Por Alfredo Zaiat para Pagina 12 –
En la dinámica de la economía local de las últimas décadas existen dos variables clave que tienen mucha influencia en el humor social: inflación y tipo de cambio.
Con tantos años de tasas de inflación elevadas pero sin desbordes, con la excepción de las hiperinflaciones de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem, las expectativas sociales pudieron manejarse mientras los ingresos de la población no quedaran muy atrasados.
Así fue durante el ciclo político del kirchnerismo; no así durante el período neoliberal de Mauricio Macri, que derrumbó el salario y las jubilaciones en términos reales con una persistencia y magnitud que sólo se encuentran en la última dictadura militar.
La inflación sigue siendo un componente importante para marcar la tendencia del clima social, aunque dejó de ser tan determinante de la base de legitimación política de los gobiernos.
Por caso, el kirchnerismo convivió con una tasa de inflación de dos dígitos en casi todos los años de sus tres mandatos y mantuvo firme su base electoral y fortaleza política. Tan es así que se constituyó en la principal fuerza política de la coalición que ganó las últimas elecciones presidenciales con todo el dispositivo del poder económico y mediático en contra.
Otros índices relevantes, como la tasa de desocupación o el nivel de pobreza e indigencia, generan estruendo inmediato cuando se difunden las cifras pero luego se diluyen en el debate político hasta naturalizar indicadores sociolaborales irritantes.
A diferencia de esas variables, existe una que es dominante en términos políticos, económicos y sociales: la cotización del dólar. En todo momento y en todo gobierno mantiene un potencial desestabilizador indudable que no debe desestimarse.
Coordinación
Luego de tantas crisis cambiarias a lo largo de los últimos 45 años y conociendo los impactos devastadores que provocan esos desbordes, no deben ahorrarse herramientas políticas, económicas y financieras para evitar el estallido.
Los traumas pasados dejaron una enseñanza implacable: la necesidad de desestimar consejos de banqueros, empresarios y economistas del establishment. Ahora piden el desdoblamiento cambiario, que sería el primer paso para un ajuste cambiario violento.
El Banco Central y el Ministerio de Economía, con la conducción política del Presidente, tienen que dominar con consistencia técnica el mercado.
No se trata de una pelea callejera ni una disputa épica contra malos de la película, pues los actores económicos actúan según su conveniencia y lógica de negocios. Por eso, lo que se requiere es capacidad de control de la situación y dejar de correr detrás de los acontecimientos. Esto implica conducir el mercado cambiario sin que sus protagonistas definan la orientación.
Después de los errores de las dos últimas tandas de anuncios cambiarios, Economía y el Banco Central están ahora en línea con el objetivo de coordinar comunicación y ejecución.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, está adquiriendo la centralidad que el panorama exige, lo que implica que otros voceros oficiales deberían replegarse para, precisamente, unificar el mensaje a la sociedad y hacia los actores económicos.
La experiencia en los dos primeros años del segundo mandato de CFK, con cinco voceros del área económica, es una oportuna referencia para no repetir ese grosero error en la administración de la cuestión económica.
No se necesitan muchas voces oficiales para explicar el rumbo económico, sino una que sea didáctica y contundente en la exhibición de poder de decisión.
Cuadro de situación
El objetivo político y económico excluyente debe ser evitar la devaluación brusca, que es lo que están buscando algunos actores del complejo agroexportador y grupos industriales concentrados.
Es lo que pretenden por propio beneficio económico, además otros hombres de negocios sacarían provecho porque tienen gran parte de sus patrimonios dolarizados.
En algunos de ellos existe también el propósito de generar un escenario de desestabilización política, pero es un objetivo subyacente al principal económico-financiero.
Por eso la misión para evitar el ajuste cambiario turbulento no debe estar basada en la voluntad de no quererla, sino en la convicción de no quererla y transmitir ese mensaje político con firmeza a la sociedad.
Las actuales condiciones del escenario cambiario no entregan motivos para semejante inestabilidad:
* Con restricciones, regulaciones y caída de la economía, la plaza cambiaria que era pequeña lo es aún más en estos momentos.
* El sistema financiero está muy sólido. Gran parte de los dólares de los depósitos de los ahorristas están líquidos en las entidades, y el resto en créditos a empresas exportadoras que tienen los dólares para devolverlos.
* La deuda en dólares fue reestructurada con éxito, lo que despeja el horizonte financiero con una exigencia leve de divisas para hacer frente a esos compromisos en los próximos cuatro años.
* Se reconstruyó el mercado de deuda en pesos luego del desquicio dejado por Hernán Lacunza, el último ministro de Economía de Mauricio Macri.
* La economía sigue con un grado importante de desmonetización pese a la emisión de dinero de estos meses, luego del delirio de la «expansión cero de la base monetaria» instrumentada por Guido Sandleris, el último presidente del Banco Central de Macri.
* Existe un férreo control de capitales especulativos.
* El balance comercial es positivo.
* Se registra un saldo neutro o levemente superavitario de la cuenta corriente de la balanza de pagos.
* Está encaminado el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Cada uno de estos factores en sentido opuesto fueron disparadores de crisis cambiarias pasadas. Hoy no está presente ninguno de ellos. Es una crisis cambiaria entonces insólita.
Reservas
Como no aparecen esos elementos básicos para explicar la actual inestabilidad cambiaria, el poder devaluador resume las razones de los movimientos de las paridades del dólar Bolsa o del blue en la existencia de una «crisis de confianza».
Este es un concepto gaseoso que sólo apunta a debilitar la capacidad de intervención oficial. Para contrarrestarlo se requiere de una conducción económica unificada y coordinación en la instrumentación y comunicación de las medidas.
El equipo económico asegura que existen reservas líquidas suficientes para administrar el mercado y que, si fuera necesario, pueden incrementarlas en forma inmediata, por ejemplo con el swap de China. «Hoy eso no es necesario», coincidieron en Economía y en el Banco Central.
«Tenemos reservas», aseguran en ambos despachos. Ante la pregunta de por qué en el mercado dicen lo contrario, afirman que «aguantaremos hasta que se den cuenta de que las tenemos».
Una medida que consideran fundamental es la armonización de la tasa de interés de referencia monetaria (pases y Leliq) para evitar movimientos financieros de importadores, empresas endeudadas en el exterior y exportadoras, que impactaban en el nivel de las reservas.
Los dos primeros actores demandando dólares oficiales con pesos conseguidos con créditos a una tasa de interés por debajo del equilibrio, mientras que el tercero limitando las liquidaciones porque no tenían incentivos para la colocación de los pesos obtenidos de la venta de dólares.
Esta armonización de la tasa de interés, variable clave para ordenar la plaza monetaria y, en consecuencia, también la cambiaria, para alterar los incentivos financieros de esas empresas, ha sido una tarea conjunta de Economía y el Banco Central.
Todavía falta acomodar de 5 a 7 puntos la diferencia entre las tasas (pases y Leliq), tarea que comenzó hace dos jueves, para que haya una sola de referencia en el mercado monetario.
Brecha
Con un tipo de cambio comercial que no está atrasado en términos históricos y con condiciones generales del mercado cambiario favorables, la principal misión oficial es reducir y administrar la brecha cambiaria.
La diferencia del dólar oficial con el contado con liquidación (ccl) es la fuente de generación de inestabilidad por la expectativa de devaluación. El ccl como el blue no son mercados relevantes en volumen, aunque sus respectivas cotizaciones sí impactan en esas expectativas.
Una de las medidas que no ha colaborado en tranquilizar la brecha cambiaria es la medida de la AFIP de aplicar en la cotización del dólar oficial el 35 por ciento a cuenta del pago de impuestos a las Ganancias y Bienes Personales.
Esa iniciativa elevó innecesariamente el piso del tipo de cambio sin ningún beneficio; por el contrario, fue uno de los motores del alza de las cotizaciones de los dólares Bolsa y blue.
Con las fuertes restricciones para la compra de dólar ahorro, ese 35 por ciento más el 30 por ciento del Impuesto PAIS establece una brecha mínima del 65 por ciento. Y perdió además efectividad porque la recaudación potencial disminuirá sustancialmente porque muchas personas ahora no están habilitadas a comprar.
Pudo haber tenido las mejores intenciones para frenar «el rulo» (compra de dólares ahorro para luego venderlos en el blue), pero hoy ese 35 por ciento no tiene sentido y sólo alimenta las expectativas de devaluación. Ha sido un error no forzado. Cada ajuste del tipo de cambio oficial eleva aún más el denominado «dólar solidario», lo que sigue avivando la brecha y, por consiguiente, el fuego de las especulaciones devaluatorias.
Sin ese 35 por ciento y con una efectiva intervención oficial en la plaza del ccl se podría apostar a un escenario de un dólar Bolsa en el rango 120-125 pesos, como el que había antes de las medidas de principios del mes pasado.
Estímulos
La búsqueda de rentabilidad financiera para los ahorros no es de derecha o de izquierda; o sea, no es una cuestión ideológica preservar el capital financiero en las actuales reglas de juegos del sistema económico global.
El Gobierno tiene que ofrecer un amplio y diversificado menú de inversiones atractivas a quienes venden dólares o tienen pesos. No hacerlo es un daño autoinfligido que tira por la borda cualquier intento de ordenamiento de la plaza cambiaria. En un mercado tan regulado deben existir potentes estímulos para vender dólares o para no ir corriendo a comprar billetes verdes en el blue.
La oferta de opciones de inversión en pesos tiene que ser arrolladora. Para ello, ese menú debe garantizar una rentabilidad positiva respecto a la inflación esperada y a la devaluación del tipo de cambio oficial.
La campaña mediática y la acción psicológica en redes, pinza de intervención en el debate público, son fuentes diarias de rumores desestabilizadores. Para neutralizarlos no es suficiente con decir que son infundados, como el delirio de un nuevo corralito o que el Banco Central se quedará con los dólares de los depositantes, sino que resulta fundamental dominar la tendencia del mercado.
Se sabe que con los financistas no es una disputa de un día que termina con el anuncio de una serie de medidas que puede inicialmente alterarlos, sino que los rounds son diarios en el cuadrilátero cambiario.
Las pujas son permanentes porque la esencia en el mundo de las finanzas es buscar las fisuras de las regulaciones para hacer diferencias especulativas. La habilidad de la gestión económica es colocarse delante de esas movidas para tener dominio del mercado.
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