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Qué nos dejó Enrique Dussel

Reflexión sobre la herencia del filósofo. De la filosofía de la liberación al buen vivir. Un pensamiento clave para una Latinoamérica madura.
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Por Alberto Tasso

La muerte de Enrique Dussel a comienzos de esta semana me dejó pensando en un contraste evidente: mientras las vidas humanas son relativamente breves, las palabras de un sujeto humano son virtualmente imperecederas. Lo demuestra que aun escuchemos las de Sócrates, dichas hace 24 siglos, nunca escritas y recordadas por otros.

Es impredecible cuánto durarán las de Dussel de modo que me limito al presente. Tenía 88 años que vivió intensamente, desde su infancia en Mendoza hasta sus últimos días en México, su segunda patria. Antes residió en Israel, Alemania, Francia y otros países. Recordemos que muy joven debió exiliarse durante la dictadura militar de los ’70, acusado de confundir a los estudiantes con ideas marxistas. Además de despedirlo (despojarlo de su cargo de profesor de filosofía en la UNCu) le pusieron una bomba en su casa.

Los que pertenecemos a su generación y vivimos esos años en provincia sabemos que los libros (ciertos libros) se volvieron peligrosos y algunos debimos destruirlos por temor. En su nota “Las manos del miedo” publicada en Clarín hace ya décadas, Santiago Kovadlof me hizo recordar ese penoso momento: salí en bicicleta a las afueras de la ciudad, hacia Maco, llevando unos pocos libros ‘peligrosos’. Me metí en el monte y los dejé al pie de un algarrobo.

Es que había vuelto la inquisición, con uniforme y ya no toga, que pretendía eliminar la resistencia juvenil como actor político, y con ellos a sus ideas, sus libros, y los autores que leían.  Esto tiene que ver con el pensamiento de Dussel. En una entrevista afirma que los ‘60 fueron años de inflexión en la política latinoamericano. Los países coloniales (Estados Unidos en nuestro caso) apoyaron el mando militar para limitar una vez más la democracia.

Pero además de respuestas políticas, la nueva escalada de la dominación estimuló un cambio radical en el modo de vernos y pensarnos desde 1492 en adelante. Esta orientación del pensamiento comenzó haciendo pie en la filosofía, prosiguió en la historia, la demografía, la economía, la antropología, la ética y hasta la teología. Está marcando un nuevo ñan que nos abre los ojos a una realidad continental que estuvo oculta (o disfrazada).

Enrique Dussel es uno de los grandes protagonistas de esta revolución, Difundió sus ideas en numerosos libros y centenares de aulas, en cursos, conferencias y entrevistas que registro en el estante digital de la Biblioteca Olmos Castro: recomiendo “El buen vivir” y “Acerca del diálogo interreligioso”.

Su palabra, que preveo duradera, me sirvió para pasar del ‘quién soy’ al plural de ‘quiénes somos’, y a entender el ‘de dónde venimos’ como la historia de la modernidad que pretendió inventarnos. En cuanto al ‘hacia dónde vamos’, esta expresado en los términos de sus títulos: la palabra clave es liberación, en clave filosófica y teológica.

Y algo más. Me permitió volver a mirar y sentir nuestro pasado –de continente, país y provincia- en dimensión cultural y política. Ahora sé que me dejó un trabajo práctico por hacer.