Sebastián-Daniel Santos-Petroff* – La Vanguardia, Barcelona
El martes pasado, el Fidesz, aprovechando que todavía conserva la mayoría absoluta en el Parlamento, votó en línea de producción el presupuesto del 2022; la ley contra la pedofilia; la creación de la Fundación para asentar en Budapest la Universidad china Fudan; la ley que obliga a los Ayuntamientos a vender a sus inquilinos los pisos protegidos; un nuevo juez para el Tribunal Constitucional por 12 años; y, para rematar, el Presidente le puso una multa de 10 millones de forintos a un diputado de la oposición por lenguaje y tono improcedente. No es la primera vez.
La ley contra la pedofilia representa un giro en la política del Gobierno, desplazando el objeto de atención de los refugiados, llamémosle xenofobia, a la comunidad LGTQIAK, llamémosle homofobia.
Políticamente es una jugada hábil. La ley contra la pedofilia se viene tratando hace cosa de un año, con cierto consenso de la oposición.
Pero, de golpe, hace cosa de un par de semanas, presentaron una serie de modificaciones, que de alguna manera equiparan la figura del pedófilo con la del homosexual, u otro miembro de la comunidad LGT…
La ley prohíbe que los menores queden expuestos a temas relacionados con formas diferentes de sexualidad, sea identitaria o de orientación, entendiendo la heterosexualidad y la identidad sexual biológica como la norma.
La ley entiende que solo con nombrar el tema se hace publicidad del mismo. Entonces lo prohíbe. Y pone en un mismo plano la pornografía, la identidad y la orientación sexual.
Y no solo lo prohíbe en las escuelas. Donde de ahora en adelante, además de los maestros, solo personas o entidades autorizadas por el Gobierno, por el Ministerio de Recursos Humanos, podrán dar charlas sobre sexualidad.
Se prohíbe la mención del tema en todos los ámbitos públicos por donde pueda circular un menor.
Entiende que todo gay es un pedófilo, por dar un ejemplo
Como quien diría la oposición mordió el anzuelo. Apoyó la ley en su desarrollo, y ahora grita indignada por lo que entiende va en contra de las libertades individuales, sobre todo de las minorías.
Uno preguntaba: ¿Y si el padre es homosexual? ¿Y van a empezar a censurar libros, obras de teatro y películas cuando entiendan que hacen referencia a algún comportamiento, llamémosle no cristiano?
Pero el Gobierno, como toda respuesta, ni corto ni perezoso, como antes los tildaba de amigos de los refugiados, ahora los trata de defensores de los pedófilos. Y la jugada no queda ahí.
La oposición, que incluye al Jobbik, partido de ultraderecha, se está preparando para las elecciones generales del 2022, con la intención de formar una lista única contra los candidatos del Gobierno.
Pues esta ley es el primer traspié de esta empresa. El Jobbik votó a favor de la ley contra la pedofilia, provocando la división del frente opositor.
El Parlamento aprobó la ley con 157 votos a favor, de los 199 que tiene»
La mayoría de la oposición se abstuvo (MSZP, DK, LMP, Parbészed, Mommentum), salvo un diputado independiente, ex DK.
Lamentablemente, Hungría va para atrás, alejándose cada vez más de lo que entendemos como una sociedad abierta, diversa y tolerante.
El Pride, el día del orgullo gay, que se celebraba cada año, pues ya no»
Me acuerdo hace unos años, cuando un grupo de vándalos se dedicó a tirarles piedras. Al año siguiente, la manifestación tuvo que hacerse protegida por un cordón policial. Ahora desaparece.
Al poco tiempo de subir al poder, el Fidesz modificó la constitución indicando claramente en su preámbulo que Hungría es una sociedad cristiana, que defiende los valores cristianos. Lo del Estado laico, fuera.
El año pasado hizo otra modificación substancial, en la misma línea, explicitando que un niño o niña solo puede tener un padre hombre y una madre mujer, sin admitir otras variables. De matrimonio homosexual ni hablar.
El escándalo más llamativo del año pasado fue cuando pusieron a la venta un libro infantil titulado Meseország mindenkié (El paraíso es de todos), reeditando cuentos clásicos infantiles, pero poniendo de protagonistas personas de minorías diversas.
Había parejas homosexuales, niños adoptados, gitanos, familias con violencia doméstica. Inmediatamente, la ultraderecha empezó a juntar firmas para un petitorio con el fin de prohibir el libro. Es que no es difícil juntar firmas.
La sociedad húngara es en buena parte racista y xenófoba. Es fácil calentar el ambiente»
A los pocos días una diputada de Mi Hazánk (Patria nuestra), una escisión del Jobbik, más a la derecha todavía, subió un video quemando uno de los ejemplares de Meseország mindenkié.
Le siguieron manifestaciones frente a las diferentes librerías donde se publicitaba el libro y como broche de oro, entraban etiquetando los estantes donde estaba el libro, con pegatinas rojas que decía: «Propaganda homosexual».
Gentileza de Other News
*El autor forma parte de la comunidad de “Lectores Corresponsales” de La Vanguardia, una herramienta de comunicación, difusión y participación que se pone al servicio de los lectores.
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