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El idilio de Occidente con Zelensky se enfría

Por María G. Zornoza – Público.es
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«Ya le dije a los ucranianos, cuando me desplacé durante 11 horas para que me dieran una lista (de pedidos), que no soy un almacén de Amazon», llegó a señalar Ben Wallace, ministro de Defensa británico.    

La relación del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, con sus aliados occidentales muestra sus primeros síntomas de agotamiento. Desde el Reino Unido le han reprochado que no son un «almacén de Amazon» y varias capitales recriminan una falta de «gratitud» de Kiev ante la ayuda financiera, humanitario, político y militar sin precedentes proporcionada por la UE y Estados Unidos.

Se trata de un cambio de tono no percibido en los casi 550 días de guerra en Ucrania. Todo comenzó poco antes de la cumbre de la OTAN, celebrada el mes pasado en la capital lituana de Vilna.

«Nos guste o no, la gente quiere ver gratitud por las contribuciones militares de Occidente en la guerra en Ucrania (…) Ya le dije a los ucranianos, cuando me desplacé durante 11 horas para que me dieran una lista (de pedidos), que no soy un almacén de Amazon», señaló Ben Wallace, ministro de Defensa británico.

Con frecuencia, aprovechando sus habituales reuniones en Bruselas, ya sea en el marco de la UE o de la OTAN, los representantes ucranianos han repartido listas a los países con sus necesidades militares más acuciantes. En algunas ocasiones, estas demandas han sido públicas y ejecutadas con cierta sarna.

«La gente quiere ver gratitud por las contribuciones militares de Occidente en la guerra en Ucrania»

En una reunión en los cuarteles generales, el ministro de Defensa ucraniano enseñó a las cámaras una servilleta con un caza dibujado. Un reclamo y una presión pública que no siempre ha gustado a sus aliados.

Con todo, el mensaje que se sigue imponiéndose en la capital comunitaria es el de empatía con el mandatario ucraniano, al que excusan en base a su necesidad de mantener la moral de sus soldados y sus ciudadanos.

«Hay que entender que es el presidente de un país en guerra (…) Zelenski no va a romper la baraja», aseguraban hace unos días fuentes aliadas. Tras las declaraciones de Wallace, los ojos se centraron, entonces, en la reacción de Zelenski, que no tardó en llegar.

«No sé a qué se refiere. ¿Cómo quieren que se lo agradezcamos? Que me escriba y me diga cómo ser totalmente agradecidos. También podemos levantarnos cada mañana y darle las gracias al ministro personalmente», ironizó. Su propio embajador Vadym Prystaiko en el Reino Unido afeó estos comentarios catalogándolos de sarcasmo no sano. Y poco después fue despedido.

Las palabras del británico encontraron réplica en su gran aliado transatlántico. Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, coincidió en los márgenes de la cumbre de Vilna en que «el pueblo norteamericano merece un cierto grado de gratitud» por toda la ayuda proporcionada a las filas que dirige Zelenski.

La UE y Estados Unidos han invertido a lo largo de estos 18 meses de contienda más de 70.000 millones de euros cada uno en apoyar al país invadido por Rusia en todos los frentes: humanitario, financiero y militar.

Tras un año y medio de guerra, mantener el nivel de ayudas a Ucrania y de sanciones a Rusia (la UE ha aprobado ya 11 paquetes de medidas restrictivas) es, además, cada vez más complicado. A ello se suma el hastío de las sociedades europeas, que están sufriendo las repercusiones en sus bolsillos con una inflación histórica.

“Merecemos respeto”

No obstante, el gran choque entre Occidente y Zelenski se produjo en los preludios de la cumbre de Vilna. Fue la mayor confrontación pública hasta la fecha.

Poco antes de embarcar hacia Lituania, el presidente ucraniano publicó en Twitter un mensaje muy duro, que caldeó el ambiente y no gustó nada a sus socios. Zelenski jugó sus cartas para presionar a la Alianza Atlántica a darle un calendario claro de entrada. A sabiendas de que era una misión imposible.

«Ucrania se merece respeto (…) Es absurdo y no tiene precedentes no fijar un marco temporal ni para la invitación ni para el ingreso. Se está perdiendo una ventana de oportunidad. Y para Rusia esto se traduce en una motivación para continuar con su terror. La incertidumbre es debilidad», escribió.

El Washington Post recogió poco después que esta rabieta desató «furia» en el equipo negociador estadounidense, que durante las intensas negociaciones para articular la declaración final, habría llegado a pedir rebajar el lenguaje y el compromiso hacia Kiev.

Finalmente, Vilna 2023 dejó un compromiso de entrada ambiguo y sin fecha vinculado a que «se den las condiciones adecuadas». Zelenski terminó agradeciéndolo. Desde el inicio de la contienda, el 24 de febrero de 2022, el eje transatlántico ha articulado una respuesta sin precedentes en el apoyo a Ucrania.

En la UE se han derribado incontables tabúes, como el envío por primera vez de material militar a un país en guerra. El traslado de armas ha ido creciendo de forma progresiva en el cantidad y calidad: munición, sistemas de defensa antiaéreas, misiles de largo alcance, tanques o cazas soviéticos.

Pero hay dos líneas rojas que, para frustración de Zelenski, no caerán tan rápido. Ucrania pidió una adhesión exprés a la OTAN y a la UE. La entrada al foro militar no se producirá mientras dure la guerra. Y a finales de este año, los 27 líderes europeos están llamados a tomar una decisión sobre el ingreso de Ucrania al bloque, uno de los pasos más trascendentales para la arquitectura de seguridad europea en el medio plazo.

El encontronazo más reciente fue quizá el menos esperado. Las recriminaciones llegaron en este caso desde Polonia, el principal aliado de Ucrania en la mesa del Consejo Europeo y el más vocal contra la Rusia de Vladimir Putin.

Marcin Przydacz, alto cargo del Gobierno polaco, aseguró en una entrevista que Kiev «tendría que empezar a valorar el papel que Polonia ha jugado en los últimos meses». Unos comentarios que provocaron que Ucrania convocase al embajador polaco en su país.

El choque diplomático obligó al propio Zelenski a intervenir y cerrar filas con el «escudo» polaco. Pocas semanas atrás, Varsovia y Kiev ya chocaron por la decisión polaca de vetar la entrada de grano ucraniano a su país alegando que inundaba sus mercados y perjudicaba a sus campesinos.