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Los ‘pititas’: quiénes son los que aún piden una dictadura militar en Bolivia

Ante el triunfo del MAS por el 55,1% de votos en las elecciones del 18 de octubre, algunos sectores opositores al partido de Evo Morales se reúnen frente a cuarteles militares y en plazas y marchan para exigir que se instaure una dictadura militar en Bolivia. ¿A qué responde este comportamiento?
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Grupos minoritarios que no aceptan la victoria del Movimiento Al Socialismo (MAS) en las elecciones presidenciales del 18 de octubre iniciaron una peregrinación por cuarteles militares y policiales para pedir a los uniformados que den —otra vez— un golpe de Estado en Bolivia. 

Con mayor convocatoria en las ciudades de Santa Cruz de la Sierra (en el este) y Cochabamba (centro del país), estos sectores reciben un rechazo mayoritario, incluso de quienes son opositores al partido del expresidente Evo Morales (2006-2019).

Las convocatorias se realizan por medio de redes sociales. Grupos de Facebook como Juventud Libre, con poco más de 30.000 likes en su sitio, intentan instalar el hashtag #YoQuieroUnGobiernoMilitar, con poco éxito. También convocan a la población a tomar los edificios gubernamentales y hacer vigilias frente a los cuarteles militares.

Este 26 de octubre, 700 personas se reunieron frente a la Octava División del Ejército, en pleno centro de la ciudad de Santa Cruz. De rodillas, rezaron para pedirle a Dios que los militares se hagan cargo de la política boliviana. Por la noche, con la misma consigna una escuálida marcha recorrió algunas calles de la ciudad de Cochabamba. 

El día siguiente, en Santa Cruz se convocó a la población ante el Comando Departamental de la Policía Nacional, para pedir a los policías que se amotinen otra vez, como hicieron el año pasado en el golpe de Estado contra Morales. En Cochabamba se llamó a realizar un Cabildo en la plaza de Cala Cala, en el barrio de La Recoleta, para decidir acciones que eviten la asunción de Luis Arce como presidente, el 8 de noviembre. 

La máscara democrática se deshizo en ciertos sectores sociales que apoyaron al golpe de Estado del 10 de noviembre de 2019. Pasadas las elecciones del 18 de octubre, en las cuales el MAS ganó con el 55,1% de los votos, optaron por desconocer el procedimiento constitucional vigente para saldar las diferencias políticas. ¿A qué responde este comportamiento? 

De vuelta a los años 70

Sputnik conversó con la socióloga Rocío Estremadoiro, docente de la Universidad Mayor de San Simón, en la ciudad de Cochabamba. A su juicio, no se puede explicar este fenómeno sin retrotraernos a los años en los cuales Hugo Banzer Suárez fue dictador, entre 1971 y 1978. Tanto gravitó en la política boliviana, que en 1997 fue otra vez presidente, esa vez elegido mediante el voto. Tuvo que renunciar en 2001, para fallecer en 2002.

Según Estremadoiro, «este movimiento representa a una corriente que en un momento fue dominante en Bolivia, durante la dictadura de Banzer, que estaba muy vinculada a la doctrina de seguridad nacional», implementada por Estados Unidos en los años 70, dirigida a apoyar a las Fuerzas Armadas de países América Latina para que tomaran el poder del Estado. 

«Era una corriente con un anticomunismo sumamente fundamentalista, con la interpelación religiosa muy marcada, así como un chauvinismo nacionalista muy fuerte», dijo la socióloga, quien también es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Salamanca, España. 

De regreso a los días golpistas de octubre y noviembre de 2019, los ciudadanos opositores a Morales se autodenominaron «movimiento pitita». Según Estremadoiro, esta protesta «fue en cierto sentido más heterogénea, más compleja. Pero la vanguardia ideológica ha sido tomada por estos sectores fundamentalistas, que en Santa Cruz —principalmente— son un resabio del falangismo, un resabio de la dictadura de Banzer».

A contramano

Las manifestaciones en reclamo de que una «junta militar» asuma el Gobierno de Bolivia recibieron el rechazo de todo el arco político. En Twitter, al día siguiente de las escenas de surrealismo explícito frente al cuartel militar se volvió tendencia el hashtag #MilicosNuncaMás. También ranqueó #DictaduraMilitar, pero en este caso no quedaba claro si se lo usaba en apoyo o en contra del regreso de las Fuerzas Armadas al poder.

Estas movilizaciones golpistas ¿tienen futuro? «Creo que no va a ser posible que se expandan por todo el país, porque la movilización que ellos han tenido el año pasado han sido en función a un discurso a favor de la democracia», comentó a Sputnik Tórrez, quien es doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos por la Universidad Simón Bolívar, de Ecuador.

Se refería a las movilizaciones que terminaron por derrocar al expresidente Evo Morales, a quien acusaban de haber cometido fraude en las elecciones del 20 de octubre de 2019, cuando el MAS, con el 47% de votos, derrotó a Comunidad Ciudadana (CC), del expresidente y entonces también candidato Carlos Mesa (2003-2005), quien sacó el 36%. 

Actualmente esta causa judicial contra Morales está por caer, a la luz de que los resultados del 18 de octubre pasado (55,1% para el MAS; 28,8% para Mesa) dejan en evidencia que no hubo fraude en 2019.

Muchos que durante las semanas golpistas del año pasado defendían supuestamente a la «democracia», cambiaron su discurso para exigir una intervención militar en los poderes del Estado. Para Tórrez, «esto tiene un efecto búmeran, porque la gente se da cuenta de que así se pone en riesgo a la democracia. Leí hoy varios tuits de gente, intelectuales críticos al MAS, que en esta ocasión tienen la posición firme de no aceptar ninguna  injerencia de los militares en la política boliviana».

Y recordó las declaraciones del empresario cruceño Luis Fernando Camacho, quien quedó tercero en las elecciones del 18 de octubre, con el 14% de votos. Aunque en Santa Cruz salió primero, con el 44%. «El señor Camacho dijo que va a respetar los resultados. Es un mensaje positivo que Camacho, portador de ese caudal de votos, salga con ese discurso», destacó Tórrez.

Para él, en estos «pequeños grupos» hay un componente religioso, que es fundamental en esas protestas. «Esa gente le está pidiendo a Dios para que los militares se hagan cargo del Gobierno», comentó.

La historia de Santa Cruz de la Sierra

Santa Cruz de la Sierra también tiene una historia particular, que la diferencia de los otros ocho departamentos de Bolivia. En la década del 50, tenía 50.000 habitantes. Hoy son más de 2 millones y le disputan el liderazgo económico y demográfico a la capital, La Paz. Su territorio abarca el 33% del país, tiene una agroindustria muy fuerte, también vastos recursos hidrocarburíferos.

Entre 1957 y 1959, este pueblo luchó contra el «centralismo», como le llaman al Gobierno nacional con sede en La Paz, para que en el departamento se quedara el 11% de las regalías petroleras. Con esos ingentes ingresos pavimentaron, alcantarillaron, tendieron electricidad y agua potable. Estos servicios, desde entonces y actualmente, se ofrecen mediante «cooperativas», que también son núcleos de poder político y económico.

«También hay que entender que el regionalismo cruceño es una reacción al centralismo histórico en el manejo del Estado boliviano. El problema de esa reacción es su contenido sumamente conservador, que tiene un resabio muy feudal en su pensamiento. Eso incluye al racismo, al castismo, también suelen ser bastante machistas, belicistas y militaristas», enumeró.

«La doctrina de seguridad nacional y el falangismo están reviviendo bajo este maniqueísmo de que el MAS representaría la vuelta del comunismo o del castrochavismo. Es preocupante, porque cuando esta ideología se convierte en acción, ahí tenemos lo que ha sucedido con las dictaduras militares», advirtió Estremadoiro.

Fuente Agencia Sputnik