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A oscuras

Contra Mitre por el Dr. Luis Alen
¡Compartilo!

Mientras la Capital Federal y una buena parte de la provincia de Buenos Aires quedaban
a oscuras, en parte por alguna quema intencional de campos y en parte por el fracaso
del manejo del servicio público de energía en manos de empresas privadas, el Presidente
daba su discurso de apertura de las sesiones legislativas y la oposición mostraba su
verdadero rostro de intolerante, insultante, discriminadora, mentirosa.

No es que el recorrido de Alberto por lo hecho en sus tres años de gestión despierte
adhesiones entusiastas. Muchos de sus votantes están seguramente más preocupados
por lo que no se hizo que por lo que el gobierno llevó adelante. Es cierto que debió
enfrentarse a circunstancias excepcionales, como la pandemia y luego la guerra entre
Rusia y Ucrania. Pero también lo es que la tantas veces anunciada guerra contra la
inflación y los especuladores hasta ahora no arrojó más que derrotas. Y el bolsillo de la
gente lo sabe.

Pero no fue ese el motivo de los insultos y destratos que desplegó la oposición
cavernícola. Lo que los enfureció fue la mejor parte del discurso. La que Alberto dedicó
al Poder Judicial y sus autoridades máximas. Que las mejores espadas de nuestra
derecha, las que consiguieron más victorias contra el odiado populismo y sus líderes,
fuera expuesta con toda crudeza por un Presidente que no se caracteriza por la firmeza
resultó intolerable para los cromañones que aspiran a retornar al gobierno a fines de
este año, para seguir adelante con sus planes de esclavizar al pueblo para gloria de sus
mandantes, los detentadores el poder económico.

Que Alberto haya descripto la cantidad de tropelías llevadas adelante por la tropa
comandada por la dupla Ro-Ro, que asistía impávida al acto, es lo que llevó al paroxismo
a los representantes de la oposición, tal vez porque se sienten parte de esas tropelías.
¿Quién sino nuestra derecha fue favorecida por fallos como el relativo a la integración
del Consejo de la Magistratura, después de casi dieciséis años de siesta del expediente?
¿O el que favoreció a la ciudad de Buenos Aires, en desmedro de las veintitrés
provincias?

También les molestó que el Presidente les recordara que el armador de sus mesas en las
que coincidían -y lo siguen haciendo- jueces, fiscales, espías, funcionarios y empleados
de empresas de medios está disfrutando de su rebeldía aquí nomás, en Punta del Este,
acaso protegido por un gobierno oriental que se siente más a gusto con quienes
favorecen a los poderosos que con los que predican la justicia social y la equitativa
distribución de las riquezas.

Y por supuesto, el enojo llegó a un punto álgido cuando Alberto recordó la persecución
judicial contra Cristina y destacó que el fallo en su contra es, hablando en términos
jurídicos, el absurdo llevado casi a su máxima expresión y que solo es comprensible si se
lo mira con el cristal de la voluntad de proscribir a la Vicepresidenta, aunque el
Presidente haya hablado de su inhabilitación, que es lo mismo aunque con otras
palabras.

Insultos como los de Fernando Iglesias, que no solo reiteró su conocida aversión por las
mujeres al agredir a la diputada Moreau sino que con su mejor cara de piedra mandó a
Alberto a estudiar derecho. Ocurre que es sabido que si algo sabe el Presidente es
derecho y sobre todo, el penal del cual hace años que es profesor, mientras que el
diputado de Neanderthal solo cuenta en su legajo con el título de entrenador de vóley y
con un casi record: ningún proyecto presentado en su trayectoria de legislador.
Además de Iglesias, múltiples dirigentes de la oposición vociferaron que todo lo dicho
por Fernández no era más que un conjunto de mentiras. Justo ellos, que si en algo se
destacan es en despreciar la verdad. A ellos se sumaron, como era de esperar, los
máximos cultores de la noticia falsa, la desinformación y los discursos de odio.

El 01/03/2023 Andrés Malamud dice que el Presidente pasó “De moderado a
energúmeno en 120 minutos”. Moderado es una de esas palabras con variados
significados: es tanto el que guarda el medio entre los extremos, como el que no es
extremista, o como en el siglo XIX español, el seguidor de un partido liberal que
propugnaba la moderación en las reformas y el mantenimiento del principio de
autoridad. Mientras que energúmeno es una persona poseída por el demonio, o una
persona furiosa, alborotada.

¿Pensará Malamud que Alberto pasó de liberal a poseído? Todo es posible en las páginas
(gráficas o virtuales) del diario de don Bartolo. Lo cierto es que según el escriba, “de una
imaginativa enunciación de éxitos, el Presidente salió de Disneylandia y se subió al
ring. Sus blancos fueron el gobierno anterior y la Justicia. A su antecesor lo culpó por los
desaguisados económicos, pero también donde le duele más: el espionaje con fines
políticos y la tentativa de nombrar dos jueces por decreto. Casualmente eran los que
estaban ahí sentados, listos para ser humillados por el cerco mediático de la televisión
pública”. Caramba. Si no fuera que la publicó LA NACIÓN, uno podría alabar lo acertado
de la descripción de lo que le duele a la derecha. Que es lo que usualmente hace, causar
desastres económicos, espiar indebidamente, violentar la Constitución para imponer
jueces amigos.

El 02/03/2023, una editorial abre el fuego para la Tribuna de Doctrina: “Otro relato
presidencial que abrió más grietas”. Como si la grieta no existiera desde tiempos pretéritos,
alimentada siempre por la derecha a la que sirve desde siempre el pasquín de los MitreSaguier.
“En su mensaje a la Asamblea Legislativa, Alberto Fernández recurrió a falacias y a
arteros ataques a la Justicia para complacer a Cristina Kirchner”, cuenta el editorialista,
reiterando un argumento ya gastado: que todo lo que hace el Presidente es para que la
Reina Maléfica no lo rete. Aburren. Agrega que Alberto “dijo que hay una estructura de
medios, jueces y políticos opositores que actúan de manera coordinada, apuntalada por
servicios de inteligencia, obviando que él mismo basó un mensaje por la cadena nacional
en chats obtenidos de manera ilegal”. Hilando fino, uno podría entender que el escriba
no niega ni la existencia de la estructura ni la de los chats. Solo dice que estos fueron
obtenidos de manera ilegal, cosa que hasta la fecha no ha sido acreditada. Nadie sabe
cómo se obtuvieron las conversaciones que muestran que lo afirmado por el Presidente
es nada más que un dato de la realidad, aunque todo parece indicar que eso ocurrió
como un episodio más de la guerra interna de Juntos por el Cambio.

Al editorialista lo sigue el servicial Pablo Sirvén, que habla de un “Fusilamiento
mediático, en vivo y en directo” (02/03/2023). Después de recordar los fusilamientos de
los torturadores de Batista por el recién triunfante Fidel Castro, Sirvén los equiparó con
la palabra presidencial: “La metralla verbal contra la Corte Suprema en el flamígero
discurso de Alberto Fernández ante la Asamblea Legislativa, buscó ser un fusilamiento
mediático, agravado por estar presentes en el recinto sus dos representantes máximos”.
Alberto no dijo nada nuevo. En realidad, Sirvén debería haber dicho que los que estaban
presentes eran los responsables máximos del descrédito del Poder Judicial.
Pero no. Sirvén prefirió destacar que “Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz jugaron a las
estatuas. Si tenemos más de 30 músculos en la cara, ellos procuraron no mover
ninguno”, cosa que a nadie debería sorprender porque si algo caracteriza al presidente
y vice de los cortesanos es la dureza a toda prueba de sus semblantes.
Cerremos la breve reseña con la columna del inefable y omnipresente Joaquín Morales
Solá. El 02/03/2023 se refiere a la “Lamentable diatriba de un Presidente que fue”. El
título nos indica que para el escriba el mandato de Alberto ya terminó. La consecuencia
lógica es que cree -como siempre creyó- que no hay que hacerle ningún caso al
Presidente por más que el período recién concluya el próximo 10 de diciembre.

De movida, la columna es claramente agresiva contra el primer mandatario. “Si no
hubiera sido por los minutos en que Alberto Fernández se convirtió en un hombre
violento y desaforado para referirse a la Corte Suprema y a la Justicia en general, su
último discurso ante la Asamblea Legislativa habría dormido a los legisladores y a los
argentinos que se animaron a verlo por televisión”. Si para Malamud el Presidente pasó
de moderado a energúmeno, para Morales lo hizo de aburrido a violento. Es claro que
para el columnista estrella de la Tribuna de Doctrina, criticar a los cortesanos y al Poder
Judicial es algo inaceptable.

“La rabiosa embestida contra la Corte Suprema de Justicia por sus recientes fallos (la
coparticipación de la Capital Federal y la inconstitucionalidad del Consejo de la
Magistratura) delante de los propios jueces de ese tribunal –a quienes no se privó de
señalar con su perenne dedo-, exhibieron a un presidente que perdió la dignidad de un
jefe del Estado, a un mandatario tan enmarañados en sus extravíos que solo profundizó
su descrédito social”, dice Morales. No se preocupa por la claridad en la redacción,
porque ni siquiera estos cortesanos se animaron a declarar inconstitucional al Consejo
de la Magistratura; y la verdad es que si algo debe rescatarse del discurso presidencial
es que haya dicho claramente que los cortesanos juegan un rol decisivo en la política
turbia de nuestra derecha.

Es claro el llamado de Morales a desconocer la autoridad presidencial: el discurso “Fue
un acto de brutal humillación no a dos jueces, sino al Poder Judicial en su conjunto. Eso
es lo que pone fin de hecho a la gestión de Alberto Fernández, aunque le queden todavía
diez meses de mandato presidencial”. Esa es la idea de nuestra derecha de cómo se cuida
a la República y a sus instituciones: protegiendo a quienes violentan la Constitución y no
cumplen con su función -que es lo que estos cortesanos, y otros jueces, vienen haciendo
casi sistemáticamente-, y desconociendo a quien fue electo por el voto popular para
cumplir un mandato que no concluye por la voluntad de un empleado de los medios sino
porque se agotó su período. Aunque no estemos de acuerdo con la forma en que
gobierna.

El gran mentiroso se queja de que Alberto “Mintió sin rubor. Dijo, por ejemplo, que bajo
su mandato nunca se había perseguido a periodistas. Debe recordársele que su gobierno
denunció penalmente a dos periodistas, con probables condenas de cárcel, por revelar
que existe una ‘mesa militar’ en los servicios de inteligencia del Estado, según una
denuncia de la oposición”. Lo dice en defensa propia, porque se refiere a sí mismo y a
Daniel Santoro. Claro que para ser periodista no basta con trabajar en un diario, es algo
mucho más profundo. Morales Solá y Santoro no son periodistas. Son empleados de los
medios. No fueron detenidos ni sometidos a largo tiempo de privación de su libertad,
como ocurrió con los dueños de C5N durante el macrismo que tanto alaba el columnista.
¿Defendió Morales a esos presos, o se alegró de que se los detuviera?
Morales se pregunta: “¿Cómo se supo que existió una supuesta conversación telefónica
entre el ministro de Justicia y Seguridad de la Capital en uso de licencia, Marcelo
D’Alessandro, y el más cercano colaborador del juez Rosatti, Silvio Robles?”. Debería
preguntar entre sus amigos (o patrones) de Juntos por el Cambio. Eso sí, no se priva de
señalar que “Esa conversación fue desechada por el juez Sebastián Ramos, quien se negó
a investigar una causa basándose en un hecho ilegal, como es la intervención de
teléfonos privados”. Eso sí, nada dice de que ese mismo juez, que negó conocer al
ministro licenciado, figura en otras conversaciones donde, oh casualidad, se trata
amistosamente con D’Alessandro y le agradece la provisión de vehículos.

No se trata de defender al gobierno. Ni a su Presidente. Se trata simplemente de poner
las cosas en claro, de decir quién miente y a quién sirven sus mentiras. De rechazar que
los que nunca creyeron en la democracia ni en las instituciones se presenten como
defensores de la República. De poner, en estos días, un poco de claridad en las cosas.
Que la sociedad está cansada de andar a oscuras.