Ayer tuve oportunidad de escuchar durante 74 minutos el discurso del presidente Javier Milei en la 45° convención de IAEF realizada en Mendoza. Debía escucharlo con atención, ya que me habían encargado una nota de no más de 300 palabras sobre el tema.
“Escribí un breve resumen para los lectores, objetivo e imparcial. Y si tienes una crítica, que sea mesurada. Es por el tema del control de la información, vos sabes que todos los medios estamos bajo la lupa”. Comprendí las palabras del Jefe de Redacción y me puse en la tarea.
Cuando el reloj marcaba las 19 pm ya había leído varios trabajos sobre el análisis del discurso de autores como Saussure, Barthes y Verón, y después de escribir ‘semiótica’ lamenté no saber nada sobre Milton Friedman. Pero antes anoté una frase del Dr. Pedro Santander, de la Universidad Pontificia de Valparaíso sobre la opacidad de los discursos: “(…) Sabemos que el lenguaje no es transparente, los signos no son inocentes, que la connotación va con la denotación, que el lenguaje muestra, pero también distorsiona y oculta, que a veces lo expresado refleja directamente lo pensado y a veces sólo es un indicio ligero, sutil, cínico”.
Munido ya de estos datos, y poco antes que se iniciase la transmisión en vivo, coloqué mi silla de espaldas a la pantalla y me recliné como si fuese el diván del analista. Se entiende: me puse una vez más en posición de paciente, dispuesto a hablar, dejando que mis ideas corrieran guiadas por la asociación libre. De ese modo, el analista podría descubrir mis obsesiones, manías, delirios, represiones y otros mecanismos de defensa a los que mi inconsciente recurre a cada rato sin que yo me dé cuenta.
Claro que este no era el caso. No habiendo en esa circunstancia interlocución posible, me ubiqué como radioescucha, o sea oyente, oidor o auditor, como se prefiera. Se habían invertido los roles: ahora yo me parecía a un analista, y el que hablaba a un paciente. Como es de estilo tomé algunas notas en mi cuaderno, respetando el anonimato, evitando juicios morales y de valor.
“X se cura hablando a través de un monólogo sin censura que permite expresar con libertad los síntomas histéricos y neuróticos que lo afectan. Como en otras sesiones, su centro de interés es la economía, descripta a través de cifras de inflación, leit motiv que ya observé, junto a la expresión ‘déficit cero’ como objetivo central de su tarea”.
“Este tema ocupó el 90% de su clase, como la llamó, dirigida a personas ignorantes del tema, principalmente a una que aludió desde el comienzo como “Cris”. La aludió varias veces en medio de sarcasmos, risas y aplausos, y hasta le aplicó un nockout teatral que la derribó. Según la hipótesis de un colega, se trata de un golpeador serial de personas, profesiones e instituciones”.
“A X le gusta el box, por su complexión es medio pero se ve a sí mismo como pesado, tipo Tyson. Su escenario mental es el ring que despliega en el set televisivo o en su casa haciendo punching. Un cronista de El Gráfico que sabe del tema me recomendó analizar a quienes dirige sus trompadas”.
“La lista completa no cabe aquí sino resumida: mujeres y feminismo, periodismo ensobrado, economistas incompetentes, ciencia y tecnología, universidades, piqueteros y gerentes de la pobreza, y el Banco Central de la República Argentina entre otros”.
“Fue una sesión liberadora (libertaria, la llamaría él) para su ello, que parece dominar a su yo y hasta mandar a su superyó. Pero es solo una hipótesis, tendría que verla la Asociación de Frankfurt”.
Cuando leyó mi nota el Jefe de Redacción me dijo que no estaba mal, que mejoraba en mi redacción pero había excedido las palabras requeridas. Me dijo “La publicaremos cuando haya espacio, ahora no es el momento”.
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