Javier Milei nos dio en estos días una noción sobre cómo funciona el sistema de toma de decisiones en su Gobierno.
En la larga entrevista televisiva que ofreció el domingo en LN+, el Presidente confirmó una versión que circuló fuertemente entre los bancos a mediados de julio, cuando el BCRA decidió el desarme de las extintas LeFi, el instrumento que garantizaba a las entidades liquidez y permitía controlar la cantidad de pesos en circulación. Milei admitió por primera vez que la decisión de discontinuar las LeFi había sido suya, y que había “convencido” a Santiago Bausili, titular del Banco Central, y al ministro de Economía Luis Caputo de ejecutarla.
Las crónicas mencionaron entonces que fueron Caputo y Bausili quienes deslizaron a los bancos la versión ahora confirmada por Milei. Se quitaron de encima la responsabilidad de la decisión. ¿Conocían cuáles podían ser sus consecuencias? La medida fue muy cuestionada y los especialistas en finanzas hablaron de mala praxis. Los bancos se negaron a canjear las LeFI por las nuevas Lecaps emitidas por el Tesoro y mantuvieron 5 billones de pesos sueltos que llevaron a que se hundieran las tasas de interés y aumentara la presión sobre el tipo de cambio, que trepó un 13%. Para captar esos pesos, la Secretaría de Finanzas anunció nuevas licitaciones y llegó a más que duplicar las tasas, llegando hasta un 8% mensual. El episodio provocó un fuerte impacto en la actividad, de la que aún la economía no se recuperó.
En esa misma entrevista Milei dijo que no dudaba de la “honorabilidad” de José Luis Espert, apuntado por haber financiado su actividad política con dinero, todo parece indicar, proveniente del narcotráfico. Que la decisión del economista de declinar su candidatura en la Provincia, minutos antes ese mismo domingo, era un “gesto noble” y que él no lo había echado “ni lo hubiera hecho”. El día anterior había circulado la información de que el diputado había presentado el viernes a Milei la renuncia a su candidatura. El Presidente la rechazó. El jefe de Gabinete Guillermo Francos y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich admitieron públicamente que había que poner a Espert fuera de la campaña electoral. Preocupaba más que nada a Bullrich el daño a la candidatura en la Ciudad. Se supo que el asesor y deslucido gurú de campaña Santiago Caputo y la secretaria de la Presidencia, Karina Milei, transmitieron en privado al Presidente el mismo parecer. Milei recién cedió el domingo: le soltó la mano a Espert solo persuadido por el impacto negativo del escándalo en las mediciones de opinión pública.
Inexplicablemente, Milei se hizo cargo públicamente de dos episodios que han impactado en su gestión en dos dimensiones:
- El desarme de las LeFI puso en duda la capacidad de sus equipos técnicos y del mismo Presidente en el manejo de la economía y las finanzas, esta última, la especialidad de Caputo. Lejos de controlar al dólar, la decisión alteró el tipo de cambio en el umbral de la elección de medio término, pronunció el estancamiento de la actividad ya registrado en los meses de mayo y junio y empujó a la economía hacia una recesión. Disparó una crisis de confianza que terminó por conducir al Gobierno a pedir un auxilio de Donald Trump.
- El largo abrazo a Espert volvió a agitar sospechas sobre el compromiso de Milei con la transparencia en la financiación de la política, cuestión que sobrevoló en varias denuncias durante la campaña electoral del 2023. Tras la reciente y dura derrota bonaerense del oficialismo, el caso Espert se solapa con el peor momento en materia de imagen personal y de gestión del Presidente, tocado por las denuncias de coimas en el ámbito de la Agencia de Discapacidad que involucran a su hermana. En septiembre, la corrupción ocupó el primer lugar en la lista de principales problemas que afectan al país, según el último Panorama de Opinión Pública de Synopsis, de Lucas Romero.

La situación en torno a Espert no podía ser indiferente a la auditoría que Estados Unidos está haciendo sobre los pasos del Gobierno nacional. Ayer el equipo económico recibió nuevas muestras públicas de apoyo del secretario de Estado norteamericano Scott Bessent, y de la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva. Caputo subió un post con la economista búlgara en las oficinas del Fondo de Pennsylvania Av. en Washington, mientras Milei cantaba Demoliendo Hoteles en Villa Crespo.
El show al que asistimos anoche en el Movistar Arena acaso se trate de un intento desesperado de Milei por consolidar el tercio de votantes que lo llevó al balotaje en 2023 y evitar una catástrofe electoral. Según la misma medición de Synopsis, la aprobación del Gobierno nacional está en el nivel más bajo de todo el ciclo, en el orden del 36,3%. Solo un 30,9% cree que la economía está en mejores condiciones que un año atrás; un 26,3% dice que su economía personal ha mejorado en el mismo período y un 35,3% estima que la situación económica del país estará mejor dentro de un año. A ese tercio, que se repite a lo largo de la encuesta, parece estar pidiéndole Milei que lo rescate.
Lo único parecido a lo de anoche lo protagonizó el mismo presidente en mayo del año pasado, en el Luna Park, cuando, como ayer, presentó otro libro. Aquella vez Milei también cantó, con un setlist más corto y menos producido, con banda y Alberto «Bertie» Benegas Lynch en batería. Milei llevaba unos pocos meses en la Presidencia y para muchos aún era un fenómeno asombroso, un azote a los vicios de la política, la corrupción, los privilegios. Sintonizaba con un sector de la sociedad. Anoche se terminó de revelar adónde ha llegado su discordancia. La pulsión destructiva de Milei, su número caótico, la Torah junto a un calefón, ya no provocaba asombro sino perplejidad, estupor.
En el desolador paisaje actual de la Argentina, la puesta de anoche del Presidente se asemeja no a la de un cantante de rock decadente sino a la de un trapecista. Todos intuimos privadamente que Milei, cuando llegue el momento, dará un salto al vacío.
FUENTE PERFIL
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