Creo que no se ha escrito aun el ensayo que merece la pausa, aunque hay suficientes referencias para intentar hasta un tratado sobre el tema. En efecto, la pausa merece especial atención en muchos campos, comenzando por el de la escritura y la lectura que la sigue.
La ortografía nos enseña la pausa menor, la coma, que permite un silencio en la frase, a veces para agregar una idea afín, y la pausa mayor, el punto, que pone fin al derrotero de una frase, que comenzó con mayúscula.
Pero no olvidemos que la escritura comenzó reproduciendo el habla. Esto nos lleva al campo de la retórica. Transcribo la opinión de un diccionario de la web:
Conjunto de reglas o principios que se refieren al arte de hablar o escribir de forma elegante y con corrección con el fin de deleitar, conmover o persuadir. Ej. la «Retórica» de Aristóteles.
Disciplina que estudia la forma y las propiedades de un discurso. Ej. «el Brocense cultivó, entre otras disciplinas, la gramática, la retórica y la filosofía»
Pero aclaremos que el arte de hablar no surgió de reglas o principios sino del hacer, de la necesidad de comunicarse, esto es, hacer sonar la voz. El comienzo del diálogo fue central para la vida en sociedad. Las reglas vinieron después del acto, del mismo modo que la ciencia nació para ‘regular’ el conocimiento proveniente de la experiencia.
El término oratoria contiene una de las dimensiones de la capacidad comunicativa de los homínidos en el largo plazo de la historia, que comprenden desde el gemido y el grito hasta el habla cotidiana o el discurso en el Ágora, plaza, templo o senado.
En cualquier lugar que sea, lo que se dice aspira a ser comprendido. Por eso el palabrero (Putchi pu en la comunidad Añuu de Maracaibo) habla despacio, con gestos, para ilustrar mejor su relato. Y luego que termine habrá preguntas, y más luego reflexión, y por último silencio.
La pausa es inherente al ritmo de la vida, la necesitan el cuerpo en el lecho y la mente en el remanso del sueño. La requiere la música, como vemos la grafía del silencio en el pentagrama. También la poesía combina la voz con la pausa: en cualquier métrica, el verso se dice de un tirón y marca el ritmo, y los siguientes lo repiten, como lo muestra el soneto. Aun en el verso libre, el autor prevé una pausa antes de pasar al renglón siguiente.
Las sociedades, como sujetos colectivos, también hacen pausas, que se expresan primero en los ritmos estacionales dispuestos por la Madre Pacha: floración, semilla, siembra, brote, crecimiento, maduración, fruto son como golpes de caja en una vidala. Entre ellos hay pausas y palabras. El canto es una forma de oración, no solo en su sentido literario sino también como plegaria, memoria o queja.
Hay otras pausas de muy distinto orden, entre las cuales recordamos sequías y pandemias, que ponen a prueba nuestra capacidad de respuesta. Pero la pausa no es mera espera sino también el tiempo en que se toma una decisión: ¿qué rumbo tomar cuando el sendero del jardín se bifurca?
Con esta pregunta termino mi tarea del día, y voy a la pausa que me espera.
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