, cuenta la niña prodigio sobre sus primeros pasos en la música.
Porque el camino de Vida en la música está signado por las orquestas. Una es la del Pato, creada en el proyecto de Orquestas del Bicentenario, y la otra es la Sonora de Ezpeleta, en Quilmes, donde su papá da clases. “No solo son gratuitas, sino que incluso les dan los instrumentos a los chicos para que aprendan y practiquen”, explica Sebastián.
Aunque el tema con el que ganó el concurso es sinfónico, la nena que pasó a sexto grado en la escuela Los Aromos de El Pato se confiesa fan de la música popular y folclórica: entre sus favoritos están los carnavalitos y, si tiene que elegir un tema se queda con el «Huayno del Sapo».
En busca de la música que mejor la expresase, se animó a empezar a componer. Su primera canción, “El ciclo de la vida”, está en su canal de Youtube y la tiene por protagonista interactuando con la naturaleza. Pero el profesor de Lenguaje Musical de la Orquesta de El Pato, Andrés Ravina, le planteó un desafío diferente: componer un tema sinfónico para participar de un concurso exclusivo para chicos.
“Probé hacerla con la flauta, pero no se me ocurría nada, así que empecé a tocar con el piano eléctrico y salió algo, a lo que le tuve que agregar una segunda parte. Le puse ‘Bailarina’ porque me hace acordar a la melodía de una cajita de música, esas que tienen una muñequita girando encima”, recuerda y avisa que esa actividad definió su vocación. “Quiero dedicarme a la música y a componer, hacer las melodías que me expresen”, promete y bromea con su papá que a ella “no se le da bien explicar”, así que no va a dedicarse a dar clases.
Varios meses después de mandar el tema al concurso, Vida se enteró de que era una de las ganadoras y durante 2021, fue invitada a la interpretación de “Bailarina” que hizo la Orquesta Juvenil Nacional San Martín en el Centro Cultural Néstor Kirchner: “Pude ir a escucharlo y el arreglo orquestal sonó hermoso”.
En estos días, de vacaciones en la escuela y en las dos orquestas que la tiene ocupada toda la semana durante todo el año, Vida acompaña a su papá cada vez que sus bandas tienen presentaciones y disfruta los momentos en que hacen música en familia y la casa del Pato se convierte en la sede de una pequeña orquesta.
MÚSICA Y SOLIDARIDAD EN BARRIOS POPULARES
El Programa Andrés Chazarreta nació en el 2006 con el objetivo de generar experiencias de socialización y solidaridad, a través del hecho artístico-musical, para potenciar el trabajo de orquestas infantiles y juveniles que funcionan en barrios populares de todo el país.
Hasta el momento ha construido una red federal de más de 2000 integrantes y 250 docentes músicos. Una de esas experiecias es la «Sonora de Ezpeleta» que funciona en Quilmes.
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