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Mentir la historia

Contra Mitre - Columna editorial del Dr. Luis Alen
¡Compartilo!

Victoria Villarruel es abogada, aunque no existen constancias de que alguna vez haya
ejercido la profesión. En realidad, tampoco existen constancias de que alguna vez haya
trabajado. Eso no le ha impedido transformarse en una figura pública y ser, en estos raros
días, candidata a vicepresidenta de la Nación por el espacio más votado en las últimas PASO.
El padre de Victoria Villarruel, Eduardo Marcelo Villarruel, en 1975 participó activamente
del Operativo Independencia realizado en Tucumán para “neutralizar y/o aniquilar el
accionar de elementos subversivos”, según reconoció en carta que dirigiera a Raúl Alfonsín.
El So de Victoria, Ernesto Guillermo Villarruel, fue procesado en 2015 por el juez federal
Daniel Rafecas, por los crímenes comeDdos en el centro clandestino de detención “El
Vesubio”. No fue condenado porque el proceso en su contra se detuvo por su incapacidad
sobreviniente.

Según un informe de Maia Jastreblansky publicado el 05/09/2023 en LA NACIÓN, “En su
juventud, Villarruel participó de algunas reuniones de la Asociación Unidad Argentina
(Aunar), una en:dad que defendió públicamente la actuación militar durante la dictadura
formado por Fernando Exequiel Verplaetsen, que fue condenado por delitos come:dos en
Campo de Mayo. A fines del 2001, ella se integró a un grupo de estudiantes universitarios
llamado Jóvenes por la Verdad”. Luciana Bertoia informó en Página12 que “La actual
diputada conducía un programa radial de esta asociación llamado ‘Proyecto Verdad’.
‘Jóvenes’ juntaban cartas en solidaridad con el represor de la ESMA Ricardo Cavallo”. Hoy
Cavallo está condenado a prisión perpetua.

Pedro Rafael Mercado, marido de la tristemente célebre Cecilia Pando, afirma que Villarruel
“coordinaba visitas al teniente general Jorge Rafael Videla en momentos en que mantenía
prisión domiciliaria”. Ella dijo que lo hizo porque estaba trabajando en su primer libro sobre
la década del 70 que se tituló “Los llaman… jóvenes idealistas”.
En 2006, Villarruel creó el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víc:mas
(Celtyv), con siglas casi espejadas del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) que
fundara Emilio Mignone durante la dictadura. Aunque sus propósitos distan por completo
de la defensa de los derechos humanos.

Jastreblansky cuenta que “Villarruel ha dicho que ‘los 30.000 son un mito’ y que ‘el curro de
los derechos humanos sigue existiendo’; también “que ‘ni siquiera es verdad la historia de
los pañuelos’ porque ‘las primeras personas que dieron vueltas en la Plaza de Mayo lo
hicieron en 1975 por las víctimas que están eliminadas de la historia’, en alusión a los
asesinados por ERP y Montoneros”.
Bertoia agrega que “La diputada también forjó un vínculo con el represor Alberto González,
condenado a prisión perpetua por crímenes en la ESMA –y un fallo también lo señala como
responsable de abusar sexualmente de una muchacha que estaba secuestrada en ese
campo de concentración”.

La doctora Guadalupe Godoy -que sí trabaja como abogada, es defensora de los derechos
humanos y actúa como querellante en numerosos juicios por crímenes de lesa
humanidad-, hizo saber que Villarruel figuraba en las anotaciones que hizo Miguel
Osvaldo Etchecolatz y que Villarruel aparece entre las visitas a Norberto el “Beto”
Cozzani, mano derecha de Etchecolatz, torturador de los Graiver y quien abusó de Lidia
Papaleo.

Guido Braslavsky, que trabaja en “Clarín”, entrevistó a Villarruel para su libro “Enemigos
íntimos”, en el que analizaba la relación de los Kirchner con los militares. La candidata le
dijo que “El terrorismo de Estado no existe”, porque “El terrorismo persigue amedrentar y
quebrar las instituciones para lograr el poder. El Estado no lo necesita, comete abusos y
debe pagarlos, pero terrorismo no”. Y agregó que “Aquí hubo una guerra. Si lo olvidamos,
puede pasar cualquier cosa y no habrá fuerzas armadas que contengan”. Una guerra. Las
mismas palabras que usó Massera para justificarse en el Juicio a las Juntas.
Sigue Jastreblansky: “Consultada por LA NACIÓN sobre su postura sobre los militares
detenidos en causas por delitos de lesa humanidad, ella consideró que hay situaciones
‘violatorias de los derechos humanos’ y destacó la condición de ‘adultos mayores’ de los
militares presos”. Villarruel no para allí. También milita contra la ley de interrupción
voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitario y los derechos de los colectivos LGTBIQ+.
Ni qué decir de sus opiniones sobre personalidades del campo de los derechos humanos:
“La verdad es que Carlotto ha sido un personaje bastante siniestro para nuestro país porque
con ese cariz de abuelita buena la realidad es que ha justificado el terrorismo”. Cuando se
homenajeó a Hebe de Bonafini en el Congreso, dijo: “jamás te rendiré homenaje”. Ya la
había calificado como su “enemiga acérrima” y sostuvo que “Murió quien hizo del odio su
bandera y del rencor su forma de vida. Dios la perdone, nosotros no podemos.
#HebedeBonafini”.

Esa mujer, esa candidata, organizó un acto que bajo el disfraz de un homenaje a las
presuntas “víc:mas del terrorismo” encubría su apología de la dictadura genocida y sus
métodos. Que no fueron simples “abusos” sino que constituyeron un plan de violaciones
masivas y sistemáticas de los derechos humanos que se desplegó mediante la comisión de
crímenes de lesa humanidad. Villarruel habla de que “Las víctimas inocentes de la violencia
armada no han tenido en la Argentina, justicia, verdad, reparación ni paz”. Dice que el
estado es responsable de esa omisión, y de la protección de los autores de esos atropellos.
Ahí radica una de sus grandes menDras. Si no se esclareció quiénes fueron los autores y
responsables de esos hechos, no fue por culpa del Estado democrático. Quienes ostentaron
la suma del poder público, usurpando todas las instituciones del Estado, colocando jueces
adictos en los tribunales, disolviendo el Congreso, prohibiendo la actividad política,
interviniendo los sindicatos y amordazando al periodismo, son los mismos que no llevaron
adelante las investigaciones que ahora reclama Villarruel. Que por cierto, a ellos no los acusa
sino que los defiende.

A no confundirse. Lxs secuestradxs, torturadxs, violadxs, asesinadxs o desaparecidxs por la
dictadura genocida, quienes fueron privados de su identidad y arrancados de sus familias
no califican como víctimas. Cargan, según la candidata, con la culpa de haber sido
“terroristas”, que es como calificó a Laura Carlolo. O a los padres de Horacio Pietragalla y
Victoria Montenegro, culpables en su caso de ser hijxs. O peor, nietxs recuperadxs que
encima, tienen militancia política.

Y los asistentes a la liturgia oficiada por la candidata. Nadie puede objetar el dolor de alguien
que perdió a su padre, pero de allí a escuchar cómo se relatan los presuntos últimos
momentos de alguien, a quien se pretende casi en olor de santidad, sin preguntarse cómo
es que se conocieron esos instantes si nunca se supo quiénes fueron sus captores o cómo
se produjo la muerte. Salvo, claro, que se esté en posesión de datos nunca revelados que
tampoco se sabe cómo habrían sido obtenidos.

El terrorismo de Estado existió. En más de una ocasión de nuestra historia. Y con mayor
crueldad en las décadas del ’70 y ’80. Se llama así, terrorismo de Estado, justamente porque
se ejerce desde alguna estructura estatal. Como ocurrió con las Fuerzas Armadas y de
seguridad -que son parte del Estado- hasta el 10 de diciembre de 1983. Las mismas Fuerzas
Armadas de las que formaron parte el padre y el So de Victoria Villarruel.
El terrorismo de Estado fue juzgado en nuestro país. En el Juicio a las Juntas (donde fue
condenado Videla, al que visitaba Villarruel) y en la causa seguida a Ramón Camps y sus
secuaces (entre los que estaban Etchecolatz y Cozzani, dos de los represores con los que se
conectó la candidata.

Que miente, cada vez que dice reclamar en nombre de las víctimas -entre las cuales se ubica
y ubica a su padre- y exige verdad y justicia. Porque si su reclamo fuera verdadero estaría
pidiendo a los genocidas a los que defiende que digan cuál fue el destino de los
desaparecidos, dónde están sus restos, quiénes fueron lxs niñxs sustraídos y a qué familias
se lxs entregó. Cosas que nunca han figurado entre los pedidos de Villarruel, cuando habla
con sus canales amigos (TN, La Nación+…) cuyos periodistas no le hacen pasar momentos
incómodos. Tal vez porque su intento de reivindicar a los genocidas y terminar con los juicios
por crímenes de lesa humanidad son los mismos que la Tribuna de Doctrina y el clarinete
mentiroso vienen haciendo desde hace tiempo.

Villarruel, como dijimos, es candidata a vicepresidenta en la fórmula que encabeza Javier
Milei. Que comparte sus mismas ideas y sus definiciones, e incluso se atreve a más, como
cuando trató al Papa Francisco de imbécil y lo acusó de fomentar el comunismo y ser el
representante del maligno en la Derra. Ofensas que a los muy católicos seguidores de
Villarruel les pasan desapercibidas.

A esta altura conviene ir cerrando esta columna. Con la misma claridad que trato de tener
cada vez que escribo, voy a repetir algo, como respuesta a quienes preconizan el diálogo
con gente como Villarruel y Milei: con el fascismo no se debate, se lo combate. No hay
puntos de encuentro con quienes rompen el acuerdo democrático más básico, el que
repudia los crímenes de los genocidas y sostiene su juzgamiento. No hay espacio común que
compartir con quienes mienten la historia. Por el contrario, hay que estar más alertas que
nunca, más decididos en la defensa irrestricta de los derechos humanos, más exigentes en
el reclamo por memoria, verdad, justicia y reparación. Porque como dijo el gran Bertolt
Brecht, “el vientre de donde surgió la bes:a inmunda/ todavía es fecundo*”

*(La resistible ascensión de Arturo Ui)