Alberto Fernández aprovechó la inesperada renuncia de Elizabeth Gómez Alcorta al Ministerio de la Mujer para hacer un nuevo cambio en el Gabinete Nacional. El presidente aceptó las renuncias de Juan Zabaleta y Claudio Moroni y sin consultar con Cristina Fernández de Kirchner decide los nombres de los próximos ministros de Desarrollo Social y Trabajo.
Zabaleta ya había anticipado al jefe de Estado que deseaba regresar a Hurlingham para defender su territorio frente al avance implacable de La Cámpora, mientras que Moroni tiene un problema personal y dio un paso al costado para no perjudicar a su amigo Alberto Fernández.
Encerrado en la quinta de Olivos desde el viernes pasado, Alberto Fernández dialogó con Santiago Cafiero, Vilma Ibarra y Agustín Rossi para definir los posibles ministros que ocuparán las carteras de Trabajo y Desarrollo Social. A la par de estas conversaciones, la portavoz presidencial Gabriela Cerruti prepara la estrategia de comunicación para informar los cambios de Gabinete.
Si no hay sorpresas políticas, el anuncio se hará el lunes y la jura un día más tarde.
A diferencia de la crisis causada por la renuncia de Martín Guzmán, Alberto Fernández optó por evitar las consultas con la vicepresidenta. En esa oportunidad, CFK no le contestaba los mensajes que el jefe de Estado dejaba en su chat de Telegram, y sobre la tarde de un domingo dramático ambos finalmente acordaron que Silvina Batakis sería ministra de Economía.
El kirchnerismo duro y el sindicalista Pablo Moyano forzaban la renuncia de Moroni en la cartera de Trabajo. Pero su renuncia -explicaban anoche en las cercanías del Presidente- no respondió al juego de desgaste que avalaba Cristina desde su despacho en la Cámara de Senadores.
Moroni habría dado un paso al costado por un problema de salud que el gobierno protegía como un secreto de Estado.Alberto Fernandez y Cristina Fernandez de Kirchner durante la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso en 2022
La decisión del Presidente de soslayar a Cristina en la elección de los nuevos ministros puede implicar dos situaciones diferentes: la vicepresidente rechaza ese movimiento y exige controlar las designaciones -como hace desde el 10 de diciembre de 2019- o definitivamente se corrió del Gobierno y deja en soledad política a Alberto Fernández.
Cualquiera de las dos hipótesis significa una encrucijada institucional. Si CFK rechaza las nominaciones de los ministros, el Gobierno ingresa en un escenario distópico con final abierto. Y en cambio, si la vicepresidente ignora la toma de decisión de Alberto Fernández, puede ocurrir que haya un cisma en el Frente de Todos.
En la Casa Rosada no se olvidan el día en que Cristina forzó la renuncia de todos sus ministros -desde Eduardo “Wado” de Pedro a Tristan Bauer- cuando Alberto Fernández aún se resistía a eyectar a sus colaboradores más cercanos del Gabinete.
Hasta anoche, el presidente tenía una lista corta para reemplazar a Moroni: Carlos Tomada, actual embajador en México y ministro de Trabajo de Néstor Kirchner y CFK; Marcelo Bellotti, secretario de Trabajo, o Domingo Peppo, embajador en Paraguay y exgobernador del Chaco.
Tomada es un ministro que Cristina aceptaría con los ojos cerrados, Bellotti es proto kirchnerista y Peppo tendría el respaldo de la Liga de Gobernadores.
Respecto al sucesor de Zabaleta, Alberto Fernández evalúa los beneficios políticos de designar al secretario de Economía del Conocimiento e intendente de Escobar con licencia, Ariel Sujarchuk; la diputada Victoria Tolosa Paz o el secretario para la Equidad Social del Ministerio de Desarrollo, Gabriel Yedlin.
Sujarchuk tiene excelente relación con CFK, Tolosa Paz es resistida por La Cámpora y Yedlin está vinculado a Juan Mazur, el jefe de Gabinete.
Y en cuanto al Ministerio de la Mujer, el jefe de Estado piensa en Cerrutti -ella jura que no quiere suceder a Gómez Alcorta-; la ex senadora de Mendoza, Marita Perceval, y la vicegobernadora de La Rioja, Florencia López.
En los últimos 99 días, Alberto Fernández vio partir a cinco ministros del Gabinete: Martín Guzmán, Silvina Batakis, Gómez Alcorta, Zabaleta y Moroni. Una evidencia política que demuestra la fragilidad del Gobierno.
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