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MYANMAR ATENAZADO ENTRE LOS GOLPISTAS Y LA COVID

Una tercera ola de la pandemia está desatada en Myanmar y los militares golpistas no tienen capacidad de contenerla.
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Por Sara PerriaIPS

En Myanmar su tercera ola de covid-19 está arrasando entre su población,  desde quienes viven en los altos y estrechos edificios de su capital comercial, Yangón, hasta los que habitan en las casas de bambú de las zonas rurales.

Ma Ni, un nombre ficticio a su pedido,  contrajo el virus en Yangón, contagiada por su marido y su hijo. Pero ningún miembro de la familia aparece en las cifras oficiales porque prefirieron comprar una prueba casera en lugar de ir a un hospital o a un centro de confinamiento.

“Llevamos siete días con covid”, dijo a IPS Ma Ni, de 34 años, desde esa antigua capital del país. “Mi marido necesita oxígeno, pero no podemos conseguirlo… Espero que Dios nos salve”, expresó con preocupación.

La familia de Ma Ni no está sola en su situación. Según el Ministerio de Salud, Myanmar, la antigua Birmania,  registró tan solo en un día, el 11 de julio, 3461 nuevos casos de covid y 82 muertes.

En total, desde que la pandemia se desató, el país  del sudeste asiático, con 54,5 millones de habitantes, ha registrado casi 4000 muertes. Los vídeos que circulan por las redes sociales muestran un dramático aumento en el número de cuerpos llevados al crematorio de Yangón, la ciudad myanma más poblada, con 5,5 millones de habitantes.

Las cifras de infectados y muertos, aunque los datos no son verificables, son mucho más bajas que en Europa, Estados Unidos o India, pero generan alarma porque están creciendo rápidamente y porque se considera que el país no está preparado para responder a una tercera ola de la pandemia.

De hecho,  el impacto de la covid se ha visto agravado por las consecuencias del golpe militar del 1 de febrero que destituyó al gobierno elegido democráticamente, encarceló a su lideresa,  Aung San Suu Kyi, y desencadenó protestas en todo el país, con el resultado  de más de 900 muertos y miles ciudadanos encarcelados, según diferentes organizaciones de derechos humanos internas y de la vecina Tailandia.

Como resultado, miles de ciudadanos están temerosos y se alejan de las instalaciones donde se realizan test y hay confinamiento colectivo, porque se perciben como mal gestionadas por los militares, cuya impopularidad lejos de bajar se incrementa.

“Prefiero morir antes que ir a un hospital militar”, dijo Ko Moe, otro nombre irreal, a IPS. “No confío en ellos, y dado mi trabajo como conductor voluntario de ambulancias, podrían arrestarme por ayudar a los manifestantes”, detalló.

Los militares intentan frenar toda iniciativa privada o ciudadana para contener el virus, incluso disparando a una multitud que hacía fila para rellenar tanques de oxígeno. También prohíbe a los productores de oxígeno que lo distribuyan a ciudadanos que no cumplan sus requisitos, bajo el argumento de que la población lo acapara innecesariamente.

La gente de Myanmar piensa lo contrario. En el interior del país, en la ciudad de Taunggyi, en el estado de Shan, un médico entrevistado por IPS aseguró que la población se está organizando de manera autónoma para hacer frente a la emergencia porque el sistema de salud ha colapsado.

“Por ahora, las cosas parecen todavía normales aquí, pero  muchos donantes y personas solidarias han creado un comité para instalar plantas de oxígeno por sí mismos para ayudar a la gente en la ciudad y en los pequeños pueblos alrededor de Taunggyi”, contó.

Las quejas se expresan en todas las redes sociales, en los conmovedores  llamados por ayuda a la comunidad internacional  o en los obituarios de los seres queridos que han sucumbido al virus.

Para complicar la situación, está es la actual temporada de gripe en Myanmar, y muchos al sentirse temerosos de las consecuencias de recurrir a desbordados centros públicos y no poder pagar un servicio sanitario privado, terminan de confundir los síntomas de covid con esa enfermedad estacional.

“La situación es bastante caótica. Ha habido muchos brotes de covid, pero también de gripe estacional, en las principales ciudades y en las regiones rurales”, dijo  a IPS otro médico que trabaja en un hospital privado de Yangón, también bajo condición de anonimato.

Aseguró que “la gente está frustrada por no recibir una atención médica eficiente por parte de las autoridades”.

Además, “los hospitales generales no pueden funcionar a nivel pleno, ya que la mayoría de los médicos de la administración pública se han unido al movimiento de desobediencia (contra el golpe militar) y solo quedan unos pocos médicos y enfermeras”, explicó.

De hecho, solo un pequeño porcentaje de ciudadanos se ha vacunado contra la covid, mientras las continuas protestas desde febrero han abarrotado las cárceles de presos políticos, convirtiendo la represión en un epicentro del brote.

Tras un viaje a Rusia el 20 y 21 de junio, el líder de la junta, el general Min Aung Hlaing, anunció la compra de cinco millones de dosis de la vacuna Sputnik.

Pero se considera una adquisición muy insuficiente y tardía para  evitar una crisis sanitaria sin precedentes en un país donde la población donde se requerirían cerca de 20 veces esa cantidad para inmunizar con las dos dosis a la población.

Además, en la práctica los militares no logran tener pleno control del territorio desde el golpe, lo que dificulta la contención de la covid.

La población también se queja con amargura de la falta de apoyo de la comunidad internacional, tanto ante el golpe como ante su crisis asistencial ante la pandemia. Para la ciudadanía birmana, los gobiernos e instituciones multilaterales no han pasado de declaraciones de condena contra e golpe.

El relator especial para Myanmar de las Naciones Unidas,  Tom Andrews, declaró el 13 de julio ante la Comisión de Derechos Humanos que la Junta carece de “capacidad y legitimidad para controlar esta crisis” de la tercera ola interna de la covid.  Y la falta de confianza en los militares hace que esta crisis sea “particularmente letal”, sentenció.

Los activistas de la opositora Alianza del Té con Leche de Birmania,  expresaron el sentimiento generalizado de los myanmas  en un tuit: “El año pasado, la pandemia se contuvo con éxito en Myanmar gracias a los esfuerzos colectivos de todos. DASSK (Aung San Suu Kyi) influyó bien en el público, realizando campañas para hacer máscaras de tela, la gente siguió bien las instrucciones, se puso la mascarilla y se quedó en casa sin quejarse”.

Pero según esta alianza de internautas prodemocracia surgida en abril en Myanmar y otros países del área, a la  desconfianza de la población hacia los militares y la continuación de las protestas contra el golpe, aunque ahora a una escala mucho menor, se traduce en que las normas para contener el coronavirus se pasan por alto.

Una aplicación de Google que rastrea los movimientos de la gente muestra que la situación ha vuelto a ser la de antes de estallar la pandemia de covid y del golpe en cuanto a tráfico y aglomeraciones en las calles. Muchas tiendas pueden parecer cerradas desde el exterior, pero detrás están trabajando a su capacidad normal. Las mascarillas, además, se suelen dejar en casa.

Los militares tienen un historial de resistencia a la ayuda internacional a pesar de no estar equipados para hacer frente a una emergencia, como ya ocurrió en las desastrosas consecuencias del ciclón Nargis en 2008.

“Es poco probable que la Junta cambie ahora su postura aislacionista, y la ayuda internacional podría ser limitada”, según dijo un diplomático desde Yangón, entrevistado por IPS.

“La covid no va a cambiar nada para la Junta, al contrario, está distrayendo a la gente de la revolución, por lo que no es tan malo para los militares”, dijo, tras pedir el anonimato por razones de seguridad.

Gentileza de Other News